En los días previos a las fiestas se observa en los grandes centros urbanos nerviosismo y es alto el consumo para tener todo listo en la mesa familiar en la Nochebuena, Navidad y Fin de Año. Se hacen listas para no olvidar detalles del menú a cocinar, se buscan precios y hacen cálculos, y cada miembro de la reunión recibe un presente. Las Fiestas son un momento para la celebración y culminación del año con los seres queridos, pero muchas veces, no se viven alegremente por una multiplicidad de factores, sociales y económicos, mandatos culturales, que se entremezclan con las circunstancias de cada persona.

Rosario3 dialogó con la psicoanalista Marcela Makaroff sobre cómo observa el fenómeno, y estableció una idea: cierto "mandato de felicidad impuesto", y esbozó algunas ideas no conclusivas, “sin ánimo de Grinch”, con el fin de además buscar soluciones para repensar los vínculos y formas de consumo, y así se pueda pasar de un padecimiento a un verdadero disfrute.

“Desde hace muchos años observo la tendencia de que las personas se sienten obligadas a responder ciertos mandatos de comprar regalos, cocinar comidas especiales en cantidad, y sobre todo la auto imposición de que «hay que estar felices», cuando a veces, algunos transitan situaciones complejas, duelos, enfermedades o peleas, que llevan tiempo, y que no permiten responder a ese mood. Y el contraste que sienten quienes atraviesan alguna situación difícil, hace que las personas se sientan peor”, expresó la analista rosarina.

Aseguró que “en los últimos años hay factores que agudizan lo anímico, como los problemas económicos del último tiempo" y explicó al respecto: "Hay que gastar mucho dinero para comprar regalos a todos los miembros de la familia y para llevar comida a la mesa familiar, cuando este año fue difícil poder costearlo”.

Consultada sobre qué postura recomienda tomar, la psicóloga precisó: “Suelo hacer hincapié en que cada persona se pueda dar a sí misma el lugar a vivir las fiestas de acuerdo a la realidad que está atravesando, que no sienta que debe «rebozar de felicidad» si en el brindis le surge una emoción puntual, en vez de tener que sonreír. Vivirlo como realmente puede”.

Las grandes ciudades del mundo se visten de Navidad y la gente sale de manera masiva a consumir. Esto es un hito argentino y rosarino, pero de muchos otros lugares del mundo globalizado también. En torno a esto, Makaroff observó: “Me llama la atención que en Argentina se presuriza, sumando la coincidencia calendaria, ya que acá termina el año y comienzan las vacaciones, algo que no ocurre en muchos países. Entonces, además de la presión de cara a las fiestas, es una etapa de muchos cierres, como si todo se fuera a terminar”.

Este contexto de los grandes consumos para la especialista, “taponan los afectos, y quizás se pierde esa reflexión sobre cómo y con quiénes hay que reunirse”.

Volver a invitar al vecino o a ese afecto que está solo

Un gran asunto en las fiestas es que muchas personas están solas, y su circunstancia se vuelve más difícil todavía. La psicóloga explicó: “El contraste es que toda la sociedad alrededor celebra. Habría que ser solidario con quienes están solos. Antes se usaba mucho la idea de invitar a un vecino que está solo, una pareja sin hijos, y en la mesa eran muchas personas porque se sumaba al otro, no necesariamente un familiar”.

“No quiero sonar Grinch, me encanta que se propicie un pretexto al encuentro, pero debería respetarse lo que cada persona transita, y no fingir felicidad", remarcó. "Habría que volver a poner el acento más en el otro que en cuántos regalos hay que comprar y cuánta comida preparar. No es necesario comprar el pan dulce más caro y el champagne mejor”, observó.

Finalmente, reflexionó sobre las varias causas por las cuales los rosarinos sufren estos mandatos: “Pienso que antes había más encuentro en general, más fomentado el vínculo social, por ende éramos más generosos. Hoy los vínculos están dificultados, por varias causas: es una sociedad más individualista y tenemos incorporada la tecnología. Los vínculos durante este año fueron difíciles, de mucho desencuentro, muchos conversamos solo por Whatsapp. No es propiciado el encuentro, que antes se evidenciaba el disfrute en encontrarse, mientras que hoy es más un peso que un gusto", destacó.

Y concluyó su análisis: "Es difícil tolerar al otro, hay problemas vinculares muy profundos. La gente en las Fiestas se encuentra quizás con familiares que no se vieron en el año, y cuyo vínculo es difícil. Si la felicidad que se propone es impuesta, es aún más artificial cuando el encuentro es de compromiso”.