El Observatorio de la Deuda Social de la UCA le puso, a fines de junio, título y número a esa sensación que las clases media y baja de nuestro país sufren desde hace varios meses: la mitad de los hogares argentinos sufren “estrés económico”, o sea tienen la percepción de que sus ingresos totales no alcanzan para cubrir los gastos básicos habituales y sostener sus patrones de consumo, además de la obvia imposibilidad de generar ahorros.

Esta situación, que angustia y endeuda, entra en nítido contraste con los indicadores macroeconómicos que el gobierno de Javier Milei viene presentando como sus logros de gestión: la baja de la inflación, la merma de la pobreza y la tenue reactivación de algunos sectores de la economía. Y les genera a las familias de la porción inferior del tejido social la sensación de que en sus números personales no hay nada para festejar, lisa y llanamente porque no llegan a fin de mes. 

Juan Ignacio Bonfiglio forma parte del Observatorio de la Deuda Social, un centro de investigación, extensión y formación de recursos humanos de la Universidad Católica Argentina cuyo objetivo es estudiar, evaluar y monitorear el estado del desarrollo humano e integración social en nuestro país. Y el investigador admitió este desajuste entre una perspectiva macro y una micro de la economía.

“Es cierto que si nosotros ponemos el ojo en determinados datos, como el índice de inflación, el que mide la pobreza interanual o el crecimiento de algunos sectores de la economía argentina, ha habido una mejoría en este año y medio. Pero también hubo un cambio importante en la estructura de precios relativos de los servicios que impactan fundamentalmente en ciertos sectores sociales como las clases medias y bajas, que son los que se vieron más golpeados durante todo este proceso”, comentó en el inicio de su análisis.

Precios que subieron y otros que nunca bajaron

 

Según Bonfiglio, “hubo un incremento fuerte en precios como servicios, transporte, medicina prepaga, educación privada que en términos relativos de todos los demás precios de la economía han tenido un salto muy alto. En cambio, los precios de los alimentos han subido menos, inversamente de lo que sucedía hasta fines de 2023, donde los precios de los alimentos eran el componente que más marcaba los incrementos. Pero siguieron siendo muy altos”.

De este modo, la estructura de gastos de las familias se tensionó: ese resto que antes tenían para pagar la comida, vestirse (convalidando precios altísimos, es cierto) o ahorrar, ahora se va por otra puerta: tarifas que por años fueron “pisadas” por los subsidios y otras que crecieron porque las empresas de distintos rubros tuvieron vía libre para hacerlo. Y con un componente más: los sueldos que ya no tuvieron paritarias revitalizadoras.

Las relación de las familias argentinos con el dinero, en tensión.


“Claramente, ese es otro componente: que los salarios no han registrado una mejora. En términos de recuperación, fueron sólo algunos sectores determinados los que lograron mejorar sus condiciones, mientras que otros las empeoraron. ¿Quiénes tendieron a mejorarlas? Principalmente los trabajadores del sector privado registrado y los vinculados a determinadas actividades, como el sector energético y el financiero. En cambio, los trabajadores del sector público, los que prestan servicios educativos y los trabajadores del sector no registrado se encuentran bastante rezagados”, indicó el especialista.

“Quizás uno puede pensar que antes de que los salarios comiencen a recuperarse y los precios relativos alcancen el equilibrio, es necesario ordenar ciertas cuestiones, como por ejemplo el déficit fiscal. Pero también es cierto que para que dinamizar la economía necesitás, entre muchas otras cosas, una infraestructura moderna: por ejemplo, rutas para transportar la riqueza que deriva del campo. O el desarrollo de la industria. Y este gobierno ya ha manifestado que de todo eso no se va a encargar. Entonces no está muy clara cuál es la estrategia que está por detrás”, razonó.

El criterio de medición de pobreza, bajo la lupa

 

Otro tema que Bonfiglio tocó en diálogo con el programa Punto Medio (Radio 2) fue el relacionado al criterio utilizado por Indec para medir la pobreza, que podría generar algunas imprecisiones: “Que quede claro que no estamos cuestionando los datos, pero sí podríamos llegar a cuestionar algunos aspectos de la metodología. Partimos de que la medición de pobreza oficial en la Argentina toma los ingresos de los hogares en función de si alcanzan o no a cubrir el valor de una canasta básica. Si el total de los ingresos de ese hogar alcanza para cubrirla, el hogar no es pobre; si está por debajo de esa línea, sí. Ahora, cuando vos tenés niveles de inflación tan altos como los que tuvimos en el año 2023, eso puede generar ciertas distorsiones en la medición”.

“Por ejemplo, uno de los aspectos que señalamos es que cuando se pregunta por los ingresos, se registran los del mes anterior; mientras que la canasta que se toma es la del mes corriente. Esto no debería generar problemas si tuviéramos niveles de inflación bajos, pero cuando tenés niveles de inflación del 20% mensual, hay un desfase muy importante. En definitiva, esto podría haber derivado en que la pobreza haya estado sobrestimada en determinados momentos y subestimada en otros por culpa de estos desfases. Por ende, si bien es claro que hubo un descenso de la pobreza media por ingreso, probablemente este descenso no haya sido tan espectacular como pareciera”, comentó.

“Además hay otro tema: si nosotros medimos la pobreza por ingresos, estamos dejando de lado un montón de cuestiones que pueden ser muy relevantes. Por ejemplo, en el último informe veíamos que había un montón de hogares que no se encuentran en condición de pobreza, pero que no pudieron acceder al medicamento que necesitaban porque no les alcanzaba. Hay muchos países que ya tienen mediciones que articulan estos dos aspectos o que son multidimensionales, que toman estos criterios más directos de medición y nosotros lo tenemos también documentado”, concluyó.