No era un sábado más, ni un partido más. A la ansiedad típica de cada comienzo de campeonato y a las ilusiones generadas cuando todos parten desde el mismo lugar; los hinchas de Central tení. algo más que celebrar. El pibe que se fue hace 18 años estaba de vuelta. Y traía un título del mundo entre manos. Y un corazón en el pecho. 

Fideo pisó la cancha pocos minutos antes de las 15 y el Gigante rugió. La emoción brotó por todos lados. 

El rosarino pisaba ese escenario que lo hizo profesional y que fue la plataforma para después pisar los mejores estadios del planeta con la misma naturalidad que se desplegaba en el living de su casa.

Salió solo, casi sorpresivamente. Caminó por el túnel  renovado, sorprendidos los plateistas de los costados de verlo pasar sin previo aviso. Llegó a la mitad de la cancha, se paró en el círculo central, con los ojos llenos de lágrimas, y saludó a los cuatro costados. 

Las más de 50 mil personas que lo fueron a ver ya vibraron desde temprano con su presencia.