En el corazón del centro rosarino, de forma coordinada y sin espamento, se congregan decenas de investigadores científicos, becarios doctorales y posdoc, personal de apoyo técnico y administrativos, cada día desde hace una década, en el sexto piso del edificio vidriado y moderno de ingreso por calle Corrientes de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Como engranajes en una torre de Babel simbólica, todos ellos trabajan en la construcción de conocimiento de esta región, a la par de las líneas de investigación en torno a estudios literarios, artísticos, cultuales e históricos.
Son 40 investigadores, 27 becarios, cuatro asistentes y una persona administrativa quienes componen el Instituto de Estudios Críticos en Humanidades (Iech), que depende de Conicet Rosario y de la Universidad Nacional de Rosario. Entre otras varias líneas de investigación, hay una que interviene de manera transversal en todo el instituto, y que además de propiciar un trabajo interdisciplinario inusitado hasta ahora, se ofrece como servicio a la sociedad (ver apartado) y ya realizó archivística sobre instituciones como los museos San Carlos (de San Lorenzo), Rosa Galisteo, Julio Marc y el de la Ciudad Vladimir Mikielevich, Biblioteca Vigil, Casa Fracassi, el Monumento a la Bandera y la secretaría de Cultura municipal. En torno a personalidades, se trabajó y se trabaja en los archivos privados de Mario Levrero, Daniel García, Noemí Escandell, Graciela Carnevale, Lelio Zeno, Claudia del Río y Angélica Gorodischer.
El Iech cuenta con este proyecto “madre” que, si se piensa de manera coloquial cuál es su valor, se trata de una política de democratización de los archivos. Un repositorio de repositorios. Todo digital. Formalmente se llama Proyecto Unidad Ejecutora (PUE) y consiste en “Políticas y usos del archivo: producción, interpretación y puesta en valor de archivos históricos, culturales, artísticos y literarios de los últimos dos siglos”, según reza el título formal en el sitio web de Conicet. A partir de su creación cinco años atrás, se sumaron capacidades en infraestructura y capacitación del personal de apoyo, y se fueron diseñando protocolos para organizar y poner en valor cada archivo, y la producción de conocimiento que genera desde entonces, es siempre desde este lugar litoral del mapa.

Entre computadoras, impresoras, afiches enmarcados y archivos físicos, la luminosa sala principal del instituto cobijó durante algo más de una hora a unas 15 personas. La gran mesa rectangular en su centro, fue el espacio en el que participaron un mediodía soleado, para compartir con Rosario3 sobre esta experiencia enriquecedora para propios y ajenos, para plasmar en algunas líneas la compleja maquinaria metodológica de su producción de conocimiento local y regional.
La directora del Iech, Sandra Contreras, tiró la primera piedra. Recordó que “con el correr de los años desde la creación del PUE, se articularon los distintos equipos de investigación, para la producción de conocimiento, colaborar en el relevamiento, la clasificación y la descripción de esos archivos que requiere de técnicas específicas y científicas para producirlos de cero con actores de la ciudad y la región. Es una manera de contribuir a la construcción colectiva de la memoria. Funciona como un puente de servicio a la comunidad de su patrimonio intangible, y que está a disposición para un uso concreto por parte de la sociedad”.
La producción de un archivo digital conlleva, si se puede esbozar una forma resumida, un trabajo que puede llevar años de organización de todo el contenido que llega al Iech, la clasificación y descripción, la digitalizacion (no necesariamente en ese orden) de ese contenido con un sistema de etiquetado, y finalmente la puesta a disposición al acceso público. Pero cada tratamiento de archivo es artesanal, ya que dependerá mucho del tipo, cantidad y calidad de su contenido, de su formato (digital o físico) y del objetivo que tiene el contratante del servicio.
La doctora en Humanidades y Artes e investigadora de la línea de Literatura y Vida, Irina Garbatzky, precisó: “Fuimos entendiendo que el archivo además de ser un documento tiene que ver con todo este 'saber hacer' que se pone en práctica, y las relaciones que se generan, como la demanda desde la comunidad hacia la institución. Al ir sabiendo que existe acá una experticia respecto del armado y la sistematización y la organización de archivo, muchos artistas nos fueron pidiendo que los ayudemos en la conformación de sus archivos también. La conclusión que yo saco después de todos estos años es que el archivo efectivamente es una red, no solamente de documentos, sino de prácticas, relaciones, comunidades y políticas”.
“Lo que producen las ciencias humanas y las sociales es la creación de redes, que son vitales, una comunidad necesita eso para vivir. Yo creo que este proyecto de usos del archivo tiene que ver con esa creación de redes vitales en la vida de una comunidad”, agregó Contreras.
La doctora en Letras (UBA) e investigadora de la línea de Estudios Culturales, Mónica Bernabé, aseguró por su parte: “Estamos produciendo un conocimiento colectivo regional descentralizado, en un país muy poco federal y capitalocéntrico, y creo que es muy meritorio. En el Iech fue un proceso largo, incluso con tensiones, porque no necesariamente estábamos todos de acuerdo al comienzo sobre cómo pensar el archivo, en un desempeño profesional transdisciplinar, porque este instituto comprende las artes, filosofía, educación, lingüística, historia, entre otras carreras”.

Laura Catelli es investigadora de la línea de estudios poscoloniales en el Iech, y es doctora y máster en Estudios Hispánicos en la Universidad de Pennsylvania (Filadelfia, Estados Unidos). Precisó que “en Iech hay aspectos de garantía ética de guarda, disponibilidad y accesibilidad en cada archivo. Estos servicios que se prestan públicamente aquí, si se realiza en un lugar privado, sería muy oneroso. Y al ser de Conicet, con su accesibilidad, pareciera que el trabajo que hacemos sea por una especie de vocación, y no. Es mucho el trabajo que se hace como servicio a la ciudadanía”, destacó.
Un puntapié hacia la IA a partir del archivo de Mario Levrero
Entre otros archivos, la referente del Iech Contreras recordó con emoción la donación de la biblioteca del escritor de origen uruguayo que vivió en Rosario, Mario Levrero, a través de sus familiares. Entre los papeles fue entregada su computadora personal, con el cuidado sobre su vida privada que esto conlleva. Y recordó que “a partir de ese proyecto, se comenzó a trabajar con archivos que ya eran nativos digitales en origen. A partir de ahí el instituto promovió la creación del Laboratorio de Humanidades Digitales para al tratamiento de archivos que ya venían nativos digitales”. El repositorio que se encuentran desarrollando utiliza una tecnología llamada Atom (por Access to Memory), y es la misma que usa el Archivo General de la Nación y otros organismos de preservación. “La infraestructura es de código abierto para que puedan ser replicables. Esta permite desde la digitalización de un material (en el caso de que no sea ya un nativo digital), su preservación en formatos estandarizados, asegurando así que ese archivo no va a sufrir alteraciones, con copias del mismo en distintos formatos y en distintos lugares geográficos para su preservación. Y tiene también una forma de recuperación a través de una página web”, desglosó Contreras. Fue entonces que el personal de apoyo, Vicente Tuset, explicó: “Estamos en una primera etapa, y el laboratorio tiene dos patas muy fuertes: la preservación digital y la visualización de esos datos. ¿Cómo hacemos luego para recuperar y también cómo hacemos para que esos datos no solo sean visibles, sino que esa visibilidad nos dé una información? Nuestro último proyecto implica la aplicación de Inteligencia Artificial y especialmente de grandes modelos de lenguaje para el procesamiento de toda esa masa de datos, para la extracción de sus características relevantes, sus relaciones, los actores implicados y el tagueo (etiquetado) de todo eso para una busqueda efectiva”. Consultado sobre cuáles son las tecnologías que utilizan, Tuset precisó que aplican “instalaciones de Deep Seek y modelos de lenguaje como Llama 3.1, que se puedan instalar de forma local”. Un ejemplo de archivo nativo digital son los mails, y sobre esto precisó: “Es evidente que los mails no se pueden curar. Implicaría una cantidad de horas de trabajo, de gente leyendo durante un montón de tiempo, revisando esa primera lectura. Al aplicar Inteligencia Artificial, igual hay que observar hasta qué punto es fiable. Siempre pensando en la localía de las infraestructuras porque trabajamos con material sensible, ya que no es una tarea que se pueda dar al servidor de Google que me lo devuelve procesado”. En ese marco, destacó el caso del archivo de la escritora rosarina Angélica Gorodischer, cuya biblioteca fue donada por sus familiares a la Biblioteca Argentina “Juan Álvarez”, pero su archivo digital fue entregado al Iech, y ahora está empezando a procesarse. “Esto lleva un tiempo a veces prolongado, porque son documentos muy masivos”, aseguró Tuset. Por su parte el doctor en Historia (UBA), Ignacio Martínez, explicó que a partir de las redes que se fueron tejiendo de colaboraciones desde el Iech con entidades públicas y privadas, “se puso en movimiento una maquinaria que fue generando una demanda de parte de la comunidad. Se ramificó mucho más allá del proyecto original”. Esto lo vivió en su experiencia como historiador, y lo compartió: “Teníamos una línea de investigación sobre un archivo eclesiástico del Arzobispado de Paraná. Y desde el archivo del Convento de San Carlos, en San Lorenzo, que tiene uno de los archivos más antiguos, de un acervo extenso entre fines del siglo XVIII y el siglo XIX. Si hay algún lugar que haya registrado durante más de 100 años la actividad de esta zona, es ese convento, porque no había mucha población. Es un archivo fenomenal, pero estaba totalmente descuidado y mal administrado. Una persona que es egresada de Historia nos consultó cómo puede organizar ese archivo, y terminamos haciéndolo en conjunto, con el repositorio Atom, y con fondos de Fundación Williams”. Las líneas de investigación en el Iech continúan activas, y sus investigadores relatan con optimismo sobre la experiencia en estos años de aprendizaje interdisciplinario a través del PUE. Pero en paralelo padecen y se preocupan en torno al ajuste presupuestario: sin finaciamiento, sueldos adecuados ni becas, se interrumpe la continuidad en líneas de investigación y, por ende, se produce un desincentivo hacia la profesión científica como opción de vida, decidiendo muchos becarios e investigadores renunciar o pedir licencias sin goce de sueldo para continuar su carrera en instituciones de otros países o entidades privadas, lo cual impacta en los institutos del Conicet de todas las provincias actualmente y hacia el futuro. Esto se suma a que en todo este tiempo no ha habido altas en la carrera del investigador científico en ninguno de los Centros Científicos Tecnológicos del país, por lo que (considerando números de renuncias, licencias, jubilaciones, despidos y fallecimientos), los registros oficiales del organismo nacional indican que la planta de personal ha disminuido a lo largo del año y medio en más de 1000 personas. El director de Conicet Rosario, Guillermo Labadie, compartió con este medio los registros totales del personal, y explicó que entre el mes de diciembre de 2023, en que asumió el nuevo gobierno nacional, y el pasado mes de junio de 2025, en el Centro Científico Tecnológico de Rosario hubo 20 renuncias (ocho de personal administrativo, seis personal de carrera de investigador y seis becarios), y otras 11 licencias sin goce de sueldo (siete investigadores y cuatro personal de apoyo, que son técnicos especializados para soporte en las investigaciones). A los 20 renunciantes y los 11 que tomaron licencia, se suma que otras diez personas se jubilaron, dos administrativos fueron despedidos en el marco del ajuste, y un tercero fue trasladado a otro CCT. En total, en Conicet Rosario el personal se redujo con 44 trabajadores menos que hace un año y medio. Santiago Liaudat, docente e investigador de la Universidad Nacional de La Plata y referente de la Mesa Federal por la Ciencia y la Tecnología, precisó en una entrevista a la Agencia CTyS de Ciencia, Tecnología y Sociedad sobre el desfinanciamiento en torno a las becas: “Es un recorte brutal en la cantidad de becas otorgadas en 2024 respecto al año anterior: un 54 por ciento menos en las doctorales, pasando de 1300 a 600, y casi un 40 por ciento menos en las posdoctorales, yendo de 800 a 500. Además, se discontinuaron las prórrogas de 250 becas posdoctorales 2021-2024. Más de 1000 jóvenes científicos, que se formaron durante más de una década con un gran esfuerzo de todos los argentinos, quedaron fuera del sistema”. Liaudat y su colega Gabriel Bilmes escribieron un artículo en la revista Ciencia, Tecnología y Política en el que reconstruyeron el origen y los alcances del término “cientificidio”. Allí mostraron que, si bien existen algunos antecedentes internacionales, el concepto comenzó a utilizarse durante el gobierno de Mauricio Macri, por el ajuste sobre el sector. No obstante, precisaron que fue durante el actual gobierno de Javier Milei que alcanzó su mayor difusión, incluso en la prensa internacional y en revistas especializadas. En torno a este panorama, el becario doctoral y profesor de Letras Bernardo Orge destacó que “son muchos los investigadores que están atravesando esta situación de incertidumbre sobre su futuro profesional, que están atentos a convocatorias del exterior. Pero que se vayan implica que aquí se inició un proceso de construcción de conocimiento situado que se puede perder total o parcialmente por este tipo de políticas”. La propia directora del Iech compartió su malestar, ya que a la par de la desfinanciación es notorio el discurso social instalado en contra del propio sistema científico: “Estamos recibiendo hostigamiento constante a la actividad de la investigación científica, y es evidente que el agujero del país no pasa por ahí. El único objetivo de políticas de este tipo es romper la red. Esa red que justamente se construye desde las ciencias humanas”. Ariadna Palos es una de las últimas becarias en Letras en ingresar en el Iech, ya que al panorama de recorte de becas y de presupuestos y salarios congelados, se suma el problema de la demora en la efectivización de incorporaciones. La joven analizó con malestar que “todo esto, si se piensa solo en términos monetarios es, en todo caso, una pérdida de dinero estatal", porque el Estado invirtió en su formación para que luego los investigadores pongan su fuerza de trabajo y su conocimiento en la comunidad local. A su lado, Macarena Farías, otra de las jóvenes becarias recordó que el ingreso en ambos casos fue “accidentado”, siete meses después de la fecha pautada, “luego de haber atravesado evaluaciones con el mismo criterio y rigurosidad de las otras disciplinas que funcionan bajo el Conicet. Somos las más nuevas acá incorporándonos con un componente de incertidumbre muy grande”. El vicedirector de Conicet Rosario y del Iech, Cristian Molina, destacó que dicha entidad del Conicet participó con los homenajes a los poetas que salían del propio archivo audiovisual del Festival Internacional de Poesía Rosario (Fipr), y recientemente se hizo una muestra que se llamó Lo que el río trae, donde se puso en conocimiento al público en general de todos los materiales que estaban disponibles. En su trabajo junto al Fipr, “se recuperaron materiales que por la obsolescencia tecnológica estarían ya casi indisponibles como casettes con grabaciones y un afiche original casi en descomposición del Primer Encuentro Regional de Escritores, un festival que fue previo al primer Fipr”, hace 34 años. Aquel primer encuentro internacional fue propiciado por los propios poetas del Litoral, pero también de Brasil, de Uruguay, en una red realmente internacional. “Nació como una comunidad de poetas, nucleada en torno del Paraná, y los proyectos que iban acompañando esa idea buscaban transformar a la ciudad en una ciudad de la poesía”, precisó. Los becarios Marina Maggi y Bernardo Orge forman parte de un equipo de investigación llamado Revistas culturales rosarinas en línea, coordinado por el profesor Martín Prieto en el Iech. Allí se encuentra casi todo lo publicado a lo largo de los últimos dos siglos gracias a su inmensa labor. “Nosotros entre otros becarios nos fuimos formando a medida que fue creciendo el proyecto. Esto se retroalimenta y vuelve a la comunidad”, explicó Marina Maggi. Luego, Orge agregó: “Nos encontramos con una cultura impresa rosarina muy profusa, de cientos y cientos de títulos a lo largo del siglo XX, que más allá de los títulos puntuales, nos hablan de dinámicas, de circulación de impresos y de redes locales, regionales y también internacionales”. Para este proyecto, los becarios recorrieron bibliotecas locales, y dieron con materiales que, catalogados o no, les faltaba un ordenamiento sistemático, que ellos le dieron, y todas las revistas fueron luego digitalizadas y compartidas en el Archivo Histórico de Revistas Argentinas (Ahira). En torno a esta valiosa experiencia, Orge recordó: “Pudimos establecer nodos entre las distintas publicaciones para poder detectar qué colaboradores participaban de una publicación y de otra, en dónde estaban localizadas las redacciones de estas revistas, segmentar la información por década, por año, por género, etcétera. Encontramos textos inéditos de Alfonsina Storni y así pudimos reconstruir una escena poética de vanguardia a principios del siglo XX de Rosario”. Orge finalmente destacó el gran valor que tiene el archivo Vladimir Mikielevich, “que fue la persona que se preocupó en su momento por guardar gran parte de estas publicaciones”, y luego recordó: “Los bibliotecarios del Museo de la Ciudad lo catalogaron, nosotros leímos cada una de las revistas, y los chicos del Laboratorio de Humanidades Digitales lo digitalizaron”. Natalia Garcia es doctora en Educación (Uner) e investigadora en torno a la Biblioteca Vigil (sitio de Memoria del Terrorismo de Estado en Rosario), y aportó: “En el caso del archivo de la Vigil, veníamos trabajando desde hace muchos años, y al ver cuáles eran las características de este Proyecto de Unidad Ejecutora, me pareció fundamental traerlo aquí y potenciarlo, por los aspectos culturales, sociales y artísticos que trae esta emblemática institución, y por las pruebas en causas por delitos de Lesa Humanidad que aportaba como testigo técnica”. Recordó entonces que además de la archivística que se podía realizar en torno a este sitio de memoria, “las colecciones de la Editorial Biblioteca de autores de todo el Litoral, llegaron a todas partes del mundo a través de un programa de canje de Unesco, y entendíamos que eso había que ponerlo en valor, porque estaba disperso y necesita descripción. Con el Iech podemos sintetizar y presentar esto con una doble potencia inter-institucional”. Según el análisis de la investigadora, "los archivos siempre son asuntos de poder", entonces, la interrelación entre Vigil y el Iech fue para ella una sinergia virtuosa, ya que "a partir de la creación de de este archivo se puede encontrar aquí un lugar que convoca, que sostiene y que multiplica". Un trabajo de mucho valor que se viene realizando en el Pue fue la investigación, curaduría y catálogo en base a un material del Museo Histórico Provincial Julio Marc. Se trata de la Coleccion Wagner, que se encuentra actualmente en exhibición en dicho museo. “Son dimensiones antropológicas, arqueológicas, históricas, artísticas, literarias, todas cifradas en la historia del Museo Marc y su fundación. Una colección casi desconocida y poco estudiada al interior del museo, que fue una pequeña colección que este adquirió en los años 30 para su inauguración”, explicó la investigadora Laura Catelli. Originalmente dicha colección provino desde Santiago del Estero, y junto al equipo del Marc se fue descubriendo una historia enorme que vinculaba a Rosario, a sus redes intelectuales y a sus gestores culturales con la ciudad de Santiago del Estero en aquellos años (1920 a 1940), “una historia realmente desconocida para tanto en Rosario como en Santiago, que nos ponían una conversación institucional muy interesante”, aseveró. De esta forma, “desde el Iech se elaboró un catálogo sobre dicha colección fundacional del museo y así se pudo dar a conocer toda una historia de la trama regional que era desconocida de hace de 100 años atrás. Y a la vez, es un proceso abierto que puso en conversación a actores de Santiago del Estero”. Para quien esté interesado en consultar, el Iech tiene a disposición de la comunidad sus capacidades tecnológicas y recursos humanos para asesorar en la creación de una variedad de productos en el ámbito de las humanidades y las artes. Entre sus servicios está la creación de archivos, edición digital de ebooks, catálogos y contenidos de divulgación, curaduría, exposiciones y peritajes legales. “Tenemos servicios vinculados a digitalizaciones de cualquier material físico como también digitalizaciones de capturas, cintas magnética, casettes, VHS, y soportes como negativos”, precisó Vicente Tuset. El tiempo que lleve cada servicio depende del volumen del acervo original y de las condiciones de cada archivo. “Es un trabajo artesanal porque cada archivo exige repensar las condiciones del propio trabajo”, finalizó.
La incertidumbre de investigar en contexto de “cientificidio”
El rescate del primer festival de poesía y un completo archivo de las revistas rosarinas
El caso Vigil para la memoria y por los libros litoraleños en el mundo
La historia fundacional del museo Marc y el insospechado vínculo con otra provincia