“A menudo pienso si, como especie, no hubiese sido posible armar todo esto de otro modo. Que la estructura entera - trabajo, horarios, vínculos postergados - fuese distinta. Me sabe a poco dedicar a los míos el fin de semana. Dos días prestados, con el cuerpo presente y el cerebro partido entre notificaciones y el intento honesto, pero fallido, de estar ahí. Y entonces pasa un mes. Otro. Y mientras tanto, vamos aflojando el vínculo con quienes nos son más afines, mientras nos desgastamos en tolerar y complacer a personas que nos importan muy poco. Se nos pudre la intimidad. Y aparece la pregunta: ¿esto era vivir?”
Claudia Cuevas Santiago
La salud mental está saliendo poco a poco del closet. Son muchos los artistas que decidieron romper el silencio y contarle al mundo que la vida de felicidad extrema que plasman las redes sociales esconde ataques de pánico, miedo y soledad. Recientemente, el músico Chris Martin alzó la voz y puso en boca de todos una enfermedad que muchos padecen- a escala mundial, son 280 millones de personas- pero casi nadie pronuncia y está envuelta en incomprensión: la depresión.
Una persona llorando o tirada en la cama. Esa es la forma de ilustrar la psicopatología que en la actualidad habita en uno de cada cuatro argentinos, según el último estudio realizado por el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica. Pero, en realidad, la depresión va más allá del llanto y tiene muchas otras caras y formas de manifestarse.
“Cuando hablamos de depresión como psicopatología hablamos de la pérdida del deseo, una desazón profunda, la ausencia del interés por la vida”, explicó la psicoanalista Irina Escalante a este medio. Y agregó: “La persona con depresión tiñe todo de gris, las representaciones del mundo y de sí mismo se vuelven oscuras. Hay un desamparo de sentido y aparece la culpa”.
Dentro de los tipos de depresión existente, la profesional de la salud mental nombró al menos cuatro. Por un lado, lo que desde el psicoanálisis llaman carácter depresivo donde se adopta como estilo de vida y prevalece el sentimiento de “no hay salida”. También existe la depresión por duelo cuando se pierde a alguien, algo o un ideal y se pone en juego la capacidad de volver a amar o desaparece el interés por el mundo exterior.
A la más severa que puede provocar ideas suicidas y un gran reproche con uno mismo se la nombra como depresión mayor. Pero Escalante mencionó también la depresión blanca, un concepto de André Green, psicoanalista francés, que “se presenta como una ruptura radical de lazos con personas, actividades, creencias. Ni siquiera el sufrimiento se hace presente, no se siente nada y por eso es peligroso, porque no se puede ayudar a alguien que no se expresa”. Para ejemplificar mejor esta idea, la analista citó la canción Anhedonia de Charly García.
“No siento nada
Nada más en mí
No tengo que volver
Sangre en la calle, calle
No hay que vivir así…”
Según la Organización Mundial de la Salud, en la última década la depresión incrementó su prevalencia en un 18 por ciento. El malestar va en aumento y abraza a todas las edades sin discriminar: el 48,64% de los participantes de un estudio realizado en marzo de este año por la UBA confirmó niveles de ansiedad entre moderada y severa y el 40,27% de los participantes dijo que vive con depresión entre moderada y severa.
El 51,14% considera que se encuentra atravesando una crisis y solo mil de ellos especificó el tipo de crisis: el 45,09% mencionó problemas familiares, el 45%, económicos -ingresos bajos, deudas- y el 38,55%, una crisis vital. Luego hubo quienes señalaron problemas de pareja, duelo, vocacional, identidad, por violencia de diferentes tipos (familiar, género, laboral) y migración.
La era de la inmediatez y la productividad está haciendo estragos en la salud mental. “La autoexigencia es un caldo de cultivo para la depresión”, indicó Escalante quien describió que el trastorno en cuestión usa “máscaras” para expresarse. “Por ejemplo, la bronca excesiva o el enojo puede estar tapando una depresión o una profunda angustia; la extrema vagancia, a veces tiene que ver con una decisión que toma la persona y otras veces no puede hacer nada, no hay motivación. Eso es depresión camuflada y en lo cotidiano lo normalizamos, pensamos que es un rasgo de carácter común y detrás hay una patología. El humor es otro mecanismo de defensa para tapar la tristeza”, detalló.
Sobre los motivos de esa angustia que avanza sin pedir permiso, la analista señaló una crisis simbólica. “Las instituciones que son las que tienen la función de alojar y generar sentidos y promover proyectos trascendentales de la vida, están en riesgo. Se debilitan con el desfinanciamiento y la degradación que se les da desde el discurso político”, indicó y agregó: “Un proyecto es lo que nos separa de la idea de la muerte, de la falta de sentido, del vacío”.
Es marzo de 2019 y Antonella lleva días desconectada de su entorno. El dolor fue aumentando rápido y en silencio. Está cocinando y no encuentra un ingrediente. Las emociones la desbordan. Se pregunta si vale la pena seguir viviendo así: sin movilizarse por la angustia, la indignación o la alegría. Responde que no e intenta matarse. “Miré alrededor, vi a mi gata y mi perra y llamé al 135. Me atendieron con mucha calma, me pidieron que respire y tenga registro de lo que estaba sucediendo y con esos pensamientos dejé la idea así”, indicó. Unos días después, un cambio de planes entre amigos “me hizo perder la cabeza” y volvió al plan de quitarse la vida. Rompió el silencio y recibió ayuda. “Viéndolo en retrospectiva entiendo que esos episodios no fueron el inicio, varios meses antes había perdido todo lo que me caracterizaba. Me di cuenta de que tenía terror de salir de mi casa que estaba en pleno centro de la ciudad de La Plata. Y no podía hacer eso, salir de mi casa”, recordó y sumó: “Para mi la depresión es un lugar. Es el lugar más horrible que me tocó habitar. Es un pozo sin fondo”. Abril tiene 22 años, es estudiante de medicina y por esa misma razón identificó que era necesario acudir a un profesional de la salud mental. “Tenía conductas pasivo agresivas con mis vínculos, ganas constantes de llorar y no necesariamente tirada en la cama como muchos ilustran la depresión, frustración total ante el mínimo fracaso universitario, constantes ganas de abandonar todo y también empecé a mentir con respecto a dónde y cómo estaba para alejarme de la gente que quería”, señaló. En la actualidad está en tratamiento, otro tema que sigue arrastrando estigma. “La mirada de la sociedad, la suposición de incapacidad y muchas veces la invisibilización de la patología porque «no pareces depresivo» es terrible y no ayuda con la recuperación”, indicó. “Yo sobrevivía, no vivía”, dijo a Rosario3 Antonela de 31 años que de a poco fue recuperando el sueño, las ganas de comer y de verse a ella misma con amor luego de un largo recorrido de terapias y pastillas para equilibrar emociones. “Creo que la depresión es una enfermedad mental, que afecta tanto psicológica como físicamente. Es dolor, angustia, pérdida de disfrute, falta de registro, de energía. La gente confunde mucho la depresión con acostarse y no poder levantarse pero lo haces igual porque es una obligación. Socialmente falta mucho todavía y en lo laboral es muy difícil”, explicó. “Creo firmemente que la mente puede crear imperios, y también destruirlos. Es un arma muy poderosa, y la tenemos que cuidar, proteger y alimentar para que siempre pese más crear, que destruir”, cerró. Las tres historias mencionan lo mismo: la angustia disminuye cuando se pone en palabras. Que la depresión esté en el lenguaje diario le saca peso y culpa. Ese es el primer paso pero ¿cómo plantear el dolor cuando lo que vende es la felicidad instantánea? ¿Se puede decir basta a un mundo que cada día exige más? ¿Cómo nos hace sentir esa demanda sin límites? ¿Qué lugar le estamos dando a la angustia que despierta postergar deseos por no llegar con la plata o el tiempo? “Silvia Bleichmar habla de vejez prematura, donde explica que la melancolía que antes aparecía en la tercera edad por la tristeza de lo que no se pudo alcanzar en la vida y tampoco se podrá, aparece ahora en los jóvenes por el exceso de libertad que se promueve de la mano del desamparo y el abandono”, apuntó Escalante y agregó: “No estamos sufriendo solos, es humano y colectivo pero hay que hablar de esto”. Despojar de vestigios al tratamiento farmacológico podría ser el siguiente paso. “Es fundamental, cuando la patología te incapacita para seguir. El procedimiento psiquiátrico sigue haciendo ruido porque está embestido de mitos que se arrastran generacionalmente, hay que terminar con eso”, reclamó la analista. Si bien no existe una receta para acompañar a una persona que está sufriendo depresión, en medio de la escasez de tiempo y paciencia, frenar un rato para implicarse en ese otro que sufre podría ayudar, “siempre que haya deseo de hacerlo porque eso se siente”, cerró la analista. Para consultas de Salud Mental, se sugiere acercarse al Centro de Salud más cercano a su domicilio donde se podrá recibir atención y asesoramiento si requiere derivación a otro efector. En una situación crítica propia o de alguien cercano se puede acudir a la Guardia General de un Hospital, o llamar a la línea 107, que depende de la Secretaría de Logística Integrada y Articulación de Redes (SeLIAR). Asistencia telefónica gratuita a personas en crisis o con riesgo de suicidio 0800-345-1435 desde todo el país
" Aparece la pregunta: ¿esto era vivir?”