Desde la Organización Mundial de la Salud (OMS) destacan que las causas subyacentes de la mala salud, generalmente, se originan en factores ajenos al sector salud como la falta de vivienda de calidad, la educación y las oportunidades laborales. A partir de un nuevo informe mundial sobre determinantes sociales de la equidad en la salud, muestran que estos determinantes pueden ser responsables de una reducción drástica en la esperanza de vida saludable, muchas veces de varias décadas, más allá del país.

Por ejemplo, personas nacidas en un país con una esperanza de vida más baja, vivirán alrededor de 33 años menos que las nacidas en un país con la esperanza de vida más alta. 

“Nuestro mundo es desigual. El lugar donde nacemos, crecemos, vivimos, trabajamos y envejecemos influye significativamente en nuestra salud y bienestar”, afirmó el doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, Director General de la OMS. Y añadió: “Pero es posible lograr un cambio positivo. Este informe mundial ilustra la importancia de abordar los determinantes sociales interrelacionados y ofrece estrategias basadas en evidencia y recomendaciones de política para ayudar a los países a mejorar los resultados de salud para todos”.

Las inequidades en salud están estrechamente vinculadas a la desventaja social y niveles de discriminación. La salud, en este aspecto, sigue un gradiente social según el cual, cuanto más desfavorecida es la zona en donde viven las personas, más bajos son sus ingresos y cuentan con menos años de educación, peor salud y menos años de vida saludable. Un ejemplo claro es el hecho de que los pueblos indígenas presentan una esperanza de vida inferior a la de las poblaciones no indígenas, tanto en países de ingresos altos como bajos.

La injusticia social impulsa las inequidades

Aunque los datos disponibles son limitados, existe evidencia suficiente para mostrar que las inequidades en salud dentro de los países tienden a ampliarse. Según datos de la OMS, los niños nacidos en países más pobres tienen 13 veces más probabilidades de morir antes de los 5 años que aquellos nacidos en países más ricos. Los modelos estadísticos indican que podrían salvarse las vidas de 1,8 millones de niños al año si se redujera la brecha y aumentara la equidad entre los sectores más pobres y más ricos de la población en los países de ingresos bajos y medios.

Asimismo, las mujeres de grupos desfavorecidos tienen más probabilidades de morir por causas relacionadas con el embarazo. En muchos países de ingresos altos persisten las desigualdades raciales y étnicas en las tasas de mortalidad materna; por ejemplo, en algunas zonas, las mujeres indígenas tenían hasta tres veces más probabilidades de morir durante el parto. También existen fuertes asociaciones entre niveles más altos de desigualdad de género, incluido el matrimonio infantil, y tasas más elevadas de mortalidad materna.

La situación en las Américas

El informe muestra que América Latina y el Caribe sigue siendo la región con los niveles más altos de desigualdad en el mundo. La pandemia agravó esta situación: en 2020, la economía regional se contrajo un 7%, la caída más pronunciada en 120 años, lo que dejó a millones de personas sin ingresos ni protección social.

Estos impactos económicos se traducen directamente en mayores niveles de mortalidad y morbilidad evitables, debido al deterioro de las condiciones laborales (por ejemplo, más del 60 % de los trabajadores en América Latina y el Caribe se desempeñan en el sector informal), la vivienda y los procesos migratorios, entre otros factores. El informe también destaca que estos efectos se ven agravados por el racismo estructural y el legado persistente del colonialismo, que continúan ejerciendo un impacto negativo significativo sobre la salud y la esperanza de vida, en particular para las poblaciones indígenas y afrodescendientes.

El informe revela que aquellas ciudades latinoamericanas que han empleado un enfoque participativo para la asignación presupuestaria en áreas como vivienda, espacios verdes y transporte, también han registrado efectos positivos tanto en la salud como en la cohesión social, a la hora de abordar algunos de estos determinantes sociales.

Romper el ciclo

Las medidas para hacer frente a la desigualdad de ingresos, la discriminación estructural, los conflictos y las alteraciones climáticas son fundamentales para superar las profundas inequidades en salud. Se calcula, por ejemplo, que el cambio climático empujará a otros 68-135 millones de personas a la pobreza extrema en los próximos cinco años.

Actualmente, 3.800 millones de personas en todo el mundo carecen de una cobertura adecuada de protección social, como prestaciones por hijos o licencias pagadas por enfermedad, lo cual tiene un impacto directo y duradero en su salud. Las cargas elevadas de deuda están limitando gravemente la capacidad de los gobiernos para invertir en estos servicios; y el valor total de los pagos de intereses efectuados por los 75 países más pobres del mundo se ha cuadruplicado en la última década.

Por todo ello, se hace un llamado a la acción colectiva de gobiernos nacionales y locales, así como de líderes del sector salud, la academia, la investigación, la sociedad civil y el sector privado para:

-Abordar la desigualdad económica e invertir en infraestructura social y servicios públicos universales.

-Superar la discriminación estructural y los determinantes e impactos de los conflictos, las emergencias y la migración forzada.

-Gestionar los desafíos y oportunidades de la acción por el clima y la transformación digital para promover beneficios compartidos en equidad en salud.

-Promover acuerdos de gobernanza que prioricen la acción sobre los determinantes sociales de la equidad en salud, incluyendo plataformas y estrategias intersectoriales, la asignación de recursos financieros y de poder a los niveles locales con mayor impacto, y el fortalecimiento de la participación comunitaria y de la sociedad civil.

Fuente: OPS/PAHO.