El último trabajo de la Fundación Humedales relevó casi 9.000 kilómetros de terraplenes construídos sobre buena parte del Delta del Paraná. La proyección en base a esos datos es que fue endicado el 14% de ese ecosistema, repleto de biodiversidad y que cumple una función clave como esponja natural.
Las fotos y los mapas incluidos en el informe evidencian la gravedad del problema que creció por distintas dinámicas. Las intervenciones humanas que cortan el paso de agua para mejorar la producción ganadera aumentaron en las islas de Entre Ríos y Santa Fe. En Buenos Aires, en cambio, se expandió sobre todo la creación de barrios cerrados.
"En la Región del Delta se relevaron 8.944,6 km de terraplenes y 2.582,2 km2 que corresponden a 694 endicamientos", señala la actualización del estudio sobre el Complejo fluvio-litoral del Bajo Río Paraná.
La suma de todos esos tabiques y caminos clandestinos elevados, que cumplen doble función y secan terrenos que deberían ser anfibios, equivale a viajar de Ushuaia a La Quiaca dos veces.
Otra comparación desnuda la dimensión de la crisis ambiental. La longitud del cuerpo principal de la Gran Muralla China, que atraviesa diez provincias del gigante asiático, se estima en 8.851 kilómetros. Es un poco menos que la muralla (fragmentada y dispersa) del Delta de Entre Ríos, Buenos Aires y Santa Fe.

El relevamiento
"Áreas endicadas, terraplenes y urbanizaciones cerradas en el Delta del Paraná. Actualización 2025", es el nombre del trabajo que muestra una expansión del problema.
"La modificación artificial del mosaico de humedales para ganadería bajo diques o el desarrollo de urbanizaciones está alterando el equilibrio natural y causando impactos severos sobre el ambiente y la vida humana", señalaron los expertos de la Fundación Humedales/ Wetlands International.
Las obras, agregaron, altera "los patrones de drenaje, afectando la conectividad de los paisajes y reduciendo la capacidad de los humedales para regular inundaciones y conservar la biodiversidad".
Las ciudades de Vera y Bahía Blanca bajo agua son ejemplos claros y recientes del peligro que implica dañar ese ecosistema. “Los humedales son una especie de esponja natural que absorbe los excedentes hídricos. Cuando desaparecen o se modifican de manera drástica, pierden esa función”, explicó la bióloga Nadia Boscarol.
Según la última actualización del monitoreo, el área alterada se incrementó en 121,33 km2 (4,9% más). Se estimó que el 14,04% de la superficie de la Región del Delta se encuentra endicada, y este valor asciende a 28,7% en el sector bonaerense.

“Los cambios de usos del suelo, más el futuro escenario previsto en relación con el cambio climático que prevé más lluvias convectivas en esta región del país, terminan generando las inundaciones que vimos este año”, agregó Boscarol.
En el mapeo territorial se relevó una superficie de 34.618 km², de los cuales el 56% corresponde al Delta del Paraná y el resto a cuencas tributarias bonaerenses.
Vacas y barrios cerrados
En el Delta frente a Rosario y Victoria el problema principal de los terraplenes y diques se explica, en las últimas décadas, en la explotación ganadera (secar arroyos y lagunas para poder tener más vacas). En los mapas del trabajo se nota como hacia el sur, en el Delta bonaerense, el avance fue de urbanizaciones.

El desarrollo inmobiliario en zonas de humedales "ha sido desordenado y explosivo", alertan los investigadores de la Fundación, que también financió una investigación para "mapear la ausencia" en ese espacio, donde incluso hay menos pescadores.
A partir de 2020 se observó una “tercera ola” de urbanización cerrada impulsada por la pandemia de covid-19, que generó un boom inmobiliario en áreas de humedales. Ahora, hablan de una “cuarta ola” vinculada a un cambio cultural: "Cada vez más jóvenes eligen vivir cerca de la naturaleza, sin considerar los impactos ambientales de esta expansión descontrolada, describieron".
Ordenamiento territorial
“Faltan estudios de impacto ambiental serios y acumulativos cuando se construyen urbanizaciones. Falta ordenamiento ambiental del territorio, que deje espacio para que estos ecosistemas puedan seguir prestando sus servicios de absorbentes de los excesos hídricos”, razonó Boscarol.
Se trata, según la especialista, de priorizar las soluciones basadas en la naturaleza -conservar lo que ya existe- en vez de insistir con la llamada “obra gris” o "dura" (canalizaciones, diques).
“Si se sigue construyendo sobre humedales, no habrá obra hidráulica que alcance. Hay que cambiar de paradigma”, subrayó la licenciada en Química (UBA) Adriana Anzolín. Algo similar (cambiar de conciencia para producir), advirtieron especialistas de conservación del suelo, ya no por los humedales sino por la erosión y degradación de los campos. Capas distintas de una problemática extendida.
Mariela Heise, arquitecta especializada en planificación urbana, coincidió: “Es hora de salir de las miradas limitadas de cada municipio o intendente sobre su territorio, para pasar a un trabajo de gestión de cuencas. Debemos aprender de lo sucedido y construir otro paradigma que vaya hacia una convivencia con el agua en todo sentido".
Con esa mirada avanza el ordenamiento territorial sobre los humedales y cuencas de Santa Fe (ver más acá). Aunque el Delta corresponde, en su mayor medida, a Entre Ríos y a Buenos Aires.
El humedal no se reproduce, al contrario. La construcción de terraplenes que afectan la circulación de los flujos de agua "resulta en pérdida de funciones ecosistémicas valiosas para la vida de las personas y sociedades, además del impacto sobre la biodiversidad".
"Resulta imprescindible contar con una planificación territorial que reconozca a los humedales como aliados naturales para atenuar los efectos del cambio climático y mitigar el efecto de las inundaciones", reclamaron desde la Fundación.