“Vamos a volver”. El cantito se escucha cada vez más fuerte en los alrededores del Scalabrini Ortiz. Llega un momento en que incluso se escucha más allá. Suele pasar cuando toca alguna banda o cantante, que el sonido nacido al calor de las tarimas se desprende y vuela lejos para llegar como un eco a un lugar que le es extraño. Algo de eso pasó con las voces congregadas dentro y fuera del Salón Metropolitano, que sirvió de escenario para la puesta en escena. Cristina Fernández de Kirchner y sus seguidores recrearon la impronta del recital masivo, la mística del fanatismo, la atmósfera húmeda de los cuerpos pegados, del corazón latiente y la ovación uniforme de un público ya convencido. Un verdadero acto fe. 

“Con ustedes la doctora Cristina Fernández de Kirchner”, fue presentada la autora de Sinceramente y vibraron las más de dos mil personas reunidas dentro del salón, que funcionó a modo de vip kirchnerista. Afuera, en el parque Scalabrini Ortiz –¿el campo?– unas 15 mil personas seguían el “show” a través de dos pantallas gigantes. Vestida con los colores de la bandera nacional, la ex presidenta no se reprimió ningún gesto de amor a sus seguidores, sus fieles. Por el contrario, les abrió su corazón yendo más profundo y lejos que sus propios testimonios escritos. Esas historias, confesó, surgieron de una necesidad de “sacar para afuera”. A falta de terapia pscicoanalítica, Cristina decidió volcar su "interior" a “millones”, según sus propios cálculos, e, increíblemente, salió un best seller, un verdadero éxito de la industria editorial.

¿Fue antes o después del libro que Cristina se reinventó a sí misma? “Hubiese sido la amante de Manuel Belgrano”, le soltó a la cara al escritor Marcelo Figueras, a una primera fila cargada de caras conocidas del kirchnerismo local y nacional –Oscar Parrilli en lugar central– y al resto de “fans” que prolijamente sacudieron palmas y gritos con cada aseveración, ironía o chiste de la también candidata a vicepresidenta nacional. Fue la primera de las tantas declaraciones que desnudarían a la novedosa Cristina, más íntima, más ocurrente y espontánea. Una mujer, más que una dirigente, que se atreve a revelar un sueño erótico con un prócer argentino y recordar las palabras amorosas de su marido muerto Néstor Kirchner, quien, cuenta, le aseguró que se había aburrido de todo en su vida menos de ella.

Esta versión de Cristina es la que se recrea el alma con el relato de cómo conoció al amor de su vida, que no le da vergüenza que todos sepan que hoy su líbido está en sus nietos y no en los amantes que dice que le inventan o que le fascina maquillarse al punto de asegurar: “Moriré pintada cual momia egipcia”. La viuda que debe hacerle frente a la ausencia de un compañero en casa, la señora bien “clasemediera” que compara haber sido la primera mujer presidenta de Argentina con el hecho de que Bergoglio se haya convertido en el primer Papa argentino. La rockstar, la escritora, se distancia de la ideología, de las palabras difíciles, de los análisis políticos, sociales y económicos para contar una historia, su versión en verdad, digna de una serie de Netflix. 

La mujer que vive en Cristina parece haber ganado terreno. Su maternidad y abuelazgo, incluso su vida de amante esposa. Se muestra una Cristina imperfecta, que puede reírse de sí misma y contrarrestar la autocrítica con dosis de grandilocuencia. Que llora y hacer llorar sin reparos ni pudores mientras le tiemblan las manos y traga saliva.

Ésta, la nueva Fernández de Kirchner, es la que acompaña y no encabeza la fórmula presidencial. No expone fórmulas de cómo hacer las cosas para salir de este lío. No da precisiones sobre cómo manotear el timón ni desandar el camino al precipicio.

Es ella, su propia marca registrada. Con más de mito viviente que de alternativa política, se alimenta de la fe de sus seguidores, de la confianza con la que le depositan sus sueños.

Lejos ya del dedo índice en alto, Cristina no reta, asegura comprender. Dice amor porque el odio es de los otros. Sonríe y no grita, se equivoca y le da risa. Si su libro fuera un disco, la tapa sería una foto de sus dedos en V, y habría mucho de guitarra y coros de fogón. El material, un verdadero hit para muchos, deberá enamorar a muchos otros más. ¿Logrará ser la voz de Cristina música para otros oídos que no sean los que ya sabemos que la aman?

Las urnas hablarán a su tiempo. Y no solo se trata de andar de gira, dando recitales para los incondicionales de siempre.