“Lo viejo funciona”, propone resistente uno de los personajes de El Eternauta en la adaptación que hicieron con Darín. Volver, gambeteando tecno algoritmos, al mecanismo sencillo y rústico de otro tiempo. ¿Cuánto de todo lo que tenemos, y hoy nos agobia, es verdad?
Esta semana sin saberlo entre ellos Juan Manuel Almada, un exitoso productor de medios, eventos y espectáculos y Valeria Krupic, comunicadora e integrante de una agencia de eventos, usaron un codiciado pasaje de la máquina del tiempo. No sé si entre ellos se conocen, si hay acaso una conexión o historia común. Lo cierto que tal vez por el viento que nos amontona, como a las hojas de otoño en un rincón de la vereda, estamos frente a un momento donde la frase de El Eternauta aparece como un mantra dispuesto a abrazar cálidamente o dar otras de sus sublimes batallas. Cuando lo construido en otro tiempo fue hecho para durar.
Juan Manuel apareció con dos vinilos con la obra de Miguel Abuelo. Uno, jamás escuchado por el cronista, grabado en Francia en 1973 y oculto durante décadas en la industria musical argentina y otro producido por él mismo con nuevas versiones de la obra de Los Abuelos de la Nada.
Miguel Abuelo & Nada, se llama el material con canciones llenas de rock y lisergia. Una obra conceptual de temas extensos y sonidos -en ese tiempo para Argentina- vanguardistas. Una trompada a la memoria y un hermoso pasaje al túnel del tiempo, donde lo que se tocaba, se grababa y editaba, sin más intervención que el talento. Una reliquia que anticipaba, con esa obra, muchos de los sonidos que llegarían después a Latinoamérica.
El otro vinilo es la reconstrucción de la historia de Los Abuelos de la Nada. Un compilado de nuevas versiones que Juan Manuel como productor, Juan del Barrio como director y arreglador con Gato Azul Peralta, el hijo de Miguel, como fronting del grupo iluminaron con nuevos sonidos e invitados. El resultado es majestuoso. Homenajear lo hecho con el amor del paso del tiempo.
A las pocas horas de esos obsequios apareció Vale Krupic, inquieta difusora y agitadora cultural con dos CDs en la mano. En la era Spotify, YouTube, etc., dos discos producidos en este tiempo en un formato que solo es posible reproducir en equipos que se han dejado de fabricar masivamente.

Lo viejo funciona. Que hoy te regalen un CD es otro gesto rebelde que celebra esa provocación. Irrumpir en un hogar donde tal vez no tengas dónde escucharlo, como recibir una carta en papel sin buzón ni mesa donde leerla. El objeto sigue hablando, pero el mundo alrededor ha cambiado el idioma.
El primero es Novela, música soñada y compuesta por Fito Páez en los 90, que desempolva para hacerla 30 años después. Volver a su propio pasado, liberar las viejas y desconocidas canciones, hechas con el candor de un tiempo que también fue hermoso.
El otro CD es la reversión que hizo Timothée Chalamet de la obra de Bob Dylan a partir de la necesidad de la película A Complete Unknown. Otro desafío. Dylan reinterpretado en vivo por un actor que no quiso ni siquiera hacer playback en el film sino cantar en vivo mas de 40 canciones mimetizándose con la leyenda. Escalofríos le dio al equipo de la película ver en acción eso de lo viejo funciona en vivo y en directo.
Recibir música en objetos es hoy un acto de revolución en tiempos líquidos, donde el arte se evapora en algoritmos y recomendaciones automáticas. Gracias a Juan Manuel y Valeria por ese gesto de rebeldía dulce, como escribir cartas a mano o mirar el cielo sin sacar el celular.
Lo viejo funciona porque fue hecho para durar, pensado con otra lógica: la de la permanencia, la reparación, el uso consciente. En un mundo obsesionado con lo nuevo, reivindicar lo antiguo es un acto de resistencia. Las soluciones de otro tiempo, aunque más simples, no eran ingenuas: respondían a necesidades reales, no a urgencias creadas. En lo viejo hay sabiduría, experiencia destilada, una belleza que no grita, pero sostiene. Volver a ello no es nostalgia, es sentido común frente al vértigo de lo desechable.
El objeto sigue hablando, pero el mundo alrededor ha cambiado el idioma
El vértigo del tiempo nos propone una caída interminable sobre un túnel de luces brillantes promesas fugaces: el avance tecnológico, casi mágico, satisface deseos que ni sabíamos tener, fabricados al ritmo de algoritmos que adivinan anhelos antes de que existan. Vivimos a mil, corriendo sin pausa en una carrera sin meta, dopados por la inmediatez, creyendo que el próximo clic, la próxima actualización o el nuevo dispositivo traerán por fin la esquiva satisfacción eterna. Pero esa plenitud nunca llega, y en su lugar queda el vértigo: esa mezcla de fascinación y vacío que define nuestra época.
