El literalismo en el mundo twitter convierte a la red en una cloaca. Se pierde humor, buenos deseos. ganas de reír. Hay un linchamiento voraz. Ganas de cagarse a trompadas por mirarse feo con emoticones truchos. Granjas de trolls y militantes de todos los “ismos” escriben escondidos en perfiles falsos. Tiran piedras, esconden manos. Un grito arrebatado en una tribuna, con peluca y bigotes postizos, disfrazado de otro. Es raro. El fin es herir como en un juego. Uno de los que paga por esto me confesó alguna vez que hay ganadores reales en esas peleas. Que el sistema sirve: “un mecanismo útil porque es lento y difícil volver de la injuria”. 

Trinchegate. Estamos muy susceptibles todos. El sábado amanezco con una batería de fotos del Palomo Lescano en mi celular. Mucha gente en la cancha de Central Córdoba. Se estaban convocando para despedir a Carlovich, el Trinche, el mejor de los hombres que haya pasado por ese lugar. El ídolo muerto (“asesinado” clamamos desde la tribuna del dolor) cuando miserables le roban su bicicleta. 

Gratificado por el obsequio fotográfico hago veloz una crónica twitter. Un par de textos de 140 caracteres, fotos y video, dolido a la distancia por algo cruel e inentendible: que nos maten por la bici. Hombre grande y bueno. Mito sencillo. Asesinado por un símbolo inmenso. La bici. 
Algo así: “El dolor, la horrible excepción de la cuarentena". Ahora, mañana del sábado, en las gradas del Gabino Sosa, se despide al Trinche Carlovich. Su crimen será otro puñal en una Ciudad que no puede salir del peligro y sus asesinos. (Y ahí las fotos de mi amigo Palomo Lescano)

El segundo texto acompañado con las imágenes del descalabro. Una multitud en la tribuna:“Un aplauso. Lágrimas. Que importa estar cerca. Un abrazo. La puta pandemia y esta cuarentena del orto. Hubo un rebelde a sus 74 que montaba en su bici sin drama al miedo y la calle. Nunca la comodidad. Hijos de Puta los que hacen de este mundo un lugar de mierda”.

Texto busca gambeta. Crónica arrebatada en una mañana de dolor. 

Cataratas de reacciones. Si bien fueron textos muy replicados y celebrados soy de los que se queda siempre con los abucheos. Un médico del Heca me tilda de irresponsable. Otros piden que renuncie al medio por arengar la convocatoria. Uno llega a pedir un encuentro personal para dirimir la diferencia (por “sina”). Una señora sin apellido clama por la “imputación y condena” por no sé que cosa. Todo empantanado. Hay pocas identidades reales pero la misma misión: ganar el juego. 

“Pibe, elegíbien el lugar desde donde querés mirar lo que vas a escribir”, decía el Flaco Briguet (gran profe de mi formación siglo XX en la UNR). 
Mirar las fotos de un dolor enorme y escribir. Dolor que tal vez para muchos sane antes que el fin Pandemia. 

La mirada incompleta. ¿Qué mira el cronista en esa foto? La violación a la cuarentena de quienes doloridos fueron a despedir al ídolo asesinado por un ladrón de bicicletas. O el dolor del asesinato a un ídolo real que llevo a muchos a abrazarse, violar la cuarentena y así arriesgarlo todo. 
Elegir el lugar desde donde mirar. Y que lleguen los insultos o las palabras bonitas. Aquellas por las que peleamos toda la vida.