¿Será la reforma de la Constitución provincial una instancia para repensar y redefinir con cierta profundidad aspectos interesantes de la forma en que nos organizamos, nos reglamos y nos proyectamos como sociedad? ¿Podrán construirse los consensos políticos necesarios para eso cuando ni siquiera hay acuerdos sobre el reglamento? ¿O se limitará a convertir en letra de la Carta Magna lo ya acordado en la ley de necesidad de la reforma, tema reelecciones incluido, y acomodar dentro del nuevo texto organismos que no existían cuando se aprobó la Constitución vigente en 1962? 

Dos de los temas en los que este dilema y la capacidad de innovación de los convencionales se pondrá a prueba son la autonomía municipal, una cuestión en la que Santa Fe está en deuda desde que se reformó la Constitución nacional en 1994, y el fortalecimiento institucional y político de las áreas metropolitanas, fundamentalmente la del Gran Rosario, donde viven un millón y medio de personas. 

Dos protagonistas clave del proceso constituyente que tendrá su punto cúlmine en la Convención que comenzará este 14 de julio son el intendente de Pérez, el peronista Pablo Corsalini, y el diputado provincial socialista Joaquín Blanco. Ambos convencionales electos coincidieron en algo que a esta altura es verdad de Perogrullo: que el desarrollo de Rosario no puede pensarse sin su entorno, y que la reforma constitucional es la oportunidad para darle un estatus institucional y capacidad de resolución política a esta región que ya existe en los hechos. 

En una conversación para Desde la Redacción, el podcast de Rosario3 que se podrá escuchar completo desde este domingo, plantearon la necesidad de crear los mecanismos e institutos para llegar a una gobernanza compartida que aborde cuestiones estratégicas como seguridad, transporte, salud pública, vivienda, política ambiental y salud. Para ello, la apuesta es convertir el actual Ente de Coordinación Metropolitana (Ecom) en un organismo representativo, con poder político y de decisión reales, capacidad de decisión y carácter vinculante, para fijar reglas comunes y defender los intereses del conjunto ante el Estado provincial.

Autonomía y salto de escala

“Rosario ya fue autónoma. La Constitución progresista de 1921 planteó con claridad la autonomía municipal, pero la del 62 la borró de un plumazo porque fue pensada para concentrar poder en un momento de gran inestabilidad institucional”, sostiene Blanco.

El diputado Joaquín Blanco, convencional de Unidos.

Desde entonces, Rosario funciona como una ciudad grande con normas que le quedan chicas. Puede elegir su intendente por voto directo, pero en muchos aspectos carece de las herramientas constitucionales que le permitan organizar su destino sin depender de la voluntad de los gobiernos provinciales de turno. A eso se suma una realidad más compleja: Rosario es hoy el centro de una metrópolis viva y desigual, con una expansión urbana que desborda cualquier límite político-administrativo.

Corsalini, que gestiona desde hace una década el municipio de Pérez, lo expresa sin vueltas: “Pérez no se piensa sin Rosario, sin Funes, sin Soldini. Creer que gobernamos una isla es un error. La autonomía de Rosario solo tiene sentido si incluye una mirada regional”.

Tanto Corsalini como Blanco sostienen en que discutir autonomía sin discutir recursos es una trampa. “La madre de todas las batallas es la coparticipación”, dice el intendente de Pérez. “Autonomía sin recursos es inviable. Hoy los municipios invierten en seguridad, en salud, en educación. Y lo hacen con recursos que no siempre alcanzan. Necesitamos reglas claras, previsibilidad financiera y una redistribución más justa”, reclama.

Blanco apunta a otro problema estructural: “La Constitución Nacional del 94 reconoció la autonomía municipal, pero lo hizo en un clima neoliberal. La lógica era que cada territorio compitiera por las inversiones. Esa idea de autonomía como sálvese quien pueda fracasó. Lo que proponemos ahora es distinto: autonomía para cooperar, no para competir”.

Pablo Corsalini, intendente de Pérez y convencional por el peronismo.

La mancomunidad

En esa misma línea de institucionalizar lo que hoy se sostiene en acuerdos que pueden resultar frágiles y ser desconocidos por algunos actores, Blanco introduce un concepto que amplía la mirada: el de mancomunidad. “Después de toda la experiencia de autonomía en Argentina, que muchas veces fue frustrante o quedó en lo electoral, lo que impulsamos desde el socialismo es un modelo en el que las decisiones se tomen lo más cerca de la gente, pero en un concepto de cooperación entre ciudades, no de competencia”, explica.

Y agrega: “Hay que dejar atrás esa lógica de cuál municipio cobra menos impuestos o atrae más inversiones. Lo que necesitamos es pensar la región como una comunidad de intereses. Por eso hablamos de mancomunidad: una forma de organizarnos que nos permita planificar, resolver problemas estructurales y compartir responsabilidades en temas como el transporte, el uso del suelo o el ambiente”.

La mancomunidad supera la concepción administrativa: es una herramienta para la equidad territorial y la eficiencia en la gestión pública, un modelo que ya tiene antecedentes en otras provincias y que ahora podría consolidarse a través de la nueva Constitución santafesina.

El “hermano mayor”

 

Uno de los diagnósticos más repetidos en el diálogo entre ambos dirigentes es, en el esquema actual, la dependencia de la región con la voluntad política de Rosario. “Quedamos siempre sujetos al hermano mayor –advierte Corsalini–. Si Rosario convoca, si Rosario decide, si Rosario quiere, podemos avanzar. Pero si no, no. Eso tiene que cambiar”.

Blanco introduce otro asunto importante, que aunque no lo nombre tiene directa relación con los cortocircuitos que los últimos años hubo con Funes: “No puede ser que un intendente decida autoexcluirse del área metropolitana de Rosario. Hoy, eso pasa. Necesitamos instituciones vinculantes que obliguen a todos a sentarse a la mesa de decisiones. Porque lo que pasa en una cuadra de Rosario impacta directamente en la vereda de enfrente, en Pérez”.

Calle Las Palmeras. De un lado Rosario, del otro Pérez.

“Avenida Las Palmeras divide Rosario de Pérez. Y sin embargo, según de qué lado vivas, podés tener servicios públicos, normativas, condiciones de vida completamente diferentes. ¿Cómo se sostiene esa desigualdad con un concepto de ciudadanía democrática?”, abunda.

El legado de Lifschitz

Hay un nombre que aparece a la hora de pensar cuál es el camino: Miguel Lifschitz. Ambos entrevistados lo mencionan como uno de los pioneros en pensar la región desde una lógica metropolitana moderna. “Miguel fue el que impulsó el Ecom como herramienta de coordinación real entre ciudades”, recuerda Corsalini.

El Ente de Coordinación Metropolitana de Rosario nació con esa ambición: planificar a escala regional, más allá de los límites municipales. Y, desde el punto de vista de Corsalini, logró diseñar políticas de largo plazo. “Se hicieron los planes estratégicos de 26 localidades, se definieron cinco grandes obras de impacto regional, se proyectaron corredores urbanos y conectividad territorial, se pensaron zonas industriales, se consensuaron modelos de crecimiento urbano”.

Miguel Lifschitz le dio impulso al Ente de Coordinación Metropolitana (Ecom).

“El Ecom fue una herramienta técnica de altísima calidad, que permitió a comunas chicas y ciudades grandes trabajar con indicadores comunes, con urbanistas, con herramientas reales de planificación”, sostiene Blanco. Pero aclara: “Le faltó lo más importante: una gobernanza vinculante y democrática. No podía obligar a nadie. Y por eso terminó dependiendo de la voluntad del intendente de turno. Si había voluntad política, el ente funcionaba. Si no, se apagaba”.

Como casos virtuosos, mencionan el programa Girsu (Gestión Integral de Residuos Sólidos Urbanos) y obras financiadas a través de créditos internacionales, como la intervención sobre la ruta 11 y el puente en Granadero Baigorria. “Son ejemplos concretos de lo que se puede hacer cuando la región actúa de forma coordinada. Pero también son ejemplos de lo que se frena cuando esa coordinación no tiene sustento institucional”, apunta Blanco.

Parlamento metropolitano

Corsalini propone avanzar hacia la conformación de una instancia parlamentaria metropolitana. Un ámbito de encuentro de los concejales de todas las ciudades del área metropolitana en la que se puedan generar consensos sobre temas comunes. “Rosario no puede tener una ordenanza para remises y Pérez otra. Hoy, un remís de Pérez no puede levantar pasajeros en Rosario. Es una locura”, plantea.

La idea no es crear cargos nuevos, aclaran, sino generar herramientas para tomar decisiones conjuntas sobre el uso del suelo, el transporte, el ambiente o la infraestructura.

“No hay forma de resolver el desarrollo del área metropolitana desde Rosario en soledad. Pero tampoco puede hacerlo el gobernador desde Santa Fe”, subraya Blanco. “Tiene que haber una representación institucional del área metropolitana, con voz y voto en las decisiones estratégicas”.

Para eso, una alternativa es crear una autoridad o representación política regional que tenga injerencia en las decisiones provinciales. ¿Aceptará Santa Fe delegar ese poder? “Hay dos que delegan: el gobierno central y también el municipio. Pero es una pérdida de poder relativo para la gobernanza de un bien común, en la cual no va a ser verificable el rédito político para una gestión en particular. Porque es cambiar el eje hacia el desarrollo”, dice el diputado.   

Transversalidad y consenso 

 

Si hay una palabra que se repite en toda la conversación es “consenso”. En tiempos de polarización política y descreimiento social, tanto Corsalini como Blanco apuestan a que la Convención Constituyente pueda ser un espacio diferente, donde el diálogo cruce partidos y territorios para poder fijar rumbos perdurables.

“Lo que estamos discutiendo acá, no lo vamos a cambiar en la Convención. Porque esto mismo ya lo hablamos con muchos intendentes y presidentes comunales, y hay coincidencia en que es necesario avanzar”, asegura Corsalini.

Blanco asiente desde su experiencia legislativa: “Estoy convencido de que este tema va a lograr un amplio consenso, incluso más allá de los bloques políticos. Ya se empieza a hablar con naturalidad de regionalización, de gobernanza democrática, de institucionalizar lo que hoy depende de acuerdos informales”.

Ambos creen que una clave es abrir la participación, escuchar a la sociedad civil y romper con la lógica de la política hablándose a sí misma. “Si pensamos una reforma de la Constitución desde la política para la política, vamos a fracasar”, advierte Corsalini. “Pero si construimos poder social y colaborativo, podemos salir fortalecidos”.

¿Y la autonomía de Rosario?

¿No es contradictorio hablar a la vez de autonomía para Rosario y regionalización al mismo tiempo? ¿Debe ser autónoma la ciudad o la región? Blanco sostiene que no y plantea un sentido moderno de la autonomía rosarina. “Tenemos que resetear el modelo de Estado local. Rosario fue pionera en la salud municipal, en la primera infancia, en la innovación urbana. Ahora puede ser pionera en otra cosa: en un modelo de gestión pública que combine inteligencia artificial con cercanía, participación ciudadana y cuidado”.

Para el legislador de Unidos, la autonomía no es solo una disputa por competencias, sino la posibilidad de ir hacia un modelo más democrático y cercano. “Hoy podemos evaluar con cinco estrellas a un repartidor de delivery. ¿Cómo no vamos a poder evaluar a un funcionario municipal?”, plantea.

La oportunidad

Otro fantasma rodea el proceso. ¿No hay riesgo de que se reactiven viejas tensiones entre Rosario y Santa Fe como las que tuvieron lugar, por ejemplo, en los tiempos de La Liga del Sur a principios del siglo XX o durante la gestión provincial de Carlos Reutemann en los años 90? Blanco disipa dudas: “Ya no se trata de separarse, sino de sumar. Para que la provincia de Santa Fe sea la locomotora del país, el área metropolitana de Rosario tiene que ser su motor. Y ese motor necesita herramientas institucionales”.

“La provincia de Santa Fe solo será invencible si se construye desde lo colectivo. Si pone los pies en el territorio, y deja de pensar solo en el poder que se ejerce desde arriba”, afirma Corsalini.

El desafío es que la reforma constitucional no sea apenas un aggiornamento institucional sino un verdadero salto de escala que permita salir de lo que no funciona y potenciar las posibilidades de desarrollo. Será eso y no una reelección más o menos lo que le dará sentido profundo y duradero, más allá de quién encabece los gobiernos de turno. En ese camino, a la hora de pensar a Rosario y su área metropolitana, no hay lugar para el aislamiento sino para la planificación y el cuidado del conjuntos. Nadie se salva solo.