Este domingo, Ecuador vota algo más que un presidente. Elige entre la continuidad de un régimen militarizado que se proclama en guerra contra el crimen pero que multiplica las víctimas civiles, y el retorno de un correísmo aggiornado que promete orden, pero carga con su propio historial. La boleta tiene dos nombres: Daniel Noboa y Luisa González. Pero lo que se juega es mucho más que eso.

Las encuestas hablan de empate técnico. 

El Ecuador de 2025 ya no se parece en nada al de hace diez años. Ni siquiera al de hace dos. Hoy es un país fracturado, exhausto y atravesado por el miedo. La vida cotidiana transcurre entre apagones interminables y funerales cada vez más frecuentes, en un escenario dominado por cárceles militarizadas al estilo Bukele y por acuerdos opacos con la controvertida firma de seguridad estadounidense Blackwater, que operan bajo una lógica difícil de auditar.

Es Daniel Noboa el presidente más joven de la historia ecuatoriana. Tiene 37 años. Asumió como outsider moderno y hoy pretende encarnar la versión de líder duro del siglo XXI. Es heredero de una dinastía bananera, e hijo de un empresario que largamente aspiró al cargo que hoy ostenta su primogénito. 

Fotografía de un cartel publicitario del candidato presidencial Daniel Noboa en la localidad de Canuto, este sábado en Manabí (Ecuador) (Efe).

Este joven irrumpió con éxito en la escena política en medio de la violencia a manos del crimen organizado. En plena campaña -en agosto de 2023- fue asesinado el candidato presidencial Fernando Villavicencio. Entonces destacó la figura de Daniel Noboa, que apareció como aire fresco, con carácter controlado, buen manejo de redes sociales y memes bien producidos. 

En noviembre de 2023 Noboa asumió el cargo por un año y medio para completar el mandato del entonces líder Guillermo Lasso. Este último, ante la gran dificultad para gobernar y la presión de las bandas de crimen organizado, utilizó la llamada “muerte cruzada”. Es un mecanismo constitucional por el que se destituye al presidente, se disuelve la Asamblea Nacional y se llama a elecciones generales. 

En enero de 2024 -a poco de asumir- Noboa decretó “guerra interna”. Esto le permitió blindarse políticamente, apelar al miedo y poner a las Fuerzas Armadas en la calle. Bajo esa lógica, las fronteras entre criminal y ciudadano se desdibujaron. El caso -que aún estremece al país- es el de los cuatro adolescentes afroecuatorianos asesinados impunemente por militares quienes los capturaron mientras estaban jugando al fútbol.

Militares ecuatorianos requisan a una persona este sábado en la frontera norte en el puente internacional Rumichaca, provincia de Carchi (Ecuador) (Efe).

Lejos de asumir el liderazgo que una tragedia de esta magnitud exigía, Noboa optó por el silencio prolongado, la negación institucional y una serie de gestos que rozaron la indiferencia. Mientras las familias buscaban desesperadamente a los cuatro adolescentes desaparecidos y luego velaban sus cuerpos calcinados, el Presidente evitó nombrarlos, no ofreció condolencias públicas y se mantuvo distante del caso. 

Es más, en pleno duelo nacional, Noboa eligió publicar en sus redes sociales una serie de imágenes de nuevos tatuajes -cuatro aves fénix- que simbolizaban, según explicó, su capacidad de “caer, levantarse y seguir”. En lugar de encarnar la responsabilidad política, evidenció el grado de desconexión entre el poder y el dolor social.

Mientras tanto este domingo, Luisa González busca su revancha. Ya perdió en otro ballotage ante Noboa en 2023 por poco. Hoy regresa con un perfil más sólido, menos dependiente de Rafael Correa pero sin negarlo, más enfocado en lo económico y en recuperar un Estado arrasado por la inseguridad y el ajuste.

Abogada y ex asambleísta, González apuesta por una narrativa de orden con justicia social. En su campaña invoca la estabilidad de la “década ganada” de correísmo -del que fue parte como funcionaria- y se presenta como una mujer hecha a sí misma, de origen rural y con fuertes convicciones religiosas. No es una outsider, pero tampoco es parte del juego opaco de estos últimos 14 meses. 

En esta oportunidad, logró ampliar su base electoral, moderando su discurso. Su gran éxito fue -hace una semana- obtener apoyos claves de grupos enemistados históricamente con el correísmo como la CONAIE, Pachakutik y otros sectores de izquierda. Aunque más que por una adhesión entusiasta, su crecimiento parece impulsado por un rechazo creciente a la gestión de Noboa.

Fotografía de un cartel publicitario de la candidata presidencial Luisa González en la localidad de Canuto, este sábado en Manabí (Ecuador) (Efe).

A pesar del despliegue militar durante este año y medio, los resultados en materia de seguridad son débiles. En 2024 se registró una leve baja en los homicidios, pero el repunte de la violencia en los primeros meses de este año, con más de 1.500 muertes violentas en enero y febrero, devuelve al país a niveles alarmantes. La percepción de inseguridad sigue siendo altísima.

En lo económico, la situación es igualmente adversa. Ecuador entró en recesión, con un PBI que cayó 0.4 por ciento en 2024 y un desempleo en aumento. La crisis energética derivó en apagones de hasta 14 horas diarias y pérdidas significativas en empleo y producción. La pobreza afecta ya al 28 por ciento de la población. 

La elección se desarrolla en un contexto institucional tenso. Noboa, obligado por ley a tomar licencia para hacer campaña, decidió ausentarse por tramos, mientras delegaba el poder en una vicepresidenta interina que él mismo designó por decreto, desplazando a su compañera de fórmula electa. La Corte Constitucional declaró inconstitucional la maniobra, pero la medida ya estaba en marcha.

El presidente de Ecuador y candidato a la reelección, Daniel Noboa, pronuncia un discurso en su cierre de campaña (Efe).

A esto se suma la decisión del Consejo Nacional Electoral de prohibir el uso de celulares en el cuarto oscuro este domingo. Lo hace en respuesta a una denuncia del presidente sobre supuestas extorsiones vinculadas al narcotráfico. La medida fue cuestionada por observadores internacionales y alimentó las sospechas sobre posibles irregularidades. 

En paralelo, un grupo de congresistas demócratas de Estados Unidos, encabezado por Alexandria Ocasio-Cortez, advirtió sobre posibles anomalías en el proceso electoral. También denunció violaciones a los derechos humanos cometidas durante el actual gobierno, sugiriendo que estas podrían comprometer la continuidad de la asistencia militar estadounidense bajo la Ley Leahy.

Lejos de dar marcha atrás, el presidente Noboa viajó a Florida, participó de una cena exclusiva y se dejó fotografiar junto a Donald Trump en Mar-a-Lago. La postal -tan calculada como provocadora- buscó blindarse ante la comunidad internacional, pero también revalidar su imagen de liderazgo fuerte y alineado con los sectores más duros del conservadurismo regional.

La candidata a la Presidencia de Ecuador Luisa González pronuncia un discurso este jueves, en el cierre de su campaña en Guayaquil (Ecuador) (Efe).

Este domingo, el país no solo elige entre dos candidaturas sino cómo quiere enfrentar su crisis más profunda en décadas. Si con más militarización o con más institucionalidad, si con el vértigo de la confrontación o con el riesgo de volver a modelos pasados. Ninguno de los dos proyectos garantiza certezas. Ambos arrastran luces y sombras. 

Entre el péndulo del miedo y la nostalgia, Ecuador revela un síntoma regional: democracias debilitadas que buscan salidas rápidas a problemas complejos. El resultado será observado de cerca en toda América Latina. No por el ganador, sino por lo que sus ciudadanos decidan tolerar en un país que ha visto desvanecer sus certezas en tiempo récord.