La indiferencia electoral del último domingo de junio fue un factor que se repitió en todas las zonas de la ciudad. Del 72.9% de los rosarinos que votaron en las generales del 2015, en los últimos comicios se hicieron presentes apenas el 48.1%. En términos nominales esto representa unas 200 mil personas menos. Pero hubo dos zonas en donde el no voto fue todavía superior, hasta diez puntos más que el promedio. ¿Qué pasó y cómo están esos barrios en donde la apatía y el desencanto ganaron terreno?
Las escuelas Gesta de Mayo, de barrio Cristalería y la Juana Blanco de Ludueña, fueron dos de los locales electorales donde menos gente fue a votar. En la primera lo hizo apenas el 38% de los vecinos habilitados para hacerlo y en la segunda el 42%. Emplazadas en dos barrios muy distintos, ambas comparten un entorno similar, donde el Estado intenta mostrarse presente, pero sin despertar el entusiasmo de los vecinos.
“Este pozo lo hicieron hace unos días, el pavimento estaba muy roto y lo quisieron arreglar, pero se encontraron con que había un caño roto y tuvieron que romper todo para repararlo", comenta preocupada una vecina. El gran pozo está exactamente frente al ingreso de la primaria Gesta de Mayo que, por el receso invernal, no tiene su movimiento habitual.
Cristalería parece un barrio entrado en años al que se le hace un mantenimiento para ralentizar su deterioro. Las calles tienen rastros de algunos arreglos y en la mayoría de las cuadras hay contenedores, pero muchos de ellos fueron vandalizados y la basura se acumula alrededor.
La indiferencia que se percibe al recorrer el barrio, es lo que se materializó en las pasadas elecciones. “Ya en las Primarias la asistencia había sido baja y ahora pasó lo mismo. Somos una escuela grande, pero el domingo estuvo muy tranquilo durante todo el día, había mucho desgano”, remarcó una docente a la que le tocó participar de ambas jornadas electorales.
“El desinterés un poco se venía manifestando cuando una hablaba con los padres de los chicos". Para la maestra, lo que se vive en el barrio es una especie de círculo vicioso: “Ese desinterés no se transformó en un voto bronca, directamente no vinieron a votar”.
A unos ocho kilómetros de Cristalería, ya en barrio Ludueña, en las inmediaciones de la Técnica 473 “Juana Elena Blanco”, quedan restos de lo que aparenta haber sido un basural crónico. Donde antes se acumulaban las bolsas de basura, ahora hay mesas y bancos de cemento. A la vuelta también pusieron un lugar de descanso y un espacio para hacer actividad física.
“Yo solo voté para Presidente”, aseveró una mujer de unos 35 años que empuja con dificultad sobre un cochecito en el que traslada a su hijo. Asegura que nadie de su familia fue a votar. Su pareja, que camina a su lado, cuenta que tampoco fue, pero porque le tocó trabajar.
Sobre esa misma calle, un local angosto y profundo oficia de minimercado. Su dueño recuerda el enojo de sus clientes en los días previos a la elección. “La mayoría de los que venía a comprar te hablaba con enojo de que había que ir a votar. Te lo planteaban como una obligación y no como un derecho”, razonó.
“Yo vivo acá pero tengo domicilio en Villa Gobernador Gálvez y ese domingo agarré el auto y fui a votar, porque es mi deber. Pero acá la mayoría tiene la sensación de que nunca cambia nada”, agregó mientras atendía.
Atenta a la conversación, una vecina que entró al almacén también sumó una experiencia personal: “Cuando le dije a mis hijos que tenían que ir a votar, uno me preguntó «¿para qué?»". Y la verdad es que no encontré ningún argumento para contradecirlo. Terminaron no yendo, yo fui porque es una obligación hacerlo”.
A diferencia de Cristalería, donde la deserción parecía responder a un desinterés generalizado, en Ludueña lo que prevalece es el desencanto. Algo que antes les generaba ilusión o esperanza de que algo cambie, ahora genera enojo de que eso no pase. Podría considerarse como un paso previo a la apatía.