Los ojos del mundo están puestos en la despedida al papa Francisco en la Basílica de San Pedro, en la Ciudad del Vaticano y, en medio del estricto protocolo, una escena cobró notoriedad y causó emoción. Una monja de 81 años, con una mochila al hombro, se acercó al féretro de Jorge Bergoglio y lloró en silencio durante más de 20 minutos. Nadie la interrumpió. 

¿Quién es?, fue una de las preguntas más repetidas tras la difusión de las imágenes. Se trata de Sor Geneviève Jeanningros, una religiosa franco-argentina cuya amistad con Francisco y su dedicación a los marginados la convirtieron en un símbolo del legado del Papa fallecido.

Es francesa y pertenece a la Congregación de las Hermanitas de Jesús. Dedicó más de cinco décadas a trabajar con comunidades marginadas en Ostia, a las afueras de Roma. Vive en una caravana junto a otra religiosa, compartiendo su día a día con feriantes, artistas de circo y mujeres transexuales, muchas de ellas en situación de prostitución.

Su labor social la llevó a convertirse en un puente entre estos grupos y el Papa, quien la apodaba cariñosamente "la enfant terrible" por su carácter fuerte y su compromiso con los olvidados.

Desde 2022, Jeanningros asistía regularmente a las audiencias generales de los miércoles en el Vaticano, llevando a personas trans y homosexuales para que conocieran al Papa.

"Lo aman tanto porque es la primera vez que un Papa acoge a personas trans y gays. Le agradecen porque finalmente han encontrado una Iglesia que les ha tendido la mano", contó la mujer en una entrevista a medios vaticanos.

La relación entre Jeanningros y Francisco se remonta a décadas atrás, cuando Jorge Mario Bergoglio era arzobispo de Buenos Aires. Su conexión se fortaleció por un dolor compartido: Geneviève es sobrina de Sor Léonie Duquet, una monja francesa desaparecida durante la dictadura militar argentina (1976-1983).

Duquet, junto a Alice Domon, fue secuestrada por el represor Alfredo Astiz y asesinada en los "vuelos de la muerte". Su cuerpo fue hallado en una fosa común junto al de Esther Ballestrino de Careaga, quien fuera jefa de Bergoglio cuando trabajaba como técnico químico.

En 2011, Jeanningros testificó en el juicio contra Astiz en Comodoro Py, un proceso que resultó en la condena del militar por delitos de lesa humanidad.

Este episodio creó un lazo especial con Francisco, quien durante su pontificado apoyó la apertura de los archivos vaticanos sobre la represión en Argentina, un gesto que Geneviève agradeció como un acto de justicia histórica.

El gesto de Jeanningros en la Basílica de San Pedro no pasó desapercibido. Mientras cardenales y obispos desfilaban para despedir a Francisco, la monja se acercó discretamente al féretro, vestida con su hábito celeste y una mochila verde. Permaneció allí, rezando y llorando.