Como en todo debate pedagógico, no hay una única respuesta. Mientras algunos sostienen que las tareas vacacionales ayudan a mantener rutinas y no perder aprendizajes, otros creen que representan una sobrecarga innecesaria que atenta contra el bienestar de niñas, niños y adolescentes.
Argumentos a favor: continuidad, hábito y repaso
Quienes defienden la tarea durante las vacaciones suelen hacerlo desde la idea de que el aprendizaje es un proceso continuo, que no debería interrumpirse bruscamente. En este sentido, las tareas —especialmente si están bien pensadas— podrían funcionar como un modo de consolidar lo aprendido o preparar el terreno para lo que vendrá.
“Un descanso absoluto de la actividad intelectual puede provocar retrocesos, especialmente en los niveles inicial y primario”, explica Silvia Gutiérrez, docente e investigadora en psicopedagogía. “Un cuadernillo liviano o propuestas que impliquen lectura, escritura o pensamiento lógico pueden sostener ciertas habilidades sin transformarse en una carga”.
También hay quienes apelan al valor de la rutina. Algunas familias, especialmente en contextos donde la organización diaria depende mucho de la estructura escolar, encuentran en la tarea una forma de mantener ciertos hábitos. “Nos ayuda a que no pierdan completamente el ritmo y sigan ejercitando la cabeza, aunque sea un ratito por día”, opina Marcela, madre de dos alumnos de primaria.
Argumentos en contra: descanso real, salud mental y aprendizaje informal
Del otro lado, muchos profesionales de la educación ponen el foco en la importancia del descanso verdadero. La tarea escolar, dicen, puede interferir con el tiempo que los chicos necesitan para desconectarse, relajarse, disfrutar y, sobre todo, aburrirse un poco (lo cual también es creativo).
“Las vacaciones tienen una función reparadora”, afirma Mariana Torres, licenciada en Ciencias de la Educación. “Cargar ese tiempo con más exigencias es desconocer el valor pedagógico del juego libre, de la exploración no dirigida y del descanso emocional. No todo lo valioso se aprende con una consigna y una carpeta”.
Además, hay una crítica frecuente a la calidad y pertinencia de muchas de las tareas enviadas durante el receso: suelen ser extensas, repetitivas y poco estimulantes. En ocasiones, terminan generando tensión familiar, discusiones en casa y una asociación negativa con el aprendizaje.
Nuevas miradas: tareas opcionales, desafíos lúdicos y aprendizaje en movimiento
En los últimos años, se han ensayado alternativas que buscan un punto intermedio. Algunas escuelas ofrecen cuadernillos voluntarios, propuestas de lectura compartida o actividades creativas (dibujar, hacer una entrevista a un familiar, escribir un diario de vacaciones, visitar un museo, etc.).
También crecen las iniciativas de aprendizaje no formal, donde las vacaciones se aprovechan para estimular la curiosidad de manera más libre: talleres, campamentos, recorridos por la ciudad, espacios culturales, juegos con perspectiva pedagógica.
“La clave es no perder de vista el sentido”, resume Torres. “Si la tarea suma, acompaña y despierta algo, bienvenida. Si es solo para cumplir, mejor no”.
En resumen: tarea en vacaciones, ¿sí o no? Depende. Del enfoque pedagógico, del contexto familiar, de la edad del estudiante, del tipo de tarea y, sobre todo, de su propósito. Quizás el desafío no sea prohibir ni imponer, sino diseñar propuestas más flexibles, creativas y significativas que acompañen a las infancias también en su tiempo libre.