El “cruce de la muerte” del S&P 500: entre el miedo técnico y la historia que no se repite

El S&P 500 mostró una señal técnica que suele espantar a los inversores, pero el análisis de medio siglo demuestra que la mayoría de las veces ese “cruce mortal” llega tarde o simplemente no sirve para predecir nada.

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Un patrón inquietante, una señal técnica conocida y un mercado que ya parece haber pagado el precio. El S&P 500, índice de referencia de las acciones estadounidenses, activó lo que se conoce como "cruce de la muerte", un nombre tan dramático como engañoso. El dato en sí es sencillo: el promedio móvil de 50 días perforó hacia abajo al de 200 días. Pero lo importante no está tanto en la forma, sino en el fondo. ¿Hay que salir corriendo? ¿Estamos ante el principio del fin? O más bien ya pasó el temblor y ahora viene el rebote.

Este cruce técnico, que genera nerviosismo entre los operadores más atentos a los gráficos que a los balances, se hizo visible luego de un desplome generalizado del mercado provocado, entre otras cosas, por el impacto de los aranceles. La última sesión del lunes dejó al 50-DMA en torno a los 5.748 puntos, apenas por debajo del 200-DMA, que se ubicó en 5.754. Pese al cruce, el índice subió ese día un 0,8%, lo que ya pone en duda su presunta gravedad.

Claro que este no fue un evento aislado. La semana pasada también lo había protagonizado el Nasdaq, sumando presión psicológica a un contexto de elevada volatilidad. El índice VIX, que mide justamente esa sensación de pánico o tranquilidad del mercado, venía marcando niveles altos, lo que para muchos analistas puede ser, paradójicamente, una señal de que lo peor ya ocurrió.

¿Por qué tanto revuelo por un cruce?

El “cruce de la muerte” no es un invento moderno. Desde hace más de medio siglo, los analistas técnicos lo usan como indicador de un posible cambio de tendencia: cuando la curva del promedio móvil de corto plazo cae por debajo del promedio de largo plazo, algunos interpretan que la debilidad se afianza. Pero el asunto no es tan lineal. Los datos históricos muestran que esta señal suele llegar tarde, cuando ya se descontó gran parte del pesimismo.

Un repaso a las últimas cinco décadas revela que hubo 24 cruces de este tipo en el S&P 500. De ellos, en el 54% de los casos el mercado ya había hecho su peor caída antes del cruce, según datos relevados por Reuters sobre cifras de LSEG. Es decir, el golpe fuerte ya se había sentido y el cruce técnico solo vino a ponerle nombre a lo que el mercado ya había digerido.

En el 46% restante, sí: el descenso continuó, con un promedio de caída del 19% desde el momento del cruce. Y, por supuesto, hay antecedentes duros, como los de 1981, 2000 y 2007, con desplomes posteriores del 21%, 45% y 55%, respectivamente. Pero también hay contextos muy diferentes entre aquellos años y este presente.

Un mercado castigado que parece haber tocado fondo

Hoy el panorama tiene varios condimentos que pueden restarle dramatismo a esta señal. Por un lado, el S&P 500 ya venía golpeado, habiendo rozado recientemente la línea del 20% de caída que define formalmente una corrección. Esa cifra no es menor: cuando se alcanza, muchos fondos reequilibran posiciones y el mercado suele encontrar piso.

Por otro lado, algunos indicadores de clima de mercado mostraron niveles de pesimismo extremos, algo que en la jerga financiera se interpreta como una posibilidad de rebote. Los inversores minoristas y grandes fondos, en su mayoría, ya se habían rendido, y eso es a veces lo que se necesita para empezar a subir.

Un estratega técnico con experiencia en el análisis de ciclos bursátiles remarcó que, viendo los gráficos con detenimiento, este proceso se parece más al de los años 2018 o 2020, cuando luego de caídas fuertes se produjo una recuperación rápida y pronunciada, en forma de V, y no a un descenso largo y prolongado como el de la crisis subprime.

Además, una mirada sobre lo que pasó 20 y 30 días después de cada cruce, según datos analizados por un banco internacional, revela lo siguiente: en los 20 días posteriores, el S&P cayó el 52% de las veces, con una pérdida promedio del 0,5%. Pero a los 30 días, el índice había subido en el 60% de los casos, con una ganancia promedio del 0,8%. Nada para tirar manteca al techo, pero tampoco para vender todo.

¿Y ahora qué? El dilema de los que invierten con la cabeza, no con el corazón

Para quien gestiona capital —propio o de terceros—, este tipo de señales generan ruido, pero no necesariamente decisiones. Los datos muestran que el “cruce de la muerte” tiene más peso psicológico que estadístico, y que muchas veces llega tarde como guía de acción.

Lo importante es entender en qué contexto se da esta señal, y en este caso, hay varios elementos que apuntan más al agotamiento de la baja que al inicio de un nuevo derrumbe. La presencia de ventas forzadas, el aumento de la volatilidad, la salida masiva de flujos de fondos y la caída del ánimo de los inversores ya se han visto en las últimas semanas. Y eso podría ser lo que, en la práctica, marque un piso.

Desde la perspectiva de quienes leen esta señal con cierta distancia, el momento actual exige más sangre fría que pánico. Las correcciones, por fuertes que sean, forman parte de los ciclos normales del mercado. Y si bien hay antecedentes donde este cruce anticipó tormentas, también hay muchos otros donde el mercado se dio vuelta y dejó pagando a los pesimistas.

Cuando las ventas ya se produjeron, el riesgo muchas veces pasa a ser quedarse afuera de la recuperación. El “cruce de la muerte” suena tremendo, pero como tantas veces, el título es más temible que el contenido. Y en los mercados, como en la vida, el miedo es mal consejero.

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