Opinión

Entre Newell's y Rosario Central hay, en la tabla de posiciones de la Superliga, cinco puntos de distancia. Una diferencia que tiene enorme impacto en la otra tabla, la que más los moviliza en esta temporada: la de los promedios. Ahí los auriazules habitan en la zona roja de los tres que descienden, mientras que los rojinegros (con un partido menos) dejaron con su cosecha a ocho equipos por debajo. Cinco puntos que son la gloria o Devoto.

Los dos perdieron sólo un partido, pero la diferencia numérica está en la cantidad de victorias: el elenco de Cocca, que ganó los dos primeros cotejos, no pudo volver a hacerlo (siete empates seguidos y la derrota ante Vélez), mientras que Newell's acumula seis sin tropiezos, alternando victorias y empates en igual proporción, y se anotó cinco triunfos.

Ahora bien: ¿hay tanta diferencia entre los dos conjuntos de la ciudad? ¿Es Newell's un equipo mucho más sólido y mejor conformado que Rosario Central? La verdad, no parece tanto. De hecho, en el clásico de la ciudad acabaron en tablas y no hubo un predominio nítido de ninguno. La clave de la diferencia es sencilla: la contundencia para anotar goles. Ni más ni menos que la razón de ser de este deporte.

Es cierto que Aguerre está en un buen nivel y que Gentiletti y Lema han dotado a la defensa leprosa de una seguridad inédita en los últimos torneos, pero lo que explica la buena cosecha de los del Parque es la capacidad para aprovechar cada una de las posibilidades que se le presentan en el arco contrario. Un mal que a los de Arroyito les ha costado dejar puntos que mereció, como los dos que se le escaparon ante Racing o los tres contra Vélez.

La clave de la diferencia es sencilla: la contundencia para anotar goles. Ni más ni menos que la razón de ser de este deporte.

Newell's tiene un alto porcentaje de eficacia. Y no convierten sólo los delanteros: sus 16 tantos se los dividen entre doce jugadores distintos, cinco de los defensores (Lema con tres, Gabrielli y Nadalin uno cada uno), seis de los volantes (Cacciabue, Fernández, Alexis Rodríguez, Insaurralde, Formica y Maxi) y cinco de los delanteros (Albertengo con tres, Salinas e Insaurralde uno), una variedad inusitada en otros equipos. Pero la certeza que sobrevuela cada presentación suya es que en cualquier momento va a dañar.

Para muestra, basta lo que pasó ante Patronato: Salinas estuvo vivo para sacar provecho de una desconexión entre Mancinelli e Ibáñez y puso el 1-0; Albertengo metió un testazo entre la defensa paranaense para el segundo y Formica, que hacía segundos volvía de una lesión, estampó el tercero a un toque después de una habilitación magistral de la Fiera. Es así: a Newell's no le cuesta hacer goles.

En cambio, Central sufre horrores cuando tiene que meter todo lo que genera. Los defensores no ayudan con el aporte goleador (sólo Caruzzo gritó uno) y los otros atacantes tienen una cosecha escasa (hizo uno Gamba y otro el ya ausente Lovera). Y si a su falta de puntería y de suerte se le suma la miopía de algunos jueces como Penel que lo privan de la chance de patear un penal, el combo es fatal. Encima, no liga: Lisandro López quiere meter un centro y la clava en el ángulo, o Leandro Fernández se despacha con una definición de otro partido justo cuando el gol canalla se caída de maduro.

Central sufre horrores cuando tiene que meter todo lo que genera.

A la temporada le queda mucho trecho por delante y a Rosario Central no le conviene andar mirando todo el tiempo la tabla de promedios. Se sabe, el nerviosismo no es buen consejero y puede ser la causa de que una definición no sea lo suficientemente precisa. Será cuestión de acentuar las bondades que exhibió en sus mejores pasajes, seguir confiando y apuntar mejor. 

La certeza que todos los hinchas de Central tienen es que el funcionamiento no es malo y que tranquilamente podría tener tres o cuatro puntos más. El tema es que esos tres o cuatro puntos son los que marcan el límite entre el cielo y el infierno. Para corregir esa falencia ofensiva, tendrá que empezar a parecerse un poquito más a Newell's.