Una nueva investigación reveló que un grupo específico de neuronas en la amígdala (región del cerebro que regula las emociones) desempeña un rol clave en la aparición de alteraciones como ansiedad, depresión y cambios en la conducta social. El trabajo, liderado por el Instituto de Neurociencias (IN), centro mixto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Universidad Miguel Hernández (UMH) de Elche, fue publicado en la revista iScience.
A modo de conclusión, los autores demostraron que restablecer el equilibrio de excitabilidad neuronal (la facilidad con la que una neurona se activa) en una zona concreta de la amígdala, sería suficiente para revertir estos comportamientos en ratones.
“Sabíamos que la amígdala participa en la ansiedad y el miedo, pero ahora hemos identificado un grupo concreto de neuronas cuya actividad descompensada es suficiente para generar comportamientos patológicos”, explicaron.
En este estudio se trabajó con ratones modificados genéticamente para que expresaran en exceso un receptor cerebral llamado GluK4, que se activa con el glutamato, un mensajero químico clave en el cerebro. Esta modificación hace que aumente la fuerza con la que las neuronas se comunican y reproduce la duplicación génica observada en casos de autismo.
Los roedores en cuestión, diseñados por este mismo laboratorio en el año 2015, presentaban comportamientos de ansiedad y aislamiento social muy similares a los observados en personas que sufren trastornos como el autismo o la esquizofrenia.
El freno de la ansiedad
A través de técnicas de ingeniería genética y el uso de virus modificados, los investigadores normalizaron la expresión del gen exclusivamente en las neuronas de la amígdala basolateral (una región concreta de la amígdala implicada en la ansiedad y la emoción), cuestión que restauró la comunicación con otro grupo de neuronas inhibidoras (reguladoras) en la zona centrolateral de la amígdala.
Estas últimas actúan como un "freno" que ayuda a controlar la ansiedad. “Ese simple ajuste fue suficiente para revertir comportamientos relacionados con la ansiedad y los déficits sociales, lo cual es asombroso”, señalaron.
El cambio de comportamiento en roedores fue evaluado a través de técnicas electrofisiológicas y pruebas sobre su estado de ansiedad, depresión y relaciones sociales. De este modo se observó una preferencia por explorar espacios abiertos en un laberinto elevado en forma de cruz, a la vez que interés por otros ratones desconocidos. Esto contrasta con su preferencia, cuando estaban estresados, por los brazos cerrados, que proporcionan sensación de seguridad.
Un hallazgo corroborado
A su vez, aplicaron el mismo procedimiento en ratones no modificados que presentaban un estado de ansiedad intrínseca y también fue efectivo para disminuir su ansiedad. “Esto revalida nuestros resultados y nos aporta la confianza de que el mecanismo identificado no es exclusivo de un modelo genético concreto, sino que puede representar un principio general sobre cómo se regulan estas emociones en el cerebro”, señalaron.
Por otra parte, hubo algunos déficits conductuales que no se resolvieron, como es el caso de la memoria de reconocimiento de objetos, que siguió afectada. Esto sugiere que hay otras áreas del cerebro involucradas en este tipo de trastornos que no se corrigieron, como el hipocampo.
Por ende, el estudio abre la puerta a nuevas opciones terapéuticas. “Apuntar a estos circuitos neuronales específicos podría convertirse en una estrategia eficaz y más localizada para tratar trastornos afectivos”, destacaron.
Fuente: SINC.