Pavarotti en La Scala, Gassman recitando al Dante, Mastroianni o Sacristán o Carella o Alfredo Alcón en plenas tablas. Betty Elizalde y Apo en la radio leyendo, Quique Pesoa diciéndolo casi cantado (nada fácil). Guerrero “pauseando” (más difícil todavía), la Perle franeleando, Rina y Beba locutando. Víctor Hugo (Barrilete cósmico de qué planeta viniste) relatando. Serrat y Zitarrosa o Mercury o Robert Plant cantando y el “Polaco” fraseando hasta calar todos los huesos del alma. Porque con Goyeneche, los huesos se llenan de alma.
Hoy, 16 de abril, es el Día Mundial de la Voz.
La verdad, no reparé en el porqué de la fecha, leí por ahí que era el día mundial de la voz y rápido me deje llevar. Será porque uno vive de ella. Quizás porque esa sonoridad toca la fibra justa, la arteria exacta, el conducto rápido que acelera todos los latidos. Y ahí andan todos. Todos los que penetraron en mi propia sensibilidad. Acariciándome el cuore. Cobijándome el espíritu. Invitándome a un vuelo que con el correr de los años se me fue volviendo infinito e indescifrable.
Y allí anda la voz de Aliverti (mezcla de encanto y látigo) cada sábado a la mañana. O Darío Grandinetti iluminando corazones de oscuros lados con poesía iracunda y fértil. La cálida voz del “Pinocho” Mareco que sonaba como de tipito “de acá a la vuelta nomas”, sencillo y bonachón. Sabio sin quererlo ser. El aguardentoso decir en la noche profunda de Castelo haciendo dupla con Dolina cuando todo era “Demasiado tarde para lágrimas”. O el flaco Antonio Carrizo en aquellos mediodías tirando a siesta pueblerina (sagradas por cierto), diciéndonos que “la vida es canto”. “La vida y el canto”. Y Alterio gritando a los cuatro vientos “La puta que vale la pena estar vivo”.
Luppi puteando. La China histriónicamente jetoneando. Mientras Beto Brandoni (tono cínico y socarrón) cuenta las tres empanadas que se acaba morfar. Y Jacques Brel estremeciéndome, aunque todavía no se una puta palabra en Flandes. Eso mismo me sucede con Johnny Cash y Becaud. Y Aznavour y Lennon y Kurt Cobain y Brian Johnson de AC/DC y Brando en El Padrino o Sebastian Koch el poeta de la Alemania Oriental en “La vida de los otros”.
Hoy es el día de la voz. De todas las voces. Como la de mi abuela María que salía a la vereda de la calle Moreno al 300 en mi dulce pueblito para decirme/gritarme: “A tomar la leche”. Allí por un rato se suspendía el partido que se jugaba en la canchita de la escuela (justo-justo frente donde vivíamos) esa que todavía está (la cancha). La que desapareció es mi casa y también mi abuela, aunque de ella recuerdo nítidamente su voz. Su llamado, nuestras charlas, sus entrañables historias sobre memorables películas que había visto en el viejo cine Cervantes de su Firmat natal. La vieja me juraba y perjuraba que “El mamarrachito mío”, el Negro Oscar Casco se lo decía a ella y no a la Hilda Bernard. Eran los tiempos de los radioteatros. Cuando la vida y los sueños eran esas voces que salían de ese raro aparatito de madera invitando a sentir y soñar.
Yo siento cuando Tom Waitts canta con su voz rota de noches y adioses. O con el loco Dylan y su indescifrable tono de nariz casi tapada y cabeza abierta. Me emociona hasta el llanto Mercedes (Sosa) y Teresa (Parodi). Víctor (Heredia) y León (Gieco). Pero también mi primo Guillermo Ortolani (hoy en Quilmes) haciendo “A mis amigos” de Cortez. Un solo tono de ese Guille me regresa de inmediato a las peñas de los miércoles en la pizzería de mi infancia donde el “Beto” Alberto Luis Paolucci regalaba su sabia pasta de canto al viento. O Franco Moscatti cantando nuestro inicio de transmisión, diciendo con Edgardo Raponi por los caminos. Mientras el “Pepe” Jose Taljame anda preguntando con tono Sabinero "si amanece por fin".
Hoy es el día mundial de la voz y a esta altura ya no sé porqué lo de la fecha y menos como llegué hasta acá.
Pero llegué. Algo me trajo. Quizás atraído por el encanto de un tono, de un tiempo. De un instante. Ese que rápidamente se puebla de voces que inundan mi alma y estremecen mi corazón.
Gracias voces! Gracias!
Dicho por alguien que vive de ella.
* Por Jesús Emiliano, relator de fútbol y conductor de Rosario Deportes, Hora Cero y La Tribuna de los Sueños en Radio 2