Más de diez años atrás, en San Lorenzo y Ovidio Lagos, el realizador audiovisual Diego Fidalgo encontró muchas fotos viejas de mujeres tomadas en distintos rincones de la ciudad. Eran imágenes en blanco y negro o sepia, asomadas de un contenedor de basura rebasado. Los sellos judiciales impresos en los reversos lo llenaron de preguntas. Comenzó a indagar y dio con su autor: Alberto Felipe Chaume, un abogado santafesino, funcionario público, que habitó el edificio de esa esquina entre los 60' y los 90'. Allí, en su casa, organizaba fiestas sexuales en las que participaban exponentes de la alta sociedad local a cambio de dejarse fotografiar por el letrado, quien enriqueció un archivo personal con más de 25 mil escenas pornográficas.

La utilización de chicos menores de edad en las sesiones lo llevaron a la cárcel. En 1982, la Justicia de Rosario le probó cinco hechos de corrupción de menores de entre 12 y 18 años, otros cuatro de menores de entre 18 y 21 años, mayoría de edad por entonces, y lo acusaron también de desnaturalización de cheques. Lo condenaron a cuatro años dado que tenía 70 años. Cuando lo detuvieron por segunda vez, a los 84 años, encontraron otra vez miles de fotos, cientos de revistas y videocasetes, pero no menores y lo tuvieron que liberar. Chaume había empezado a pedir documentos para entrar a su casa.

Fidalgo plasmó su investigación en el documental El origen del pudor estrenado en 2015, material del que se nutrió, profundizó y amplió el escritor Fabián Bazán en su libro Caso Chaume: el mayor pornógrafo argentino (CG editorial. Editorial Ciudad Gótica), que será presentado el jueves 15 de mayo a las 18.30 en la sala de la Cooperación, San Martín 1371. En diálogo con Rosario3, el autor de Chegasé, Insumisas y La Reyna en la aldea y de la tríada de libros sobre el Club Rosario Central (El Gigante de Arroyito. La verdadera historia, De Chiquito Yo Te Vengo a ver. Rosario Central Para Canayitas, La Década Infame. Rosario Central 2000-2010), contó por qué decidió abordar la vida de este abogado a quien consideró un libertino que osó desplegar una vida sexual particular en medio de una de las épocas más oscuras de la historia local. Un personaje del pasado que, sin dudas, interpela las contradictorias formas de la sociedad actual: “Hoy, la gente diría «Ay, qué horror», pero cerraría la puerta de su casa y se pondría a mirar youporn en su tablet”; polemizó.

–¿Cómo fue tu contacto con el caso Chaume? 

–El de Chaume fue mi primer caso cuando entré como empleado del Poder Judicial de la provincia, el 2 de mayo de 1983. Esa mañana me anunciaron que tenía que ir a la tarde para catalogar y organizar las 24.000 fotos que quedaban de las 27.000 originales, porque se habían llevado varias. (Digresión: los empleados judiciales firmamos antes de ingresar que estamos las 24 horas a disposición de la Corte, sin cobrar horas extras). Así que durante diez o quince días tuvimos que ir todos los empleados del Juzgado durante cuatro horas a la tarde a ver las fotos que había sacado Chaume. 

Yo conocía el tema porque en su momento (el año anterior) había sido un boom en la ciudad: no bajó de la tapa de La Capital y La Tribuna hasta el 2 de abril, que se produjo Malvinas. Y Raúl Granados, en El Clan, que era mi programa de cabecera, le daba manija todos los días porque había gente importante en las libretas que tenía Chaume, y él hacía humor con eso.  

–¿Por qué decidiste escribir al respecto?

–Cuando publiqué el libro de la llegada de Queen a Rosario me puse a buscar un tema de la historia de la ciudad del que no hubiera nada publicado y en una reunión de amigos empecé a contar la historia (que siempre garpó muy bien, porque es un tema con el que todos se prenden) y ahí me di cuenta que tenía una historia.  

Chaume junto a su esposa Beatriz.

–¿Vos habías visto El origen del pudor?¿ Hubo allí un disparador?

–Yo había visto el documental de Diego Fidalgo cuando escribí sobre Mónica Castagnotto, la artista plástica que fue censurada por exponer en el Castagnino su collage sobre vírgenes y vaginas, porque Diego también muestra ese tema en el documental. A él fue al primero que recurrí cuando decidí escribir el libro; la generosidad de Diego (a quien yo no conocía) no tiene límites, así que se puso a disposición mía para lo que necesitara. El libro está dedicado a su generosidad, y su documental se puede ver a través de un código QR que está en la contratapa del libro, así que es una especie de dos por uno.

–Después de investigar, ¿qué sensaciones y conceptos tenés acerca de Chaume? 

–Lo primero que hay que aclarar es que Chaume, además de haber sido un bocho en temas impositivos en su juventud, era un pornógrafo. Pornógrafo es el que produce pornografía. Y eso no era delito antes ni es delito ahora. Sí es delito la corrupción de menores, la trata con fines sexuales, las relaciones no consentidas, etc. Pero la producción de pornografía consentida no es delito. La pornografía existe desde el origen del hombre: hay libros hindúes muy anteriores a Cristo donde se muestran relaciones sexuales entre diferentes dioses y existen manuales de sexo en varias culturas antiguas. Lo que pasa es que el mundo fue cambiando y con él la pornografía. 

Un antropólogo llamado Bernard Arcand dice que “es pornográfico lo que la sociedad determina como tal”. Hoy el Marqués de Sade no terminaría preso por escribir sus libros sobre Justine, por ejemplo. Chaume era un tipo al que le gustaba sacar fotos a gente que iba voluntariamente a su casa a sabiendas de lo que iban a hacer, porque era una condición que él les imponía a los hombres que llevaba: “Vos vení, no pagás nada, te espera una chica, pero antes te tenés que dejar fotografiar”. Y la gente iba. Y estamos hablando de gente con dinero, con poder, con apellido. 

La esquina de Lagos y San Lorenzo en donde vivió Chaume.

En un momento, aparentemente (recordemos siempre que tanto el expediente como la totalidad de las pruebas fueron destruidas), las mujeres comenzaron a envejecer, a tener kilos de más, y dejaron de ser apetecibles para estos señores. Suena espantoso contado así, pero así fue. Y, entonces, Chaume comenzó a recurrir a chicos que estaban más dispuestos a debutar sexualmente sin tener que pagar nada y sin importarle a quien tenían abajo suyo. Si no hubiera habido menores, lo hubieran tenido que liberar, como ocurrió en su segunda detención, en 1997.

En cuanto a mi opinión sobre Chaume, es ambigua, porque por un lado no existió una sola prueba de que algo de todo lo que pasó durante 40 años hubiera sido forzado, ni siquiera con los menores. Todo estaba consensuado y, aparentemente, todos disfrutaban. Pero cuando metió a menores en el asunto se condenó solo porque eso está tipificado como delito, y yo (defecto profesional) siempre estoy a favor del cumplimiento de las leyes. 

De todos modos, el menor con el que yo hablé (que hoy tiene 65 años) tiene la imagen de Chaume como un abuelito bueno que le permitió hacer algo que de otra manera no hubiera podido, sobre todo en esa época. 

Fotografía de Chaume cuando fue apresado.

–¿Cuánto hay en su conducta de un clima social opresivo? Sin contar los casos de abuso sexual cometidos, se puede advertir que llevaba una vida muy por afuera de las normas de la época, incluso estando casado. 

El tipo iba a hacer las compras por el barrio y todo el mundo le decía “Adiós, doctor”, “¿Cómo le va doctor?”, pero cuando llegaba a su casa tenía un hobby que terminó siendo dañino por la inclusión de menores. Obviamente que estamos hablando de una sociedad diferente a la actual: cuando lo detuvieron él admitió que todo lo que encontraron en la casa era su trabajo de 40 años, o sea que empezó a comienzos de la década de 1940. Entre el 40 y el 82 pasaron dictaduras y gobiernos más o menos conservadores, pero la sociedad se regía básicamente por lo que decían “las fuerzas vivas de la ciudad”, que en Rosario eran la Iglesia (y su brazo comunicacional, La Liga de la decencia), los militares y el diario La Capital, que imponía agenda. Tené en cuenta que hasta mediados de los 70 el Código de Faltas de Rosario prohibía a las mujeres andar en pantalones. Claro que era un clima social opresivo. 

En medio de eso, evidentemente Chaume era una mente más libre y fugó para ese lado. Quizás porque, como decía Gabo Ferro, “no se fuga uno para atrás / se fuga para adelante”. En cuanto a la mujer, es una historia de telenovela, porque siempre declaró que lo quería mucho y que ella hacía todo lo que él quisiera, incluso participar en juegos sexuales con otros hombres. Fue detenida el mismo día que su esposo, pero a ella la largaron a la semana porque no se la encontró en ninguna foto con menores de edad. Y se murió cuatro meses después de tristeza. Literalmente.  

La primera foto que halló Fidalgo en el contenedor de basura.

–¿Considerás que actualmente tendría el mismo impacto un caso asi? 

–La clase media argentina en general es bastante hipócrita, y quizás para afuera se espantaría y diría “Ay, qué horror”, pero cerraría la puerta de su casa y se pondría a mirar youporn en su tablet. No sé, la verdad. El caso fue raro por múltiples factores, y la prensa lo agrandó bastante también. Yo lo defendería con todas mis ganas porque, reitero, nunca se encontró una sola prueba de que las cosas no fueran consensuadas, pero los menores son un límite que no se puede pasar. 

–¿Qué nos dice Chaume de la sociedad rosarina?

–Pobre Chaume, qué se yo qué nos dice. Yo sinceramente creo que él era un tipo que disfrutaba mucho de lo que hacía, que estaba convencido que prestaba una especie de servicio social (aunque ese no fuera su propósito) y era un pésimo fotógrafo pero un extraordinario coleccionista. Nunca voy a entender cómo una mente brillante como él (cosa que todos reconocen), y abogado, no se dio cuenta que no tenía que meter a menores de edad en el asunto. La historia hubiera sido mucho más divertida (la comisión de un delito le quita todo sesgo de humor), él hubiera vivido más tranquilo y, seguramente, Beatriz no se hubiera muerto de tristeza. A lo mejor nos hubiera dicho que fuéramos felices siendo libres, pero que pidiéramos documentos.