En este sentido, una disciplina ha irrumpido con fuerza en el terreno infantil, tal y como hiciera para los adultos: el yoga. El yoga está de moda y no solo entre los adultos. A priori puede parecer mentira que tengan la paciencia, atención y concentración que exige esta práctica, pero no son pocos los centros y expertos que apuestan por una integración desde la infancia.

A partir de los 7 u 8 años es una edad adecuada para iniciarse en el yoga. Claro que la dinámica no es exactamente igual que la que seguramente conozcas. En el caso de los niños con una sesión de 30 minutos será suficiente, habrá más repeticiones y menos tiempo de mantenimiento de la postura.

¿Cómo es una clase de yoga para niños?  

Ante todo, es un espacio de juego, donde aprenden posturas como la tortuga, la montaña o el árbol, que les permiten sentir descanso, paz, fuerza y equilibrio. Es un espacio de canciones con las que aprenden historias. Es un espacio de cuentos en los que los protagonistas tienen sus mismos retos, como aprender a no compararse, que destacan la importancia del esfuerzo, o como gestionar un enfado o a hacer volar su imaginación. Es un espacio con momentos de silencio donde una historia (visualización) les ayuda a desarrollar la creatividad e interioridad. Es un espacio de sentidos donde se oye, se ve, se huele, se toca y se siente.

Es importante que ellos sean los que prueben y decidan si quieren continuar y que las correcciones se hagan de una forma lúdica, para que no acaben sintiendo frustración o rechazo. El objetivo es todo lo contrario. Esta práctica les ayuda a rebajar la tensión, tranquilizar su sistema nervioso, equilibrar el carácter y calmar su mente, además de mejorar su capacidad respiratoria y la elasticidad en músculos y articulaciones.

¡Namaste!