El anuncio de esta semana de que Celulosa, con planta en el Gran Rosario, no podrá pagar las obligaciones negociables y los cheques de pago diferido que vencen en mayo está rodeado de muchas maniobras sospechosas que, a fin de cuentas, lo que hicieron fue dejar expuesto los déficits que tiene de la Comisión Nacional de Valores (CNV) como órgano de control y promotor de la transparencia del mercado bursátil argentino.
Y lo ocurrido este viernes, cuando el Banco Central intervino de manera sorpresiva y desprolija para detener una venta de bonos en dólares por parte del Banco Supervielle a mitad de la jornada bursátil, una intromisión en los negocios privados de la que no hay muchos antecedentes, dejó expuesto la falta de apego a las reglas del mercado.
El caso Celulosa
En rigor, a nadie que está en el día a día de las cotizaciones bursátiles le sorprendió el estrés financiero de Celulosa.
El del papel tradicional es un negocio que se achica globalmente por el avance de la tecnología. Y si bien le encontraron la vuelta convirtiéndose en la mayor fábrica de papel para cocina,en la actualidad sufre -como toda la industria argentina- la caída del consumo interno. Puntualmente, dijo que sus ventas cayeron 30%. Para peor, el tipo de cambio no competitivo también le redujo el margen de las exportaciones; todo en un escenario en que la suba de costos en dólares fue del 35% al 45%.
Es más, el 7 de abril ya había anunciado que contrató a Valo Columbus para que reestructura su perfil de endeudamiento y evalúe la incorporación de nuevos socios. Incluso, si se quiere hilar bien fino en la historia de la empresa, resalta que tiene mucho track en lo que hace a traspiés y reestructuraciones.
Pero lo que genera muchas dudas en el mercado no son esos datos duros de la economía sino los movimientos de sus accionistas mayoritarios: José Urtubey, Douglas Albrecht y José Collado; reunidos en la firma Tapebicua Investement Company.
Resulta que dos días antes del default (5 de mayo) anunciaron que vendieron el 5% de su tenencia pasando a quedarse con el 45.7% del capital social de Celulosa y que los fondos recolectados con la venta fueron inyectados a la sociedad. Y las dudas que hay en el resto de los accionistas son: ¿cuándo se vendieron esas acciones? y ¿cómo las cobraron?.
Una hipótesis con muchos adeptos en los círculos financieros es que la venta informada esta semana en realidad fue concretada de manera gradual hacia julio/agosto del año pasado cuando el precio de la acción oscilaba en los $1.200 y $1.600.
Pero el tema central a discutir es discernir qué ocurrió entre el anuncio de la reestructuración de abril (antes la acción estaba a $500) y los primeros días de mayo, cuando se registraron importantes volúmenes de compra de las acciones a un precio por el piso de entre $200 y $300.
Estamos hablando de importantes compras que generaron que la acción no sólo tenga el mayor volumen operado del panel general sino que se opere como las principales del panel líder con abultados montos por $4.000 y $5.000 millones.
¿Fueron los propios accionistas mayoritarios que vendieron a altos precios los que recompraron a valores bajos? Claramente, una “mano grande” está detrás de estas operaciones, como puede ser un banco, ya que no se trata de compras realizadas por minoristas. ¿Qué están viendo?
Como sea, el comentario principal en el mercado es la falta de presencia de la Comisión Nacional de Valores (CNV) aportando claridad y requiriendo información al directorio para que aclare lo que está ocurriendo, sobre todo con los últimos movimientos. ¿Cuándo se vendieron y cómo se cobraron las acciones de las que se deshicieron la accionista mayoritaria? Respuestas que, si bien es cierto, pueden ser de compromiso las que obtenga CNV del directorio, pero que también pueden servir en un futuro de documentación incriminatoria aparece información que muestre que algo estaba ocurriendo por debajo de la mesa.
¿Cómo sigue la historia con Celulosa? La calificadora de riesgo Moody’s había señalado en un informe que en el segundo trimestre de 2025 la empresa enfrenta amortizaciones de capital y pago de intereses de sus ON cercanos a u$s10M, monto que asciende a u$s25M si se consideran pagarés bursátiles y cheques.
La pregunta es si la empresa va (otra vez) a convocatoria o si el default no se extiende. Sus principales activos son los campos forestales que tiene en Corrientes y Misiones, y siempre está el temor de que -en el revoleo de acreedores y accionista que entran y salen- salgan del patrimonio y cambien de mano a precios bajos.
Para salir de la crisis y evitar el concurso, la empresa necesita que la rescaten con urgencia: un aporte importante de capital.
Como dato alentador aparece el ingreso de un nuevo CEO quien por su perfil podría estar trabajando en cualquier otra empresa de primera línea y claramente no es alguien que venga a fundirla. Y urgía un nuevo comando directivo porque si hay que se le critica a Celulosa es la calidad de su management.
El caso Supervielle
Y si bien en el caso de Celulosa, la mira está puesta en la CNV, como órgano de control, lo que ocurrió el viernes con una ON que iba a emitir Supervielle llama la atención por el papel del Banco Central.
Resulta que la autoridad monetaria intervino el viernes para detener una emisión de bonos por 100 millones de dólares por parte del Banco Supervielle.
Se trata de una inédita, desprolija y cuestionada intervención estatal en el mercado ya que el libro ya estaba abierto y la empresa ya estaba recibiendo inversiones y colocaciones cuando llegó la presión del Banco Central para que se la declare desierta.
¿Por qué la frenó el Banco Central? Ocurre que en los últimos días los bancos Galicia y Comafi hicieron colocaciones por montos similares en dólares a tasa 0 o tasa casi 0 porque el negocio que se les presenta a las multinacionales instaladas en el país es comprar esos papeles (ahora que el dólar cotiza en baja) para venderlo en el exterior, como una forma de girar divisas y dividendos a las casas matrices, algo que tienen vedado porque el cepo cambiario sigue vigente para la empresas.
Si bien no está claro cómo esa operación afectaría a las reservas, el Banco Central decidió frenar la operación abierta en el Supervielle con el argumento de evitar que la proliferación de estas colocaciones que están haciendo los bancos generen presiones cambiarias. Otro argumento para la intervención fue que la autoridad monetaria planea emitir en los próximos días un nuevo Bopreal para captar la demanda de las empresas que necesitan transferir dividendos al exterior.
Como sea, la presión ejercida por las autoridades al banco y a las empresas colocadoras para que declaren desierta la licitación cuando el libro ya estaba abierto dejó entre los operadores una muy mala impresión por lo intempestivo y desprolijo.
¿Por qué no dejar que cierre la colocación del Supervielle (en el fondo era solo 100 millones de dólares), evitando así el costo de ensuciar al mercado con esa polémica intervención, para durante el fin de semana conversar con el resto de los bancos para que desactiven nuevas emisiones de este tipo?
La CNV y el Banco Central, hoy en boca de todos los operadores.