“El partido lo perdimos. No hay vuelta atrás. Argentina es un jubilado de la agricultura  y vamos al fracaso total de la industria aceitera. Es más, no hay una sóla inversión global que se piense para la industria aceitera Argentina. Todo lo contrario: hay visiones globales de desinversión sobre el Gran Rosario”.

La definición, contundente, adquiere más relevancia porque proviene de Gustavo Idígoras, el presidente de la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (Ciara), entidad empresaria que representa al sector fabril más pujante y competitivo de la economía argentina, sin contar con que es el principal abastecedor de dólares por la liquidación de las exportaciones del complejo sojero.

Que un dirigente empresario que representa intereses de las principales traders globales de granos, como Cargill y Bunge, y cultor del medido y cuidado  lenguaje del lobbista exponga una situación con tanta crudeza supone encender las alarmas. Sobre todo en esta región del Gran Rosario, que concentra el grueso de la producción y exportación del complejo oleaginoso, con más de una docena de grandes plantas y puertos instalados a la vera del Paraná. 

Proyectar un escenario donde el polo sojero, que desde mediados de los noventa protagonizó un boom de inversiones millonarias en dólares que convirtió al cordón aceitero en el más moderno y poderoso del mundo, pierda su brillo y empiece a decaer parece algo impensable , pero para Idígoras ya está pasando.

- ¿Por qué esa visión pesimista del futuro del futuro de la industria aceitera argentina?, le pregunta Rosario3 a Idígoras, protagonista de las “Charlas de Mercado” de este sábado.

-Es que desde hace 10 años nos estamos engañando. Desde hace 10 años venimos diciendo que nos “comemos a los chicos crudos” y que vamos a alimentar al mundo, y la verdad es que cada vez alimentamos menos al mundo, que está siendo alimentado por Brasil y Estados Unidos. Hoy, mientras que Paraguay es una topadora, Argentina es un jubilado de la agricultura, porque hace 15 años que estamos absolutamente estancados, como en la producción de soja.

-Bueno, tuvimos tres sequías consecutivas, y la última fue la más grave en décadas. Ahora, en cambio, estamos en una campaña de recuperación. 

- Nos felicitamos porque tenemos una buena campaña agrícola cuando es la misma producción que la del 2012/2013. El mundo creció mucho en materia de demanda con nuevos requisitos de calidad  y nosotros nos estancamos y no crecimos en nada. No hay una sola inversión global que se piense para Argentina para los próximos 5 años. No solamente eso: hay visiones de desinversión sobre Argentina.

- ¿Desinversión? ¿Tan grave es la situación?

-Argentina si sigue así no va a producir más de 15/20 millones de toneladas de soja por año y Bolivia nos va a arrasar y pasar por arriba, ya que en los últimos 15 años creció su producción en 400% y Argentina 0. Además Paraguay se va a convertir en la gran fábrica, detrás de Brasil, y por eso en pocos años el polo industrial del Gran Rosario no va a tener ningún sentido de existir

-¿Un gobierno como el de Javier Milei, que es más afín al mercado, y que además está impulsando un régimen de atracción de grandes inversiones no puede contribuir a evitar la decadencia que advierte?

-Por suerte, por primera vez en mucho tiempo el gobierno de Javier Milei nos permitió volver a mirar el futuro con una mejor perspectiva y no tanto administrar el intervencionismo estatal de todos los días. Milei nos permitió salir del intervencionismo. No es un problema de este gobierno, insisto. Gracias a este gobierno estamos mirando lo que pasa en el resto del mundo, y por primera vez nos preguntamos si no es el momento de cambiar. 

-Pero ustedes tuvieron mucho diálogo y muy buena relación con el gobierno anterior y con el ministro de Economía, Sergio  Massa. Consiguieron un tipo de cambio diferencial, entre otras regulaciones.

-Nuestro sector profesa el libre comercio, y por definición nos oponemos y nos opusimos siempre a las regulaciones y las intervenciones estatales, como la ley de biocombustibles. Lo que hicimos ante las avanzadas de regular del gobierno anterior, buscar atemperarlas o administrarlas para reducir el impacto  en el mercado. Lo mismo que hicieron tantas otras entidades.

- ¿Y estamos a tiempo de revertir el proceso de decadencia que vislumbra?

- Yo tengo la seria duda de si estamos a tiempo de cambiar. Al día de hoy, Argentina va a al fracaso total de la industria aceitera y hacia la desaparición de la soja. Vamos a volver a 100 años atrás a ser un país de trigo y maíz. 

-¿Las causas?

-El sistema tributario, las falencias logísticas, y las particulares políticas que se tomaron para la agroindustria. Todo eso no dejó que esta industria creciera como debería haber crecido.

-¿Cuál fue el tren que perdimos?

- Argentina debería estar compitiendo para ser la biorefinería del mundo y abastecer con biocombustibles para aviación y transporte marítimos para todo el mundo y lo más probable es que en el futuro importemos bio desde Paraguay y Uruguay para abastecer los aeropuertos internacionales.

-Pero tenemos el principal y más competitivo polo de crushing sojero del mundo.

-Fue así durante 15 años. El libro de la historia se cerró.  Ya cambió. El libro del futuro es otro. Es el de la desinversión. Si seguimos con los déficits logísticos, como los problemas que tenemos de la hidrovía, la presión de las retenciones, las internas dentro de la cadena de valor y los problemas laborales cotidianos y sindicales, cuando se plantean exigencias salariales como si estuviéramos en Disney, el futuro es negro. En realidad, ya el presente es negro.  El resto del mundo ya se lleva todas las inversiones. Brasil y Estados Unidos absorben el crecimiento de los próximos diez años. Argentina tendrá cero inversión. Y desinversión. Veo un proceso  muy duro y a esta altura irreversible.

-¿Irreversible?

-Argentina se quedó con la historia pensando que el mundo va a seguir consumiendo harina de alta proteína (que cada vez nos cuesta más producir por el no respeto a la propiedad intelectual de la semilla) para abastecer a cerdos y pollos en los países del sudeste asiático y Europa. Pero el mundo cambió. El driver actual es otro: es la energía. Las empresas petroleras van a ser los grandes originadores (compradores) de granos en los próximos 20 años. Chevron, Shell, YPF, y todas las petroleras, no van a perforar más porque van a originar granos para convertirlos en bioenergía de segunda y tercera generación que van a suplir plenamente a los combustibles fósiles porque tendrán  que abastecer millones de litros a nivel global. ¿Adonde lo van a hacer? Hoy por hoy, en Brasil y Estados Unidos porque Argentina tendrá una cuota mísera en participación internacional y probablemente termine siendo un país de exportación de maíz porque no tenemos la capacidad para industrializarlo, y nos va a costar hacerlo porque Brasil ya nos ganó esa carrera. Así que le venderemos maíz al sudeste asiático y a Brasil y algún cultivo bioenergético, como la camelina o la carinata, o la colza que le venderemos a Brasil y a Estados Unidos, en grano. A las petroleras de allá para que lo procesen allá.

-¿Aceptando el estancamiento de la producción sojera en el país, no puede sobrevivir la industria procesando granos de Paraguay y Bolivia?

-La soja de admisión temporaria de Paraguay o Brasil es un complemento. Cuando uno ve la proyección de crecimiento de soja en Paraguay se alegra, pero no entusiasma porque es insuficiente para la capacidad de crushing de 70 millones de toneladas de Argentina. El país tiene una decisión clara que es reducir la capacidad de molienda porque está claro que ni los productores ni el gobierno quieren producir soja.

-Hay sectores de la dirigencia ruralista que podría no ver tan mal que la industria pierda gravitación ya que prefieren exportar directo el poroto porque se quejan de que ustedes les pisan el precio 

-Lo más grave es que hay entidades que representan a grandes productores que piensan así. Se trata de otro error grosero y, para mí, con una enorme desinformación, pensar que la desaparición de las aceiteras significa mejorar el precio al productor. Eso es algo absolutamente falaz porque si no estuvieran las plantas de crushing, el chacarero tendría el menor precio del mundo porque su soja tiene la peor calidad en proteína de la región, Además, por la estacionalidad el precio sería absolutamente zafrero ya que venderíamos pocos menos del año y a precios menores; así que no necesitaríamos más de 10 millones de toneladas al año. Algunos productores siguen estando desinformados y la mejor garantía de hacer negocio con la soja para ellos es que las aceiteras sigan trabajando y creciendo en la Argentina.

-¿Cuándo fue que se perdió el rumbo?

- Argentina pre-covid tuvo una enorme oportunidad de liderar la transformación mundial de los combustibles de segunda generación, básicamente aceite de soja hidrogenado. Es un invento de una empresa internacional que se llama Neste Oil, que logró fusionar un combustible líquido sobre la base de una aceite vegetal que no necesita ser mezclado; es un sustituto 100% con mejor rendimiento en frío y en calidad; y -sobre todo- es renovable. Y tiene un 60% de reducción de emisión de gases de efecto invernadero, con lo cual hasta genera un bono de carbono para hacer comercializado en el comercio global. En los años 2018/2019 fue el momento de salir a pelear que esas nuevas plantas se instalen acá: tenemos las aceiteras más modernas, grandes del mundo y concentradas en capacidad de crushing en una sola región. Habría que haber hecho proyectos de fomento atracción de esas inversiones, pero no teníamos un régimen de atracción  petrolera estaba solo mirando Vaca Muerta, la ley de biocombustibles privilegiaba a muy pocas empresas que se auto percibían como pymes, no había mercado de crédito de carbono. En cambio, Brasil por esos años aumenta su corte interno de bio en los combustibles, lanza un mercado de crédito de carbono y por su parte Estados Unidos lanza el Hv0, que es el aceite de soja hidrogenado y le pone como condición a las petroleras que si quieren seguir explorando deben tener programas de HvO y lanza un programa de subsidio estatal dando créditos de carbono que llevaron a que hoy el mercado mundial de aceite de soja está traidiando en 890 dólares la tonelada cuando en Estados Unidos se paga 1800. En definitiva, armó un  mercado bioenergético. Eso Argentina lo tiene. No le podemos vender a nadie nuestro aceite de soja o el biodiesel. Argentina perdió ese tren.

-¿Y se puede subir, aunque sea al último vagón?

-Primero debemos convencernos de que queremos soja en Argentina. ¿Queremos soja en Argentina? Si respondemos que sí queremos una industria aceitera que sea competitiva y que entre en esta cadena global, necesitamos una hidrovía a 42 pies que haga que sea más beneficioso para brasil y paraguay sacar su soja por la vía navegable y no por el mar y una política tributaria que deje de castigar a las soja.

-Si bien el gobierno de Milei no avanzó en casi nada de sus promesas de liberalización para el agro, por ejemplo en retenciones, dice tener en agenda esas reformas.

-Veo expectativa favorable con el gobierno de Milei porque promueve la competencia genuina y está convencido ideológicamente. Lo que necesita este sector es recuperar la competencia y por eso hay que eliminar las distorsiones que hay en el mercado interno, desregulemenos y facilitemos, tengamos una logística competitiva y una legislación aduanera que no castigue más al complejo oleaginoso, soja, colza, carinata, carmelina para poder así hacer aceite hidrogenado y no el que vendemos el grano a Francia, Canadá y EEUU porque se nos va todo el valor agregado industrial. Es la primera vez que vemos un gobierno adicto a promover la competencia.

-Finalmente, no puede pasarle desapercibido al gobierno  nacional que la Cámara de la Industria Aceitera, por el peso que tiene en materia de ingreso de dólares al país, tenga esta visión tan pesimista. ¿Qué respuesta tiene de los funcionarios del Ministerio de Economía?

-El gobierno tiene la tarea titánica de lograr la estabilización macroeconómica, bajar la inflación y lograr la unificación cambiaria. Como exportadores, y hay que decirlo, son las tres condiciones básicas que necesitamos para arrancar. En ese sentido, el sector apoya totalmente al gobierno. Pero no tuvimos todavía oportunidad de profundizar con los funcionarios estos temas que estamos charlando acá. El gobierno se muestra receptivo, pero nos explican que tienen una casa que se incendia con un solo matafuego para apagar el fuego.Y van a ir al incendio más grande. Ven que hay otros incendios, pero dicen que si no apagan el más grande, no tiene sentido atender a los demás. Una vez que pueda apagar el incendio mayor, hay compromiso del equipo económico de trabajar en 2025 en el esquema que necesitamos, por ejemplo en lo que hace a la baja de retenciones al complejo soja. También nos prometen no cerrar este año sin aprobar la profundización de la hidrovía a 42 pies. Esperamos, por el bien de la Argentina, que así sea.