En la desorientación que suelen producir las derrotas que duelen, el macrismo cometió este domingo a la noche, cuando ya estaba claro que una enorme mayoría de argentinos le daba la espalda a un gobierno que no solo agravó lo que recibió sino que además generó enormes problemas nuevos, los mismos pecados de campaña que lo llevaron a un resultado catastrófico en las Paso.

Así, Marcos Peña agitó otra vez en forma irresponsable los miedos de los mercados, demonizó una vez más a un adversario al que emparentó con el pasado y negó lo evidente: “Hemos hecho una muy buena elección”, dijo. Y Elisa Carrió, desencajada, volvió a faltar el respeto: “La mayoría se siente más cómodo con autoritarios y faraones. Le pasó a Moisés cruzando el desierto que algunos del pueblo judío querían volver a Egipto. No vamos a volver a Egipto, vamos a ir a una Argentina republicana”.

Ya no se trata solo de que ese camino de negar la realidad, de pensar que se puede continuar en el poder culpando a los demás de una crisis económica que es de autoría propia, demostró ser un fracaso tanto como estrategia electoral como de gobierno. Sino de ser responsable en el rol que hoy le toca al gobierno: administrar el Estado y entregarle al presidente que viene una Argentina lo más ordenada posible el 10 de diciembre, y no antes.

La actitud de Marcos Peña y Carrió es la de quienes están dispuestos a quemar las naves. ¿Creen que una desestabilización de las variables económicas pueden favorecer las chances ya quiméricas de que Macri sea reelecto?

La estabilidad, el orden, también la paz social son responsabilidades del gobierno que integran, en primer término. También de la oposición, claro. De los que ahora se perfilan para volver al poder. Y que también deben ser partícipes de la gobernabilidad.

Macri es un mal presidente. Es por eso que pierde. Nunca tuvo un plan claro y eso es inconcebible para alguien que planteaba cambiar la matriz económica del país. Algunos le hicieron creer que construir un demonio le iba a permitir ser reelecto. Fracasaron. Las clases medias que lo votaron en 2015, a las que les incumplió todas las promesas, no compraron el discurso del miedo. Miraron sus bolsillos vacíos y castigaron. Con contundencia. 

El resultado de las Paso deja otra lección. Los procesos políticos en la Argentina son cambiantes y dan segundas oportunidades. Sino que lo diga el kirchnerismo, al que declararon (declaramos) muerto y ahora está a las puertas de volver al poder.

Pero nada se corrige si primero no se admiten los errores. Esconder los votos, agitar a los mercados, lanzar profecías catastróficas no es un buen camino para quienes se dicen republicanos que combaten el autoritarismo.