El frío y seco título hiela la sangre. Conmueve el alma. Nos sacude el corazón. Murió Carlovich. El Trinche. Quizás el ultimo romántico de un mundo utópico que ya no veremos y nos duele. Por el Trinche, su abrupto final, su prematura partida y por lo solos que nos vamos quedando sin uno de los nuestros.

Carlovich fue un cornisa de galera y bastón. Pierrot de sábados mágicos e interminables. Misa pagana con un Rey de pantalones cortos y medias bajas. Donde la fecha del ascenso, Central Córdoba, el rival de turno, el árbitro o el clima de la jornada eran apenas un pretexto para verlo jugar a él.

Fue el mismísimo Loco Bielsa el que dijo que por 4 años y de manera consecutiva no se perdió partido del Trinche. Porque de eso se trataba la historia. De verlo al Trinche. Disfrutar de su andar único (Nijinsky con botines y en la zona sur). Como aquel inolvidable sábado en que olvidó llevar su documento con el que firmaba la planilla. Sin el bendito carnet, no podía jugar. Fue allí que saltó un dirigente del club rival, el mismo que podía tomar la ventaja de enfrentar a Central Córdoba sin su as de espada. Para sorpresa de casi todos, el referente rival dijo; “Que juegue igual, nosotros nos hacemos cargo: hace un año que estamos esperando que el Trinche venga a jugar a nuestra cancha, mirá si nos vamos a perder semejante oportunidad y espectáculo”.

Carlovich despertaba en todos lo que era él. Sorpresa. Sorpresa para salir con un caño de ida y vuelta. O para volverse de Mendoza, donde estaba contratado, porque algo no le cerró. Trinche nunca supo lo que pudo ser, lo que se perdió. ¿Se perdió? Vivió con mucha calma y paz interior, como su trajín en la mitad del campo.

Su prematuro final nos rompe el cuore. Todos los potreros del planeta lo estarán llorando en algún rincón del alma. Allí de donde Carlovich salía con un caño, de ida y vuelta, por las dudas. Y cabeza levantada. Pase largo o gambeta humillante, pero clarificadora. Con conceptos siempre colectivos. Lo que en la jerga futbolera decimos “para el equipo”. Con el desparpajo mismo de un cornisa que evidentemente tuvo como misión maquillarnos los sábados con flores y jugadas. Artista under sin pretenderlo.

¡Chau Trinche! Me queda como recuerdo bello la última nota que te hicimos para Testigos del tiempo, un programa especial que salió por la pantalla del El Tres y que tenía como subtítulo “Leyenda eterna”. Ya lo eras. De ida y vuelta. Como aquellos caños.