Cada 27 de junio, el calendario mundial nos recuerda la inmensa vitalidad de las Micro, Pequeñas y Medianas Empresas (MiPyMEs). No es una fecha elegida al azar, la Asamblea General de las Naciones Unidas la designó en 2017 para subrayar el rol protagónico que desempeñan en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, fundamentalmente por su capacidad para generar empleo y dinamizar las economías. Pero más allá de las formalidades, esta efeméride es una oportunidad para que miremos de cerca el pulso de un sector que es el verdadero motor del país, y que, a pesar de los vaivenes, sigue buscando oportunidades y nuevas formas de crecer.
Las MiPyMEs no son solo números en un balance; son el alma del entramado productivo. En la Argentina, por ejemplo, explican un porcentaje abrumador del empleo formal, y contribuyen de manera significativa al Producto Bruto Interno. Pensemos que más del 99% de las empresas en nuestro país entran en esta categoría. Generan más del 60% del empleo total, un dato que pinta de cuerpo entero su impacto social y económico. Esto nos lleva a pensar que el desarrollo de Argentina está indisolublemente ligado al desempeño de sus MiPyMEs. Un florecimiento de este sector se traduce directamente en más puestos de trabajo, mayor innovación y una distribución más equitativa de la riqueza.
Ahora bien, el camino de las MiPyMEs está sembrado de desafíos que, si bien son complejos, también abren ventanas de oportunidad para aquellos con visión y audacia. Uno de los puntos más críticos que suelen enfrentar es el acceso al financiamiento. A pesar de su peso en la economía, estas empresas apenas logran captar un tercio del crédito total disponible. Aquí es donde se podría observar un nudo gordiano: muchas veces, su tamaño les dificulta cumplir con los requisitos que las entidades financieras exigen para montos significativos. Aquellos que logren descifrar el laberinto del financiamiento podrían encontrar un sendero expedito hacia el crecimiento.
Otro desafío crucial es la competitividad, tanto interna como externa. Un reconocido analista de la industria, en una reciente disertación, hacía hincapié en que si bien el esfuerzo puertas adentro es vital —optimización de procesos, gestión eficiente de costos, y una buena planificación estratégica— la macroeconomía juega un papel insoslayable. Es una condición necesaria, aunque no suficiente, para que las MiPyMEs puedan desplegar todo su potencial. La eliminación de impuestos distorsivos, por ejemplo, podría nivelar la cancha y permitirles jugar de igual a igual con competidores más grandes o de otras latitudes. Esto invita a los empresarios a estar atentos a las señales del entorno económico y a buscar alianzas estratégicas que les permitan fortalecer su posición.
Pero, si hay un área donde las MiPyMEs argentinas están mostrando una adaptabilidad asombrosa y donde residen enormes oportunidades, es en la incorporación de la tecnología y la digitalización. Se estima que un porcentaje altísimo de estas empresas, cerca del 88%, planea invertir en su digitalización este año. No es un capricho; es una necesidad imperiosa para mantenerse relevantes. La Inteligencia Artificial (IA), en particular, está emergiendo como un diferencial clave. Ocho de cada diez MiPyMEs argentinas ya están invirtiendo o tienen planes de hacerlo en IA. Las razones son contundentes: buscan aventajar a sus competidores, aumentar la eficiencia, la productividad y la agilidad, y mejorar la satisfacción del cliente. Imaginemos el impacto de herramientas de IA que pueden predecir tendencias de mercado, optimizar la cadena de suministro, o personalizar la experiencia del cliente de una manera que antes era impensable. La agilidad inherente a las MiPyMEs les permite adoptar estas tecnologías a bajo costo y con una velocidad que a menudo supera a las grandes corporaciones, brindándoles una ventaja competitiva formidable. Aquí, la inversión en capacitación del capital humano para manejar estas nuevas herramientas se vuelve un activo invaluable.
La transformación digital va de la mano con la mejora en la toma de decisiones. Las herramientas basadas en IA no solo automatizan procesos, sino que ofrecen un análisis de datos profundo que permite a los directivos detectar riesgos y oportunidades con una anticipación que antes era ciencia ficción. Esto significa que, con las inversiones correctas, una MiPyME podría identificar nuevas nichos de mercado, ajustar sus estrategias de marketing en tiempo real, o incluso prever problemas en la producción antes de que se materialicen. La personalización es otro caballo de batalla de la IA: desde chatbots que resuelven consultas al instante hasta sistemas que recomiendan productos con una precisión asombrosa, la tecnología está redefiniendo la relación con el cliente, fortaleciendo la fidelidad y, en última instancia, las ventas.
El comercio exterior también presenta un campo vasto para el desarrollo de las MiPyMEs. Aunque representan la gran mayoría de las empresas exportadoras, su participación en el volumen total de exportaciones todavía es relativamente baja. Esto sugiere un potencial de crecimiento no explotado. Programas que fomenten la asociatividad, la participación en ferias internacionales y la armonización tributaria en bloques regionales como el Mercosur, son cruciales para que estas empresas puedan llevar sus productos y servicios más allá de nuestras fronteras. La logística eficiente, como han demostrado varios casos de éxito, puede ser el diferenciador que permita a una MiPyME cordobesa llegar con sus productos sustentables a todo el país, o a una salteña conquistar el mercado nacional con sus delicias regionales, superando la barrera de los costos de envío.
En definitiva, el Día de las MiPyMEs nos invita a reflexionar sobre un sector que, a pesar de las adversidades, muestra una resiliencia admirable y una capacidad de adaptación inigualable. Para aquellos que buscan oportunidades de inversión y prácticas de gestión financiera que generen valor, el universo de las MiPyMEs es un terreno fértil. La clave reside en entender sus necesidades, apostar por la innovación tecnológica y acompañar su desarrollo con políticas que nivelen el campo de juego. Son, sin lugar a dudas, la semilla del progreso económico y social de la Argentina.
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