El nuevo Papa no se refugia en la austeridad. Vuelve al palacio. León XIV decidió reinstalarse en el corazón mismo del poder vaticano: el histórico departamento del tercer piso del Palacio Apostólico. Retorna a la suite pontificia, con sus diez salones, su vista al río Tíber y sus pisos de mármol del siglo XVI. Es un gesto. Y en el Vaticano, los gestos escriben doctrina.
¿Un regreso al pasado? No exactamente. León XIV no parece un Papa nostálgico, sino un institucionalista con visión de futuro. Su modo de operar será interno, jerárquico y directo. Entiende que el tiempo que viene exige menos símbolos y más conducción. Menos gestos y más tablero.

Hay quienes se incomodaron al enterarse de que se reabrirán los baños del Palacio y se cambiarán los muebles del escritorio papal. Pero lo esencial no está en la decoración. Está en el mensaje: el Papa vuelve al centro de mando. Se hace cargo. Toma las llaves. Porque gobernar el Vaticano desde una habitación de hotel -como lo hacía Francisco- tiene épica pero también límites.
Instalarse en el Palacio Apostólico no es volver al barroco: es volver al centro. Es abrazar la dimensión institucional del papado con todas sus letras, sin pedir disculpas. Lejos de esconderse detrás de la modestia performática, León XIV se muestra dispuesto a ejercer el rol en su plenitud: jefe de Estado, cabeza de una diplomacia milenaria y líder espiritual de 1.400 millones de personas.
La elección de su nuevo vehículo tampoco pasó desapercibida. Dejó atrás el Fiat blanco de Francisco y eligió una VW Multivan azul oscuro, híbrida y blindada. ¿Qué significa eso? Que el gesto no es austeridad ni lujo, sino eficiencia con sentido estratégico. El nuevo papamóvil es la metáfora de su estilo: sobrio, moderno, sin perder control. Ni ostentación ni humildad absoluta: funcional y simbólica.
Con León XIV no hay concesiones, ni guiños tibios. No es ambiguo. Tampoco con la comunidad LGBT. Si bien afirmó que nadie debe ser excluido de la Iglesia, la frase inaugural sobre la familia no fue improvisada: fue escrita, leída y publicada en su primera intervención diplomática. La familia como unión entre hombre y mujer, la defensa del no nacido, el cuidado de los ancianos y la crítica abierta al aborto.
Un mensaje hacia afuera y también hacia adentro. En tiempos de relativismos, León marca territorio con precisión romana.

Ya dejó también otras señales claras: propuso al Vaticano como sede de negociaciones de paz en la guerra entre Rusia y Ucrania. Su apuesta es que Roma vuelva a ser capital no solo de la fe, sino de la política internacional sensata. La diplomacia vaticana -una de las más antiguas y mejor entrenadas del mundo- podría volver a jugar un rol clave si se abriera una nueva ventana de diálogo, más allá de la que aconteció esta semana en Estambul.
Su primer viaje apostólico será a Turquía -León XIV viajará este martes- cumpliendo así el último deseo de Francisco: conmemorar el Concilio de Nicea junto al Patriarca Bartolomé. Un evento crucial en la historia de la Iglesia cristiana. Un gesto fuerte para unificar las ramas del cristianismo y posicionar al Vaticano como jugador global en tiempos de guerra.
Además Prevost abrió lazos hacia el mundo judío, tras los roces generados durante el final del papado de Francisco por el conflicto en Gaza. Por eso, el presidente israelí Isaac Herzog asistió a la entronización y afirmó que invitará al Papa a visitar Tierra Santa para “iniciar un nuevo capítulo” en las relaciones entre Israel y el Vaticano.

Mientras tanto, la relación con su país natal tuvo un contrapunto feroz -en marzo de 2025- con el vicepresidente J.D. Vance. Éste defendió las políticas de deportación masiva afirmando que el Estado debe priorizar a sus propios ciudadanos. El entonces cardenal le respondió con un tuit que expresaba que “Jesús no nos pide jerarquizar el amor por otros”.
La tensión no es nueva: cuando Trump cursaba su primer mandato, Prevost ya había apoyado denuncias contra la separación de familias migrantes. El mensaje de León XIV es nítido: la doctrina católica no se ajusta a la retórica nacionalista, aunque venga envuelta en símbolos religiosos. Probablemente por ese motivo el magnate decidió que tenía cosas más importantes que hacer antes que ir a la entronización de su compatriota. Aunque sí asistió su vicepresidente.
La agenda del nuevo pontifice incluye también inteligencia artificial, cambio climático, desigualdad y desplazamiento laboral. Desde el primer día advirtió que la IA no puede quedar en manos del lucro y la desregulación, porque amenaza derechos humanos fundamentales. Para Prevost, los algoritmos no son neutrales: pueden discriminar, manipular, concentrar poder y reemplazar personas sin ningún tipo de control moral.
En paralelo, reforzó el compromiso con la lucha ambiental, especialmente con la Amazonia, una causa que vivió en carne propia durante sus años en Perú. Para el pontifice, la justicia social y la justicia climática son inseparables. Así como también la defensa de la dignidad humana, tanto digital como ecológica.
Estos temas serán probablemente la columna vertebral de su pontificado.
Las luces del tercer piso del Palacio Apostólico, esas que estuvieron apagadas durante más de una década, volvieron a encenderse. No es una postal del pasado, sino un aviso del presente. Allí -entre frescos del Renacimiento y pisos de mármol- se prepara un papado que no esquiva el poder, sino que lo ocupa. Es que León XIV no vino a pastorear desde el margen. Vino a tomar el timón desde el centro. Como los tiempos lo piden. Como los leones lo hacen.