Un antropólogo y un biólogo realizan hace dos años un relevamiento de los pescadores y las modificaciones en el ecosistema del Delta del Paraná. Por fenómenos ligados al cambio climático, que van desde la deforestación de la Amazona hasta una bajante del Paraná que persiste en el tiempo, y por el dragado del cauce principal del río, ese universo que conforman los trabajadores del río, los arroyos y las lagunas están amenazados (o ya no están). Por eso, los científicos se dedican a la compleja (casi inasible) tarea de "mapear la ausencia" de un humedal en retroceso.
Lisandro Arelovich, antropólogo, y Claudio Baigún, biólogo, desarrollan un “mapeo participativo” junto a los protagonistas del estudio. La idea es conformar un informe técnico para elevarlo al comité del Plan de Manejo de la Reserva de Usos Múltiples (RUM) de Victoria. El trabajo comenzó en marzo de 2023 en esa localidad entrerriana, al otro lado del puente que nace en Rosario. Siguió por Rincón del Doll, al noroeste, y la última posta fue la comunidad de pescadores de Puerto Esquina y alrededores de Rincón del Nogoyá, al sureste.
Hay un contexto de fondo que explica la preocupación por una bajante del río que comenzó en 2019 y que nunca se recuperó del todo. El río se mantiene en zona de “aguas bajas” o “medias bajas”, según la clasificación del Instituto Nacional del Agua (INA).
Tenemos registros de 120 años con alturas máximas y mínimas del río. Si bien hubo bajantes intensas lo que nunca se vio es que dure tanto tiempo
La pregunta es si los cambios son parte de la dinámica o se deben a una mutación sin precedentes en los registros hidrológicos. Si este presente abre un proceso que implica nuevos esfuerzos y acciones para las autoridades y los Estados. Por ejemplo, si es necesario activar de forma constante pequeñas dragas para la reapertura de arroyos y canales. Obras para mantener vivo el interior del Delta y no permitir el avance de los campos ganaderos sobre zonas de bajos y lagunas.
La expresión de "ganarle tierra" al río es una trampa. Los productores o los desarrolladores inmobiliarios no multiplican los terrenos sino que conquistan (por no decir roban) “territorio pesquero fluvial”. Espacios de agua que son (eran) navegables o que son (eran) utilizados por los pescadores para ganarse la vida.

“Tenemos registros de 120 años con alturas máximas y mínimas del río. Si bien hubo bajantes intensas lo que nunca se vio es que dure tanto tiempo, es histórica por la permanencia más que por la intensidad. Entonces, lo extraordinario no es que el río haya llegado a menos 50 centímetros, eso pasó dos veces, lo que nunca ocurrió es que haya durante cinco años una variable de río bajo, con repuntes mínimos”, dice Arelovich.
El investigador da un ejemplo puntual del alcance de las alteraciones: “La Laguna Grande, cerca de Victoria, es una de las principales áreas de pesca todo el año y en casi todas condiciones. En cinco años de sequía, el banco de arena se consolidó con raíces de árboles. Crecieron sauces que ya tienen un tronco de tres o cuatro años, transforman el banco de sedimentos en isla permanente. Para reabrir ese paso ya no alcanzaría con pasar una draga, tenés que remover primero con una retroexcavadora”.
Menos arroyos y pescadores
Los datos reflejados en el informe preliminar identifican en Rincón de Nogoyá un fenómeno similar, pero con particularidades distintas, al observado años atrás en Victoria. Esos lugares comparten la escasez de agua por la bajante, la construcción de terraplenes islas dentro, arroyos y lagunas que están tapados y la falta de corriente que genera mayor sedimentación en los cursos. Un escenario que vuelve no tan lejana la distopía de quedarse sin recursos: "Si no hay agua, no hay peces".
Hoy no te da para trabajar, es mucho gasto, queda muy lejos ir a pescar y lo que se saca no se justifica
Por lo pronto, los investigadores detectaron que en Puerto Esquina ya hay menos pescadores activos. Según el censo estimado por la comuna de Rincón de Nogoyá, hay 130 trabajadores del sector, de los cuales 100 estarían concentrados en el paraje Puerto Esquina. De ellos, se mantienen activos cerca de la mitad. El resto busca otros ingresos porque la logística para pescar no se justifica.
"Hoy no te da para trabajar, es mucho gasto, queda muy lejos ir a pescar y lo que se saca no se justifica", dice por ejemplo Antonio Escobar, pescador de esa zona.
Otros de los testimonios recogidos en el trabajo grafican esa crisis sostenida: “Yo tengo 61 años, y pesco desde que soy chico, y lo que vi desde el 2020 no lo había vivido nunca en el río desde que tengo memoria”. También: “No se nos terminó el pescado, se nos terminó el agua, pescados hay millones”, “está con poco oxígeno el agua” o “el agua viene sin fuerza”.

Hay, además, efectos menos visibles del cambio climático. Por la agriculturización, la deforestación de montes alrededor de Rincón del Doll generó mayor escurrimiento del agua y cuando las precipitaciones son intensas, el arroyo baja muy cargado. Eso genera que el nivel del riacho conocido como Espinillo de la costa o la Manga quede por debajo de ese caudal y la correntada se invierte cuando chocan. El fenómeno modifica logísticas de todo tipo, incluso para los pescadores (que si llueve mucho no pueden salir).
Hace diez años en esa zona del departamento Diamante existía una comunidad importante de pescadores y hoy queda uno solo, muy artesanal, que vende al minorista con un puesto improvisado o guías de pesca deportiva.
Primero el nombre, luego la ausencia
Arelovich explica en diálogo con Rosario3 que el trabajo combina el saber popular y el científico. Uno de los desafíos del equipo es “traducir” el conocimiento de los pescadores. Muchas veces se da un diálogo de sordos con los funcionarios o técnicos que no llegan a comprender los fenómenos que describen los trabajadores del río e isleños.
El amplísimo universo de formas de nombrar lugares forma parte de esa complejidad. Para eso, elaboran un mapa paralelo: de “toponimia popular”. Existen más de veinte clasificaciones geomorfológicas en el Delta: además de río, arroyo, laguna o boca, están los falsos arroyos, pozos, remansos, cañadas, sacos, pozos, bajíos, codos, madrejones, entre otros. A esas clasificaciones genéricas se le superponen los nombres propios que algunos adquieren.
Los cauces de algunos arroyos cambian de corriente, de un sentido para el otro, o se estanca el agua y genera problemas de oxigenación
En los mapas también identifican las correntadas alteradas por la bajante o sedimentación acumulada. “Los cauces de algunos arroyos cambian de corriente, de un sentido para el otro, o se estanca el agua en donde históricamente debería correr y eso genera problemas de oxigenación y movimientos de peces”, explica Arelovich.
El primer paso es darle entidad a esos lugares que existen en el lenguaje de los pescadores pero “no están” representados. Lo segundo es verificar en los mapas si mutaron o desaparecieron, y luego ubicarlos en un mapa digital.

La gran pregunta es si ese proceso forma parte de una dinámica que caracteriza al Delta o se registra una degradación, una pérdida de espacios de agua y de identidad que no se recuperará.
“Hay una erosión que se acelera, aunque hace falta conocer más detalles. Los estudios de sedimentación y de flujos hidráulicos escasean islas adentro. Los que existen están al servicio de los grandes buques o de reforzar bombas de potabilización de agua. Es decir, estudian el río como un recurso hidrotécnico para obras civiles: río arriba como generador de electricidad y río abajo para barcazas y barcos transoceánicos”, señala el investigador.
“Si te salís del cauce principal –sigue– y vas a la llanura aluvial, ahí tenés el río como un agroecosistema de ganadería y pesca, de producción. Para algunos es la pampeanización, para otros no porque es una ganadería de isla con sus particularidades. Pero la pesca tiene un espacio minoritario, a pesar de que hay frigoríficos y se habla de 10 mil pescadores en toda la cuenca”.
Está ganando la forma de ver a la isla como un lugar de producción ganadera
La evidencia más reciente del avance de ese poder es la cesión a la Sociedad Rural de Victoria (SRV) y a la Comunidad Islera Asociación Civil (CIAC) de tres "puertos ganaderos", lotes al costado de la ruta 174 para que puedan bajar y subir ganado de forma libre, sin controles ni pago de la tasa a la comuna de Victoria. “Está ganando la forma de ver a la isla como un lugar de producción ganadera”, resume Arelovich.
Por eso, alerta que las zonas de grandes lagunas deberían protegerse como zona prioritaria del humedal y frenar el avance ganadero. Cuando se decretó la emergencia hídrica, fue esa región la que estuvo amenazada y se dio el gran drama porque no llegaba el agua (y peligró la toma para consumo humano).
“El canal de servicio del puente Rosario-Victoria unió cuencas que estaban desconectadas y eso empeoró aún más la situación, porque el agua se escurre”, demarca el investigador.
La sobreexplotación del recurso dejó de ser una amenaza y el problema desde 2019 es la falta de agua. Y, si la profundidad del cauce principal se lleva a 44 pies como plantea la licitación de la llamada hidrovía, ese embudo agravaría aún más el panorama.