El rosarino que dejó atrás Amazon y MasterChef para hacer de su pasión un negocio

A los 22 años partió de su ciudad natal, transitó experiencias laborales muy eclécticas y un salto a la fama lo impulsó a jugarse por un rubro que siempre le abrió las puertas

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Juan Ignacio Feibelmann es rosarino, tiene 31 años y muchos lo conocen por haber participado en la última edición de MasterChef. Pero esa es apenas una de las tantas facetas que lo definen. Sus inquietudes y carisma lo llevaron a trabajar en diversos ámbitos, desde gigantes corporativos como Amazon hasta incursiones en el mundo del marketing y la música. Sin embargo, su destreza para la cocina resultó ser su mejor salvavidas. Ahora se encuentra muy cerca de abrir su primer restó en una esquina palermitana que lleva el nombre de su bisabuela.

A pesar de haber alcanzado cierto grado de fama en el mundo de la televisión, Juan Ignacio decidió dar un paso más y materializar su pasión por la gastronomía en un negocio propio. Su amor por las pastas lo llevó a tomar la decisión de abrir un restaurante especializado y la elección de la ubicación no fue casualidad. Palermo, el barrio que lo acogió cuando decidió aventurarse lejos de su Rosario natal, será el hogar de su primer restaurante. Una esquina testigo de la confluencia de experiencias, sueños y sabores que Feibelmann planea ofrecer a sus comensales.

El proceso de apertura de “Carmen” está en marcha, y la expectativa en torno a este nuevo emprendimiento es palpable. Feibelmann no solo busca crear un espacio gastronómico, sino también construir un lugar de encuentro, con un ambiente que refleje su personalidad multifacética y su gusto por la buena comida.

Este proyecto está hecho íntegramente por amigos, somos cuatro socios que empezamos con esta idea en julio del 2023. La propuesta va más allá de las pastas clásicas. Combina un estilo londinense y francés con sus sabores ahumados y cítricos”, anticipó Nacho a Ecos365.

En el emprendimiento culinario, el rosarino tiene un papel gerencial crucial, desempeñándose también como chef ejecutivo encargado del diseño de la carta. Mientras supervisa la gestión global del restaurante, en la cocina cuenta con la colaboración de un amigo de confianza, cuya experiencia incluye haber trabajado en el Llao Llao y en reconocidos restaurantes internacionales galardonados con estrellas Michelin. La sinergia de la dupla promete poner al lugar en lo más alto.

Juan Ignacio en las puertas de Carmen, el restó de pastas que espera pronto cortar cintas

Su historia es un testimonio de perseverancia, pasión y la búsqueda constante de su verdadera vocación. De chico, filmaba las tormentas en el patio de su casa del barrio Cinco Esquinas y fantaseaba con la idea de ser meteorólogo. Al terminar la secundaria, transitó los pasillos de la Universidad Nacional de Rosario y probó con estudiar psicología. En paralelo se animó a tener su propia banda de funk y trabajó como relacionista público en la noche rosarina. Las redes sociales siempre fueron su fuerte y bajo la presión de tener un título profesional terminó el terciario en relaciones públicas.

No obstante, desde el principio tuvo claro que su corazón latía más fuerte cuando ponía las manos en la masa y reflexionó que incursionar en el rubro le sirvió mucho en los momentos en donde no contaba con un trabajo estable.

Siempre se me dio muy bien con la cocina. Cada vez que preparaba algo recibía muchos halagos. Con la gastronomía sentí mayor reconocimiento que con otras actividades”, destacó a este medio.

“Cuando llegué a Buenos Aires trabajé de cualquier cosa, hasta en un estudio contable. Pero en un momento conectar con lo que me hacía bien fue una necesidad, así que me volqué por montar un catering y luego viandas con un amigo”, describió el joven mientras recordaba esos años donde compartía departamentos y hasta vehículos para moverse por la ciudad abaratando costos. Para entonces corría el año 2018 y la economía amenazaba con dejar truncos sus planes de vivir en la capital.

Sin perder el animo, con la posibilidad de contar con la doble ciudadanía por sus antepasados alemanes, se entusiasmó con probar suerte en el exterior. Emprendió viaje a España y se dejó cautivar por las bondades de Barcelona. El barrio Gracia le encantaba tanto o más que su añorado Palermo. Allí alquiló la habitación más barata que encontró y otra vez las puertas de una cocina le permitieron ganar sus primeros euros.

Su amor por las pastas lo llevó a tomar la decisión de abrir un restaurante especializado

Trabajé en una cocina de producción masiva mientras buscaba trabajo en marketing y comunicación. Lo loco fue que economicamente me convenía más trabajar en gastronomía"

Su intención era pasar el verano y luego viajar de visita a la Argentina. Así que entró en 9 Reinas, un conocido restaurante argentino como preludio de todo lo que vendría después.

Un verano excepcional lo esperaba en Argentina. Visitó a la familia, volvió a la esquina de Palermo que amaba, recorrió cada restaurante que pudo y se volvió a Barcelona con las pilas cargadas para enfrentar otra temporada. La mala noticia no tardó en llegar. En marzo del 2020 el mundo se paró y pandemia mediante Nacho tuvo que recalibrar los planes.

En ese momento, entró a trabajar en una estación de carga de Amazon. Primero como ayudante y al tiempo pudo tener un puesto de supervisor. Su sueño era juntar plata para volver a la Argentina y ponerse su propia pizzeria. Pero un llamado de su madre le advirtió que su papá había tenido un infarto.

“Me tomé el primer avión que pude. En el camino desde Ezeiza a Rosario me avisan que había fallecido y fue terrible. Acompañé a mi mamá en dolor y decidí no volver a Europa. Volví a la esquina que me abrazó junto a mis afectos, los que me apoyaron en el programa y que juntos hoy reconvertimos en Carmen”, cerró Nacho.

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