En Argentina, se estima 4 de cada 10 personas padecen algún tipo de alergia. A nivel mundial, la Organización Mundial de la Salud predijo que para 2050 las cifras aumentarán llegando a afectar a una de cada dos personas. Si bien muchas de estas dolencias son respiratorias y su aumento se vincula a factores ambientales como el cambio climático, también existen otras que preocupan y ascienden lentamente: las alimentarias.
Alergias alimentarias
Las alergias alimentarias más comunes implican a los llamados "nueve grandes": el huevo, la leche, el maní, los frutos secos, el marisco, el pescado, el trigo, la soja y el sésamo. Estas enfermedades son motivo de gran preocupación, sobre todo entre los padres de niños alérgicos, ya que incluso cantidades muy pequeñas de estos alimentos pueden provocar una reacción grave (anafilaxia o choque anafiláctico) que requiera abordajes más urgentes.
En este aspecto, el grado de una reacción alérgica a un alimento no es predecible ni siquiera para una misma persona: una respuesta grave a un alérgeno concreto en una ocasión no implica que la intensidad vaya a ser igual, mayor o menor la próxima vez. Lo cual obliga a las personas alérgicas a estar preparadas "siempre para lo peor".
Las diferencias con las intolerancias
Muchas veces suceden que incluso los propios pacientes confunden alergia con intolerancia alimentaria. Es importante destacar que, las primeras, son reacciones inmunitarias erróneas que toman por un atacante peligroso lo que es una proteína inofensiva de un alimento. Esta respuesta defensiva en falso produce un tipo de anticuerpos denominados IgE que activan los mastocitos y basófilos, células productoras de histamina. A las alergias alimentarias comunes se unen otras más raras como el síndrome de alergia oral, una reacción cruzada de la alergia al polen con ciertos alimentos.
En el caso de las intolerancias, donde no hay respuesta inmunitaria sino una incapacidad para procesar un nutriente, se pueden esperar síntomas diversos. Una situación más compleja es la enfermedad celíaca, en la que una intolerancia al gluten induce una respuesta anómala que provoca autoinmunidad, una reacción contra el propio organismo.
Asimismo, entre las certezas, se sabe que la población infantil es la más afectada y que algunas alergias tempranas tienden a remitir con la edad, sobre todo a la leche, el huevo o la soja; algo que no suele ocurrir para otros alérgenos como el maní, los frutos secos o el marisco.
Cómo surgen las alergias
No existe una causa definida para estas enfermedades, es decir, no se sabe cómo surgen o por qué desaparecen, ni qué lleva muchas veces a desarrollar en la edad adulta una alergia a un alimento que se lleva toda la vida consumiendo. No hay un modo conocido de prevenir las alergias. Por lo tanto, tampoco hay una explicación inmediata al aumento de las alergias alimentarias.
“Muchos factores pueden tener impacto”, explican desde el Center for Food Allergy & Asthma Research de la Universidad Northwestern (Estados Unidos). Ciertas pistas tienden a recibir el aval de la comunidad científica: desde hace décadas, el peso de la evidencia apoya que el funcionamiento correcto del sistema inmunitario depende de su educación al comienzo de la vida, lo cual requiere de una adecuada exposición a los microorganismos del entorno. Datos publicados en 1989 por el epidemiólogo David Strachan llevaron a designar esta idea como "hipótesis de la higiene".
Los científicos explican que intentar criar a los niños en una burbuja de esterilidad no los protege como sus padres creen. “Un mundo completamente vacío de microbios podría conducir a graves alteraciones inmunitarias y endocrinas, ya que nuestro cuerpo espera ver microbios en el entorno”, explican.
¿Evitar los alimentos alergénicos en los niños?
Una versión más afinada y actual de esta hipótesis recibe el nombre de "viejos amigos", y remite específicamente a los microbios que han convivido y coevolucionado con las personas durante millones de años. Sería este microbioma humano ancestral el que ayuda a entrenar la inmunidad. Asimismo, explican que “todavía no está del todo claro a qué debemos estar expuestos y cuándo, pero una falta de exposición a los microbios se vincula con enfermedades autoinmunes y alergias”.
Y del mismo modo que estéril no es mejor, tampoco privar a los niños de los alimentos más alergénicos los protege de las alergias, como solía creerse antes de que las evidencias mostraran lo contrario: introducir alimentos como el maní o el huevo lo antes posible reduce el riesgo de alergias. En Reino Unido, estos ensayos se publicaron en 2015-16, y por ello los autores del estudio inglés citado plantean la posibilidad de que el cambio en las recomendaciones oficiales haya obrado el estancamiento de las alergias en los últimos años.
Curiosamente, si el consumo de alimentos alergénicos a edad temprana protege de alergias, en cambio la exposición a ellos a través de la piel o las vías respiratorias antes de tomarlos en la dieta produce el efecto contrario. Esta hipótesis llamada de ‘exposición dual’, que ha ganado crédito en los últimos años y para la que se han propuesto mecanismos inmunológicos verosímiles, aconseja introducir dichos alimentos en la dieta antes de que el contacto respiratorio o cutáneo con sus alérgenos pueda promover la aparición de una alergia.
Otros factores adicionales
Entre los posibles factores adicionales, más allá de la herencia genética, se proponen la carencia de vitamina D, el abuso de antibióticos y otras intervenciones que puedan dañar la microbiota digestiva, ya que a esta se le atribuye un papel protector contra las alergias por medio de la barrera del epitelio intestinal. Pero los científicos aún investigan qué otros aspectos del estilo de vida pueden estar disparando las alergias e intolerancias alimentarias, y por qué ciertas regiones, como Australia, son especialmente propensas.
Tratamiento o cura
Hasta el momento no hay ninguna cura para las alergias. La medida básica más obvia para los alérgicos o intolerantes es evitar los alimentos peligrosos. En el caso de las alergias, que entrañan mayor riesgo por la posibilidad de un choque anafiláctico, disponer de autoinyectores o lápices de epinefrina —los llamados EpiPens— puede salvar vidas.
Actualmente se ensayan tratamientos por inmunoterapia oral (OIT, por sus siglas en inglés), consistente en introducir cantidades crecientes de los alérgenos en la dieta bajo supervisión médica para desensibilizar el sistema inmune.
“Es un momento interesante para las alergias alimentarias, ya que tenemos nuevos tratamientos en el mercado”, explicaron. Y añadieron: “No son curas, pero realmente ayudan aumentando el umbral”. Los tratamientos permiten a los pacientes tolerar dosis mayores del alimento sin reaccionar, lo que al menos ayuda a perder el miedo a un contacto accidental con el alérgeno. “Pronto llegarán más tratamientos dirigidos a mecanismos diferentes”, concluyeron.
Fuente: SINC.