Soledad Nívoli es una psicóloga y docente rosarina que hace dos semanas viajó hacia Córdoba Capital para ser parte de un reclamo a la Justicia Federal de admisión para querellar en la causa “Enterramientos clandestinos” junto a otros 25 familiares de desaparecidos y personas que sobrevivieron en el Centro Clandestino de Detenciones (CCD) “La Perla” por parte del Comando del III Cuerpo del Ejército.

El predio es el más grande de los espacios utilizados por la maquinaria dictatorial de la parte norte del país, de 17 mil hectáreas, y se calcula que allí permanecieron entre 2200 y 2500 personas en calidad de detenidas-desaparecidas. En noviembre pasado el juez federal N.º 1, Alejandro Sánchez Freytes, dictó una medida que frenó un intento de venta del gobierno nacional de La Perla Chica, un sector del CCD ubicado al lado del pueblo Malabrigo, en una zona que tendría mucho valor inmobiliario, junto a la autopista que une Córdoba Capital y Villa Carlos Paz.

El Equipo Argentino de Antropología Forense trabajó durante muchos años en el lugar, pero es un predio muy grande de abarcar en una expedición, por su amplitud y porque su tierra es muy dura. Del total estimado de personas que estuvieron detenidas, se encontraron 17 cuerpos solamente.

Soledad tiene una historia de activismo en la causa por su papá Mario Alberto Nívoli, detenido-desaparecido en Córdoba Capital a los 28 años, cuando ella era una bebé. El pasado 25 de marzo inauguró una muestra fotográfica, en su memoria, bajo el nombre Cómo miran tus ojos, junto al fotógrafo Gustavo D’Assoro, en la Facultad de Psicología de la UNR. Esta muestra se había presentado en 2007 por primera vez.

En la muestra se reproducen algunas fotos tomadas por Mario en su viaje de estudios a Bariloche, y luego otras que fueron tomadas por ella misma al cumplir la edad en que él fue desaparecido, en cada una de las ciudades que él transitó: los pueblos Ucacha y Las Perdices de Córdoba, ciudad de Santa Fe, Concordia y Córdoba Capital, donde fue desaparecido, y Rosario, donde Soledad reside desde su juventud. La muestra se podrá ver hasta el 9 de mayo, expuesta en el pasillo de exposiciones junto a la Biblioteca de la Facultad de Psicología en la Ciudad Universitaria.

Mario Nívoli en una de las pocas fotos suyas en las que salió él mismo, en su viaje a Bariloche. La sacó su prima Cristina, a quien Soledad conoció durante su investigación para la muestra.

El regreso a la búsqueda, la ilusión y el abismo

En noviembre pasado se conoció la intención del gobierno nacional de vender unos 300 terrenos nacionales, entre los que estaba La Perla Chica. Esta posibilidad, despertó en sobrevivientes y familiares la necesidad de tener un rol activo en la causa que investiga las desapariciones en ese centro de detenciones. Pero rápidamente el juez Freytes frenó el intento, y Soledad se encontró con que un estancamiento en la causa de los enterramientos clandestinos en la provincia vecina podía poner en peligro la búsqueda de su padre, así como de más de dos mil personas más que fueron vistas en La Perla por última vez. 

“Así me vinculé con otros familiares y se reactivó nuestra búsqueda. Nos movió el suelo sentir el riesgo de ver que hay intereses inmobiliarios que pueden llevar a que se privaticen esos terrenos y que debajo del cemento haya enterramientos clandestinos que no se lleguen a buscar nunca”, explicó la docente en un diálogo telefónico con Rosario3.

Siempre al tanto desde Rosario sobre las varias causas de Lesa Humanidad que han avanzado en la Justicia sobre lo ocurrido en La Perla, Soledad pasó por diferentes estadíos, y hubo momentos en que ya había dejado de buscar. “Hace unos años, yo ya había perdido la fe y una compañera de docencia me hizo entrar en razón de que no podía abandonar la búsqueda de mi padre. Fue un cachetazo sublime”, reconoció.

Hace pocos meses, Soledad conoció a Graciela Geuna, quien fue detenida en La Perla y hoy reside en Ginebra (Suiza). Ella es una de las impulsoras junto a Soledad García (detenida en Devoto) de estos reclamos de avances en la causa, y sus parejas fueron detenidas en La Perla y desaparecidas, igual que el padre de Soledad.

“Me enteré de esta movida que estaban armando por una amiga en común con ellas, Myrna Insúamuy de casualidad, y resonó fuerte en mí la idea de constituirnos como querellantes. Es para tener el derecho como víctimas de terrorismo de Estado a ser informados de cada novedad, y tendríamos un rol activo de proponer líneas de búsqueda y aportar datos a la causa”, explicó la docente en torno a su acercamiento.

En un viaje relámpago de dos días, la psicóloga rosarina se reunió por primera vez con muchos familiares y víctimas del terrorismo de Estado de la provincia vecina. “Entre el viernes y el sábado que estuve allá, fueron días muy intensos. Conocí a muchos otros hijos de desaparecidos y esposas, y fue fuerte ver también que ya somos más grandes, porque pasaron casi 50 años, y ahora se sumaron a la militancia los nietos”.

El encuentro con familiares y sobrevivientes frente a Tribunales Federales para solicitar ser querellantes.

El pasado viernes 11 de abril, Soledad y un grupo de familiares elevaron la solicitud de querella, e hicieron un acto simbólico en los Tribunales Federales de Córdoba con una conferencia de prensa para darlo a conocer públicamente. “Llenamos un acta con nuestros datos para darle el poder al abogado para que sea nuestro representante. En una o dos semanas esperamos ser sumados a la causa Enterramientos clandestinos, que es de 1998”, resaltó con esperanza.

En esos días, Nívoli se puso al día con Mariana Tello, hija de desaparecidos también, quien la actualizó sobre lo ocurrido en La Perla: “Mariana me comentó que allá hay un pacto de silencio muy fuerte entre los genocidas que están presos, y que saben dónde se hicieron las fosas comunes. Para realizar una expedición los del Equipo de Antropología necesitan mucha inversión de dinero. Y las búsquedas se fueron desfinanciando desde el gobierno nacional. La causa sigue abierta, y se pueden seguir nuevas pistas y con las nuevas tecnologías, así que entendemos que puede haber formas de reactivar las búsquedas, que solo se hacen bajo la orden judicial”.

“Cada vez que se reactiva alguna novedad en la causa, es la ilusión, pero también es como volver a un pozo, uno va oscilando porque la vida es difícil de equilibrar. Las chicas de Córdoba, Soledad López y Graciela Gauna, me decían que es caminar en los bordes del abismo toda la vida”, aseveró.

Ahora que por primera vez se une a un reclamo de familiares, la confianza se renovó porque muchas cabezas piensan y se sostienen mejor que una sola. “Con mi hermano y mi mamá siempre estuvimos atentos a las novedades, pero desde Santa Fe, no conocíamos a casi nadie de los organismos de derechos humanos cordobeses”, agregó.

Además, compartió con respecto a su encuentro con los familiares de desaparecidos: "Ya había estado allá otras veces, pero hacía mucho que no volvía, y no conocía a casi nadie. En 1999 fui a poner una lápida simbólica frente a La Perla, y cuando fui a un acto en 2006, estaba todo en ruinas, y la lápida seguía ahí. Ahora, creo es parte del museo Espacio para la Memoria de La Perla. Ese lugar es como un camposanto para mí, pero desde entonces no la he vuelto a visitar. Conocí a muchos familiares y personas que estuvieron detenidas, y armamos un grupo de trabajo para ser parte de la búsqueda de forma activa como querellantes. Si bien me siento entusiasmada, me calmo a mí misma, porque tengo esperanzas de encontrarlo y también sé que eso es muy difícil que suceda. Entiendo esto como un acto político de reparación, ser parte de la búsqueda en vez de dejar que otros (la Justicia) hagan y no saber bien qué es lo que hacen".

El cartel de Mario Nívoli en el árbol plantado en 2006 en el Bosque de la Memoria en Rosario, que "hoy es un lapacho rosado enorme", dijo su hija.

Tras las huellas de su padre

Mario Nívoli nació en el pueblo de Ucacha entre las sierras cordobesas, y luego de pequeño vivió en Las Perdices. Se fue a vivir a Santa Fe, donde estudió Ingeniería Química, comenzó a militar en Montoneros y conoció a Graciela Gauchat. Allí se casaron y tuvieron a Mariano, su hijo mayor en 1975. Ese mismo año fueron atacados por el “Comando antiterrorista del Litoral” (la versión local de la Triple A) con una bomba en su vivienda. Después vivieron en Concordia, donde Mario participó en las huelgas de Salto Grande, y nuevamente fueron perseguidos. Entonces buscaron una nueva vida en Córdoba Capital, donde nació Soledad, en 1976. Cuando los chicos tenían dos años y cuatro meses respectivamente, ingresó una patota a su casa y secuestró a Mario mientras dormían, el 14 de febrero de 1977.

“Vivíamos en un pasillo muy céntrico en el barrio General Paz, al lado de mis abuelos paternos. Mis abuelos maternos, que vivían en Santa Fe, estaban de visita y presenciaron todo el episodio del secuestro la noche que habían regresado de un paseo por Villa Carlos Paz. A mi mamá uno de la patota le ordenó 'críe a sus hijos', como un mensaje moralizante, ya que el catolicismo y las fuerzas castrenses en Córdoba estaban fuertemente unidos. Y ella entendió que no iba a volver a ver a mi papá, y decidió volver a vivir en Santa Fe”, señaló Soledad.

Se afincaron con su familia en la ciudad de Santa Fe, donde Soledad fue criada por su madre cerca de sus abuelos. Graciela Gauchat quedó viuda a sus 26 años, y desde la desaparición de su marido, militó en movimientos de derechos humanos y de memoria activa. En su casa, destacó“siempre hubo activistas, aun cuando este asunto no estaba legitimado socialmente, y ella nunca tuvo miedo”, aseguró.

Graciela testimonió en 2013 en la Megacausa "La Perla" y pudo escuchar, en 2016, las sentencias a perpetua a todos los represores que habían secuestrado a su marido. Pero a partir de entonces, su memoria fue fallando, y actualmente padece demencia senil. “Es una de las secuelas a largo plazo del terrorismo de Estado, que ella sufrió en carne propia”, aseguró su hija.

Soledad se mudó a Rosario para estudiar Psicología en la Universidad Nacional de Rosario. Desde entonces aquí se quedó, y entre la docencia en esa y otras facultades y la investigación, hizo su vida formando su propia familia.

La muestra con fotografías tomadas por su padre y las que tomó ella en los lugares que él habitó.

Entre 2004 y 2005, la psicóloga comenzó a percibir que se acercaba a la edad que tenía su padre al ser desaparecido. Fue así que comenzó una investigación sobre quién era él, para conocer la parte desconocida de su propia identidad, y proyectó la idea de muestra fotográfica que ahora se exhibe en la Facultad de Psicología: “Fue por una necesidad en ese momento porque sobrevivir a tu padre es una sensación de mucha desazón, y por lo que supe es algo usual en hijos de desaparecidos. Busqué repartir los lugares de vida de él y encontrar ahí la propia también. No tuve un padre sino una imagen de él, que imprime sentidos sociales, singulares y familiares. Quise saber cuáles eran sus gustos, sus elecciones, y poder hacer con eso mi propia vida. Fue lindo porque lo emprendí de forma colectiva junto a mi pareja de entonces y mi amigo fotógrafo, con quienes viajamos a cada ciudad donde vivió él, y me encontré con familiares que yo no conocía y que me contaron alguna parte de su historia”.

En esa búsqueda de sus huellas, Soledad leyó un libro del periodista Daniel Enz con información sobre los desaparecidos, donde mencionó a Héctor “Ruso” Kuntzmann, un detenido sobreviviente de La Perla que ella conocía de nombre, porque su familia lo recordaba en la militancia con su papá: “Me fui a Paraná al semanario Análisis donde estaba Daniel Enz, y él llamó por teléfono a este hombre que se encontraba en la misma ciudad, y poco después estábamos reunidos hablando del asunto. Por lo que me contó, mi papá estuvo allí solo tres días, que él fue el último que lo vio con vida, y se lo llevaron para matarlo. Me dijo que su hija nació el mismo día que yo y que de eso hablaron al estar los dos detenidos juntos. Para mí fue revelador saber que quizás no lo hicieron sufrir tanto tiempo y fue rápido”.

En su recorrido por conocer la historia de su padre, Soledad se acercó a sus gustos, su gente, las ciudades en las que vivió. Y al encontrar unas pocas fotos que él tomó en su viaje de estudios en Bariloche, pudo verlas en diapositivas de una amiga, y así nació la idea de una muestra, con fotos tomadas por su padre y otras registradas por ella emulando su mirada y su encuadre, y en cada una de los lugares que habitó. 

"El resto, lo compuse con los lugares que él frecuentó. La segunda línea fue con fotos de Ucacha donde nació, tercera en Las Perdices, donde cursó su secundaria. Cuarto lugar Santa Fe donde se fue a estudiar y comenzó la militancia. Concordia donde fueron a vivir, y Córdoba donde fue secuestrado. Y finalmente, las uúltimas líneas son en la escuela que fuimos en Santa Fe, y mis lugares de Rosario", finalizó Soledad.