De hecho, aprender en la tercera edad no solo es posible, sino altamente beneficioso para la salud cognitiva, emocional y social.

El cerebro, una máquina en constante cambio

Durante mucho tiempo se creyó que el cerebro envejecía inevitablemente y que, pasada cierta edad, aprender algo nuevo era casi una misión imposible. Sin embargo, la neurociencia actual demuestra lo contrario.

El concepto clave es la neuroplasticidad, es decir, la capacidad del cerebro para reorganizarse, formar nuevas conexiones neuronales y adaptarse a nuevas situaciones a lo largo de toda la vida. Estudios de la Universidad de Harvard y el Instituto Max Planck, entre otros, han comprobado que la plasticidad cerebral continúa activa en adultos mayores, especialmente si se los desafía intelectualmente.

Beneficios que van más allá del conocimiento

Aprender un idioma, tomar clases de historia del arte, meterse con la tecnología o simplemente empezar a escribir son acciones que mejoran la memoria, la atención y el estado de ánimo. Según la Asociación Americana de Psicología (APA), las personas mayores que se mantienen mentalmente activas tienen un 30% menos de riesgo de desarrollar enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer.

Pero no todo pasa por lo cognitivo. Participar de actividades de aprendizaje también mejora la autoestima, la motivación personal y fomenta el contacto social, algo clave para evitar el aislamiento, un factor de riesgo para la depresión en adultos mayores.

Lo importante no es el ritmo, sino el rumbo

Está claro que no se aprende igual a los 25 que a los 70. Pero eso no significa que el aprendizaje sea menos valioso. Solo hay que adaptar los métodos y los tiempos. Los adultos mayores suelen tener mayor capacidad de análisis, mejor comprensión lectora y una riqueza de experiencias que potencia la reflexión. Lo que quizás pierdan en velocidad, lo ganan en profundidad.

Además, aprender en esta etapa de la vida muchas veces está motivado por el deseo personal, no por obligación. Y eso marca una gran diferencia: cuando hay ganas reales de aprender, el proceso es mucho más significativo.

Una apuesta educativa que debe crecer

Cada vez más instituciones educativas, centros culturales y universidades ofrecen propuestas para mayores de 60. Sin embargo, aún hay mucho por hacer para democratizar este derecho. La educación a lo largo de toda la vida debería ser parte de las políticas públicas: aprender no debería ser un lujo ni una excepción en la tercera edad.

Como bien resume la pedagoga brasileña Nilda Alves: “El adulto mayor que aprende, no solo desafía estereotipos, sino que construye presente y futuro con su historia, su deseo y su derecho a seguir creciendo”.