“Tenemos bajas, pero al equipo lo armaré de acuerdo a lo que entienda que es lo mejor. Estando totalmente convencidos de que nuestra arma, más allá de quién juegue, será una postura de equipo que salga a jugar el partido y enfrente al rival de igual a igual”.

La frase pertenece a Marcelo Gallardo, en la previa del partido frente a Inter de Milán por el Mundial de Clubes. El concepto, quizás, tenga que ver con una postura filosófica que pretende responder a una historia, aunque no siempre es así.

El título más importante de River en su historia, el campeonato intercontinental de 1986, lo consiguió jugando de otra manera, al estilo Bambino Veira, y a nadie se le ocurriría descalificar semejante logro por razones filosóficas. El paladar negro depende de los recursos que un plantel tiene.

¿Fue inteligente Gallardo al pretender jugar de igual a igual frente a un adversario claramente superior? La respuesta es no. Más tarde o más temprano, esa estrategia empieza a desintegrarse con la misma velocidad con la que el rival, el que tiene diferencias de funcionamiento importantes, potencia sus fortalezas.

Al Hilal se erigió como el equipo sorpresa del Mundial de Clubes (Sitio Oficial del Mundial de Clubes)

Flamengo intentó lo mismo frente a Bayern Münich. Y le fue igual. Más allá de los descuentos en distintos momentos del encuentro, el Fla nunca estuvo cerca en el desarrollo, sí en el resultado.

“¿Quién es tácticamente superior? ¿Sabés cuántos grandes estrategas han salido de Sudamérica? Tipos como Bielsa y muchos otros... River Plate jugó un partido súper competitivo contra el Inter de Milán. Boca fue competitivo contra nosotros”, dijo Vincent Kompany, el belga que dirige al Bayern, que quiso quedar bien con todo el mundo. Políticamente correcto.

No obstante, el ex Manchester City hizo mención a las estrategias, no a las diferencias, como mencionó antes de debutar Luis Enrique con su PSG, campeón de Europa.

“No tengo ninguna duda de que si los jugadores sudamericanos estuvieran en Brasil, en Argentina o en Uruguay, los equipos americanos, sudamericanos, centroamericanos e incluso los africanos tendrían más posibilidades”, razonó el asturiano que completó la idea mencionando que a los mejores de todos los continentes los tienen los equipos europeos. Un dato de la realidad.

Si los equipos europeos, los de primera línea, tienen lo mejor de lo mejor, ¿hay que jugarles de igual a igual, golpe por golpe?

Fluminense, el lunes, demostró que no es así y dio la sorpresa, justamente frente al Inter de Lautaro Martínez. Renato, el DT de Flu, cambió el esquema de los partidos anteriores y espejó al subcampeón de la Champions, que casi lo empata en el segundo tiempo, pero no pudo y los cariocas, que ni siquiera juegan la Libertadores y el año pasado pelearon por la permanencia en el Brasileirao, dieron una de las grandes sorpresas del torneo frente a un europeo clase 1.

Se trata de armar una estrategia, como dice Kompany, para pelear lo más posible en un partido desigual.
Siempre hay excepciones. Botafogo le ganó a PSG en un momento en que los poderosos de Europa parecían en “slow motion”.

Si los equipos europeos, los de primera línea, tienen lo mejor de lo mejor, ¿hay que jugarles de igual a igual, golpe por golpe?

Pero sí le montó una estrategia incómoda para los europeos que pueden perder un par de partidos de 10 frente a los grandes de Argentina y Brasil.

Distinto es el impacto que generó Al Hilal, que eliminó a uno de los candidatos, Manchester City, ese mismo lunes, en un partido roto desde el principio en el que el equipo de Guardiola le entregó todo tipo de facilidades al conjunto árabe. Jugando así, ese día, el City perdía con cualquiera.

Los partidos no son todos iguales, más bien son todos diferentes.

Reconocerse inferior para equiparar fuerzas desde el esquema, es una buena estrategia. Mucho mejor que el fundamentalismo de jugar de una misma manera ante cualquier rival y en cualquier circunstancia.