El impacto del uso de las redes sociales en niños, niñas y adolescentes representa un desafío que genera cada vez más preocupación entre especialistas y se sostiene como uno de los grandes desafíos de esta época para una generación de padres envuelta en el desconcierto que generan ciertos contenidos que circulan en plataformas como TikTok.
A diferencia de lo que ocurría años atrás, cuando eran las figuras televisivas y celebridades del mundo del cine o la música las que acaparaban la atención de públicos masivos, en la actualidad los contenidos multimedia se han fragmentado respondiendo a las lógicas de segmentación que definen, en base a tiempos de retención e interacciones, qué es lo que le llega a cada usuario.
Mientras que la Generación Z –nacida entre mediados de los 90 y finales de la primera década de los 2000– estaba más habituada a el primer escenario, los más jóvenes se sienten más atraídos por creadores de contenido que se distribuye en plataformas digitales y redes sociales. Según el informe Digital Media Trends 2025, publicado por la consultora global Deloitte, el 56% de los jóvenes encuestados afirma “sentir una conexión personal más fuerte” con estos creadores de contenido que con las celebrities televisivas, los iconos pop o los actores de Hollywood, incluso aquellos de su misma generación.
Esto se convirtió en un incentivo para pasar más tiempo en aplicaciones que están diseñadas para buscar, de manera constante, la estimulación dopaminérgica mediante consumos que dieron lugar al surgimiento de lo que se ha denominado como "Brain rot" ("podredumbre cerebral" en español). Esta expresión, que en 2024 fue destacada por la editorial Oxford University Press, se refiere al estado mental que produce sumergirse en plataformas como TikTok, en donde los más jóvenes son los más expuestos a perder la noción del tiempo mientras scrollean y quedar, por ello, ante la posibilidad de sufrir consecuencias cognitivas y emocionales.
El impacto del "contenido basura"
Virginia Valenzisi, presidenta de Docentes por la Educación, advirtió que este tipo de “contenido basura lo único que logra es anestesiar la producción de ciertos neurotransmisores que llevan al chico a aplacar su pensamiento”. En diálogo con Podría Ser Peor (Radio 2), la docente precisó que se trata de un tipo de contenido que opera como “un regulador emocional que anestesia” a los más jóvenes, lo que se vuelve todavía más preocupante si se considera el componente adictivo de lo que circula en redes sociales. El ejemplo más claro de este tipo de contenido se puede encontrar en TikTok con figuras como Ballerina Capuchina o Tralalero Tralala, personajes que surgen a partir de una combinación de humor absurdo, estética psicodélica y contenido generado con inteligencia artificial (IA), que ha dado lugar a una oleada de videos tan desconcertantes como hipnóticos. Valenzisi comentó que este tipo personajes no solo representan un consumo negativo para los usuarios más jóvenes de TikTok por el impacto que tienen en sus facultades cognitivas, sino además por un oscuro trasfondo que rodea a algunos de ellos. Bombardino Cocodrilo, uno de estos personajes, “es un avión al que le gusta bombardear niños en medio oriente”, indicó la especialista, y explicó: “Las canciones están hechas en italiano y, al final, le piden a quien está viendo y escuchando que no traduzca para que no pierda la gracia”. En concreto, parte de la letra de la canción que acompaña a este personaje dice: “Un maldito caimán volador que vuela y bombardea a niños en Gaza y Palestina. No cree en Alá y ama las bombas. Se alimenta del espíritu de tu madre”. Más allá de este y otros casos en los que el contenido es violento y ofensivo, los personajes fuera de esas categorías sorprenden por lo absurdo y representan, únicamente, una distracción. Y aunque en este sentido se trate de algo más inocente, no por ello son inocuos. “Los chicos consumen sin saber qué están consumiendo y lo repiten”, advierte Valenzisi, y señala que aunque este tipo de consumos de contenido basura “no están todavía clasificados como patologías psiquiátricas”, los efectos que producen sí están identificados: están asociados con cuadros que implican desde síntomas depresivos hasta deterioro del control ejecutivo e incluso el potencial desarrollo de trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH). Se trata de contenidos que “hipnotizan a los chicos”, que “no tienen que procesar nada” porque en estos videos no hay nada que entender, ya que solo están pensados para acaparar la atención. La docente también se refirió al desafío que enfrentan muchos padres al no encontrar la manera de limitar el consumo de sus hijos en redes sociales. “Tengo alumnos a cuyos padres tuvimos que decirles que desconectaran el wifi a la noche”, contó. También marcó una diferencia entre el tipo de consumo de redes sociales, en donde impera “un scroll permanente cada 15 o 20 segundos”, y el de la televisión, en donde una persona quizás pasa una hora frente a la pantalla pero mirando un mismo contenido. “El que mira un partido de fútbol tiene que prestar atención para analizar una jugada o seguir el partido”, apuntó, y sostuvo que, por el contrario, en redes sociales lo que sucede es que se alteran constantemente los niveles de dopamina del cerebro y se genera una dependencia de ese estímulo permanente.