Las muelas del juicio suelen ser una molestia para todos. Aparecen cerca de los 20 años, cuando se supone que la dentadura hace rato que está completa, al no tener espacio, pueden impactar contra las raíces de otros dientes, causando dolor y en algunos casos infecciones. Lo curioso es que no siempre estuvieron presentes en la boca humana, por lo que no responden a un mal diseño evolutivo. Por el contrario, se cree que nuestros hábitos de vida han provocado este desajuste.

Estudiando los restos de nuestros antiguos antepasados, se descubre que -por ejemplo- la mayoría de los cazadores-recolectores tenían una salud dental envidiable. La odontología y la ortodoncia tampoco fueron particularmente necesarias en la Edad Media, y hasta en la era preindustrial solo el 5% llegó a tener muelas de juicio. En cambio en los últimos siglos ya aparecen caries, infecciones, dientes apiñados, entre otros males.

Los cambios en la boca ocurrieron porque la alimentación cambió. Las nuevas técnicas en la preparación de alimentos permiten que comamos más blando, triturado, molido o hasta líquido, pero antes lo habitual era masticar alimentos más duros, lo que exigía mayores tensiones mecánicas. Ello permitía que la mandíbula y los dientes se desarrollaran y crecieran de forma correcta, según consignó la publicación Muy interesante.

“Del mismo modo que las extremidades y la columna no crecen lo bastante fuertes si no se somete a los huesos a las tensiones suficientes al caminar, correr y hacer otras actividades, las mandíbulas no crecen lo bastante para alojar todos los dientes, y estos no encajarán como deben si no los sometemos a las tensiones suficientes al masticar comida”, indicó el especialista Daniel Lieberman. De allí que los dentistas se valgan de mecanismos para enderezar y alinear los dientes de sus pacientes con la asistencia de aparatos de ortodoncia, que aplican presiones constantes.

La nueva dieta provocó otro efecto secundario, y es que al no tener que masticar tanto ni tensar demasiado la mandíbula, los rostros se han achicado en promedio entre un 5% y un 10%, en comparación con los de hace miles de años.