En las últimas horas, se dio a conocer que la Justicia italiana investiga a Leandro Paredes y Ángel Di María en la causa por el escándalo de apuestas ilegales que tiene en la mira los jugadores Sandro Tonalli y Nicolò Fagioli.

Según el diario italiano La Repubblica, los argentinos y otros 10 futbolistas aparecen en chats con Tonalli y Fagiolo, aunque no habrían apostado en partidos de fútbol, sino en otras disciplinas, pero en plataformas ilegales.

Los hechos datan de 2021 y 2023, cuando Tonalli aún era futbolista de Juventus. En la causa aparece implicada una joyería de Milán que actuaba como "banco" o “nexo” para la realización de las correspondientes apuestas en juegos de azar ilegales, especialmente en torneos de póker en línea, entre los años marcados anteriormente. 

Captura del diario italiano donde detallan la causa.

Los futbolistas pagaron enormes sumas a los bolsillos de dos gestores de plataformas ilegales de apuestas online, quienes supuestamente recibieron ayuda de los administradores de una joyería que funcionaba para liquidar las cuentas. 

Cuando la deuda se hizo más onerosa, los jugadores realizaron transferencias bancarias a la joyería para adquirir relojes de lujo que quedaron a disposición de los organizadores.

La investigación apunta a determinar si fueron apostadores o prestamistas y si corresponde que sean procesados también por la Justicia deportiva, ya que las apuestas están vinculadas con otras disciplinas o deportes, no en sus respectivos partidos, que implicaría una pena aún más grave. 

Además de Di Maria y Paredes, se investiga a Alessandro Florenzi, Nicolò Zaniolo, Mattia Perin, Weston McKennie, Raoul Bellanova, Samuele Ricci, Cristian Buonaiuto, Matteo Cancellieri y Adames Hector Junior Firpo.

La fiscalía de Milán incautó un millón y medio de euros y solicitó arresto domiciliario para cinco personas en la causa, que no se trata de arreglo de partidos, sino de apuestas principalmente sobre otros deportes, realizadas entre diciembre de 2021 y octubre de 2023.

Los investigadores suponen que el móvil del ilícito era “matar el tiempo libre durante las concentraciones”, por lo que los jugadores no tendrían riesgo penal, aunque sí se exponen a una sanción deportiva por las normas de la FIFA vinculadas con las apuestas de juego.