Gabriel “Puma” Goity llegó temprano, sonriendo, con la humildad de quien no necesita impostar nada. Actor multipremiado, querido por el público, dueño de una carrera intensa que va del drama más oscuro al humor más absurdo, Goity pasó por los estudios de Radio 2, invitado especial por el programa Radiopolis, y lo hizo con la misma entrega que muestra sobre el escenario: entero, honesto, y con una memoria viva, que va desde Luca Prodan a su primera comunión en Palomar.

No trajo divismo. Trajo teatro.

Vino a presentar Cyrano la monumental obra de Edmond Rostand, que protagoniza bajo la dirección de Willy Landin. El espectáculo, premiado en Mar del Plata con un Estrella de Mar de Oro y ya celebrado en el Teatro Alvear de Buenos Aires, llega ahora a Rosario, al Teatro El Círculo, los días 10, 11 y 12 de julio. Una superproducción con más de 25 intérpretes y músicos en escena, que condensa el amor no correspondido, la lucha contra las apariencias y la entrega del alma como pocas veces se ve hoy sobre un escenario.

"Cyrano no es solo teatro, es una deuda emocional saldada", advirtió en Radiópolis sobre su vínculo de sangre y teatro con Cyrano. Como cuando era chico con su abuelo, de quien recordó,  con voz emocionada, cuando lo llevó a ver esa obra al teatro San Martín en 1977. Contó que ese momento fue una epifanía, el instante en que comprendió que su vocación no era una fantasía: “Salí del teatro y le dije a mi abuelo «Esto quiero hacer»’”.

El relato se vuelve circular cuando cuenta que años después, filmando un homenaje audiovisual a Ernesto Bianco (quien justamente falleció haciendo Cyrano), se le ocurrió ir al despacho de Gabriela Ricardes, directora del teatro San Martín, para proponer su versión. “Me mandé”, dice, con esa mezcla de determinación y ternura que lo define.

Durante la charla, recordó también su adolescencia en Palomar, el rock argentino, Arco Iris, Luca Prodan, las comuniones compartidas con las madres de Gustavo Santaolalla, y Ara Tokatlian, la pasión por el rugby –"siete rabioso”, definió entre risas–, y hasta su querido Roberto Fontanarrosa con quien supo compartir la Mesa de los Galanes.

En uno de los momentos más distendidos de la entrevista, Goity contó también cómo se cruzó con Guillermo Francella, su compañero en la exitosa serie El Encargado, en el mismo proceso de llegada a Cyrano. “Un día la directora me dice «¿sabés que hace una semana vino tu amigo Francella y también nos propuso hacer algo juntos?» “Salí, lo llame y le dije que ese era el papel de mi vida”. A los pocos días, entre las opciones ofrecidas, apareció Cyrano, como si el destino teatral tuviera su propio plan.

La complicidad con Francella se mantiene, y aunque Goity no dio fechas oficiales, confirmó que la cuarta temporada de El Encargado ya fue grabada, y que solo falta el visto bueno de la plataforma para su estreno: “Ya está hecha, depende de ellos. Ojalá salga antes de fin de año”.

No es común ver a un actor de esta talla prestarse a una entrevista con tanto entusiasmo y sinceridad. “No me gusta victimizarme, siempre pongo el cuerpo hacia adelante”, dijo con firmeza, al hablar de la gestión cultural en Argentina. Celebró la posibilidad de que su producción no sea vista como gasto sino como inversión, algo que reclamó como pilar esencial para cualquier sociedad: “La educación, la salud y la cultura son la base. Después pensá lo que quieras, pero arranquemos de ahí”.

Y hay algo de eso también en Cyrano. Un hombre solo, con palabras como armas, enfrentando el mundo, empujado por el amor, la belleza, la poesía.

Gabriel Goity trae a Rosario no sólo una obra imponente, sino una historia que vibra con su propia vida. Quizá por eso Cyrano no es un personaje más para él. Es un espejo, una deuda saldada, una bandera íntima. Lo dijo claro: “De todos los personajes que hice, el más Puma… es el que estoy haciendo ahora”. Es un actor que combina oficio con sensibilidad. Tiene calle, formación, memoria y convicciones. Cuando dice que “la cultura no es un gasto, es una inversión”, lo dice como quien empuja desde tercera línea en un scrum de rugby. Porque, como él mismo admite, fue un “siete rabioso”. Empujaba todo. Y todavía empuja.

Con un texto clásico, una pasión intacta y una mirada aguda sobre el presente, el Puma volvió al teatro que lo convirtió en actor. Y lo hizo con la frente en alto, la nariz larga y el corazón bien expuesto, como Cyrano.