“Defender la democracia no es poca cosa. El punto de mira de las extremas derechas es la democracia liberal. Las izquierdas deben, por diferentes razones, preguntarse si quieren defenderla. Si consideran que deben hacerlo, deben pensar el mejor modo”, señala un texto escrito en 2022, por Sergio Morresi, investigador del Conicet, docente de la Universidad Nacional del Litoral, especializado en el estudio del liberalismo, el neoliberalismo y las formaciones políticas de deerecha en la Argentina, quien analizó los últimos comicios y el batacazo de Javier Milei (La Libertad Avanza), en diálogo con el programa A la Vuelta (Radio 2).

El anclaje de Milei en cada provincia de Argentina

 

El autor sostiene que quizás no haya un atractivo único por el cual la población vota a partidos de extrema derecha en todo el mundo, sino que puede haber uno distinto, incluso, para cada votante.

“Desde la Universidad Nacional del Litoral (UNL) hicimos un trabajo tratando de analizar la expresión de votantes en diferentes lugares del país, que iban votando a activistas o dirigentes políticos que a su vez, fueron adhiriendo a la candidatura de Milei y comprobamos que los motivos en cada provincia eran distintos”.

En Santa Fe, por ejemplo, era mucho más importante la oposición al aborto; pero en la Patagonia, importaba más la idea de «lo nuevo», de que era un candidato no comprometido ni con Juntos por el Cambio ni con el Frente de Todos (ahora Unión por la Patria), y que por lo tanto, no era responsable de los fracasos económicos y sociales de los últimos años”.

“En otros lugares, como el noroeste argentino –explica– fue mucho más importante el tema seguridad, la mano dura y la portación de armas y también prendió otra mirada sobre algunos procesos históricos como, por ejemplo, la dictadura; mientras que en Buenos Aires gravitó más el núcleo relacionado con las cuestiones económicas, el emprendedurismo y la idea de que los impuestos son un robo. Es decir que no todos los votantes se sienten atraídos por las mismas cuestiones y no todos los votantes están de acuerdo con todas las propuestas de Javier Milei. Algunos están convencidos de algunas cosas y otros, de otras”, señaló.

El docente puntualizó que en algunos círculos académicos se venía sosteniendo, erróneamente, que el fenómeno Milei estaba acotado a Buenos Aires.

“Hace unos años nos decían: «Es un fenómeno de Buenos Aires», pero nosotros veíamos que no era así, y que, al contrario, en el interior del país estaba pasando algo que en Buenos Aires no se veía. Es más, esta elección mostró que en Buenos Aires, el apoyo era mucho más chico. La mayoría de sus votos provinieron del interior del país; no de Capital Federal”.

Enojos, agresiones e insultos

 

En las presentaciones de Javier Milei en público hay algunos rituales que se repiten. El dirigente se muestra siempre enojado. Grita, descalifica, agrede. Cada final de las frases de sus discursos suele terminar con algún exabrupto, algo que sus seguidores celebran y aplauden.

“Es una persona histriónica. A muchos les atrae la forma, hasta un poco violenta de mostrar sus enojos y enemistades. Y eso, que a unos les causa profundo rechazo –aclara Morresi– a otros les resulta profundamente atractivo. Por eso, a los que analizamos, nos corresponde tratar de comprender por qué eso es tan atractivo para algunas personas y tan revulsivo para otras”.

Hay una sensación de que no se va a ningún lado y de que a veces, es mejor un final terrible que un terror sin fin.

“Nos parece –algo meramente hipotético, por ahora– que eso atrae, básicamente, por una sensación de hartazgo, no solamente ante una situación social y económica bastante crítica, sino también por la falta de perspectivas a futuro. Eso se nota mucho, sobre todo en el voto más joven, porque hay una sensación de que no se va a ningún lado y de que a veces es mejor un final terrible que un terror sin fin”.

"Votar por primera vez y que tu candidato gane, no tiene precio"

 

Tras conocerse el triunfo de Milei en las Paso generales, muchas personas celebraron en la puerta de su búnker. En ese marco, decenas de jóvenes y adolescentes que votaron por primera vez resaltaban lo “fuerte” que era para ellos que ganara el candidato que habían votado. En especial, para aquellos que votaron por primera vez en esta ocasión.

“Los primeros acercamientos a la política son muy marcantes; por eso, creo que más allá del fenómeno particular del liderazgo de Javier Milei, y que de acá a un tiempo podamos decir «ya pasó», para una generación va a ser algo muy fuerte que los va a marcar, aunque después terminen votando a otro candidato”, sostiene el docente.

“De todos modos, en los jóvenes también vimos cómo fue variando la situación. Si hace cuatro o cinco años, la mayoría eran jóvenes que se habían acercado, primero a Juntos por el Cambio (Cambiemos, en aquel entonces) y luego habían ido derivando hacia opciones un poco más radicalizadas, lo que vimos en estos últimos años (desde la pandemia para acá) fue cómo eso se fue volviendo cada vez más heterogéneo. Había jóvenes que venían de familias con otra tradición política (o ellos mismos habían tenido un primer acercamiento a la política desde el lado del peronismo o de la izquierda,) que habían virado porque la generación estaba virando. Había una oleada. Y creo que eso que se había advertido, no fue tenido en cuenta. Eso se veía en la feria del libro, en actos, en reuniones y sobre todo, en redes sociales, donde los influencers con estas ideas (no solamente las de Javier Milei, sino también algunas ideas cercanas) tenían cientos de miles de visualizaciones.

La impugnación de la democracia como sistema de gobierno y como forma de vida

 

Cumplimos este año cuarenta años de democracia ininterrumpida en Argentina y este hartazgo de mucha gente por la actual situación social y económica, sumada a la falta de perspectiva, se fue traduciendo, en los últimos años, en reprobación a los políticos en general, y también al sistema democrático.

“Noto una profunda insatisfacción no sólo en los grupos más radicalizados de derecha, sino, incluso, en partidos de centroderecha y en algunos casos, hasta de centroizquierda, donde hay una impugnación constante a la deuda de la democracia, más allá del voto”.

“Cuando empezó nuestra democracia, Alfonsín prometió que no solamente sería para votar, sino también para comer, curar y educar, y para una parte importante de los argentinos, esa promesa no fue cumplida. Eso lleva a algunos a pensar que hay que profundizar la democracia, y a otros a impugnar los aspectos republicanos de la democracia. Por ejemplo, dicen: «hay que terminar con el Poder Judicial, hay que terminar con la Cámara de Diputados, etc.». De hecho, una de las propuestas de Javier Milei contempla que, en caso de ganar él, podría pasarse a una forma de gobierno más bien plebiscitaria; es decir: que no se voten representates que decidan, sino que, simplemente, se diga sí o no a sus propuestas. Y eso es algo problemático para nuestra propia tradición política”.

“Si uno fuera un observador sueco y comparara Argentina con el resto de América Latina, podría decir que el país no está tan mal; pero nosotros vivimos en Argentina y no nos comparamos con el resto de América Latina, sino con nuestro propio pasado. La gente mira, cómo era antes, cómo es ahora y las perspectivas a futuro, y lo cierto es que –dado que lo de los últimos años se sigue repitiendo– la gente no ve la perspectiva a futuro, no ve cómo se sale del círculo vicioso. Es en ese punto que la propuesta rupturista hace mella, porque se entiende que así no se puede seguir”.

El porqué del giro a la derecha en el mundo

 

“Para algunos, lo crucial es que la democracia no parece estar ofreciendo a quienes hoy vivimos, un futuro mejor que el que tuvieron nuestros padres, si no más bien, un futuro un poco peor. Eso no sucede sólo en Argentina, sino en otros países que hace treinta años tuvieron mejores condiciones sociales y económicas y mejores perspectivas a futuro”.

“Por otro lado –sostiene– hay otras cuestiones, en otros países, que acá no se dan, como por ejemplo, un rechazo muy fuerte a la inmigración. En Argentina eso no sucede. Primero, porque somos un país hecho de inmigrantes y no hubo recientemente, grandes oleadas inmigratorias. Pero aún así, ese discurso pega, ya no en la persona que vino a nuestro país, sino en partes de la propia ciudadanía. Entonces, se piensa como extranjero, como «no argentino» o «no suficientemente argentino». Por ejemplo, los juicios respecto de los pueblos originarios”.

“De ahí, la construcción de lo que se denomina un «exogrupo». Se empieza a considerar como «exogrupo» a quienes tienen, por ejemplo, determinadas preferencias políticas y se los llama, por ejemplo, «zurdos de mierda». Ahí, claramente hay un problema. En Europa, en cambio, lo que más indica el crecimiento de las ultraderechas, es la inmigración”.

El autor analiza que lo que sí comparte la derecha argentina con otras derechas del mundo es el rechazo a la ideología de género, que en Europa tiene otras connotaciones. “Dicen: «No tenemos nada en contra de las minorías de personas lesbianas o gays, pero sí estamos en contra del cambio de sexo porque es antinatural» o «porque estamos a favor de los derechos y las minorías, estamos en contra de (lo que ellos llaman) los feminazis que obligan a determinadas formas de vivir la sexualidad. O, «porque estamos en contra de gays y lesbianas, estamos en contra de aquellos que no las respetan», como son los inmigrantes de origen árabe”.

“Es decir –destaca– que para cada país, estas cosas se modulan de forma distinta; pero si uno se acerca, se logra ver que más allá de esas diferencias, los repertorios y las formas en que se crean estos exogrupos (o grupos de excluídos), son bastante similares y consisten preferentemente, en pegarle al que está más abajo. Más allá de que todos se presentan como antiélites, anti stablishment o anticasta, el que es puesto como si fuera un privilegiado no es el más rico, sino el más pobre. En nuestro país sería, por ejemplo, el beneficiario de un plan social. Esto es visto como una injusticia; que se le dé más a algunas personas. Dicen: «Si somos todos iguales ante la ley, por qué a algunos se les da más», «por qué hay cuotas por género si somos todos iguales» o «por qué hay una secretaría o un ministerio que se ocupe de esto, si somos todos iguales»”.

En suma, no se comprende que cuando el Estado interviene para garantizar el acceso a los recursos básicos, o cuando establece ciertos procedimientos tendientes a equilibrar un reparto desigualitario de poder, lo hace no para beneficiar o privilegiar, sino para equiparar el desigual reparto de la riqueza. De lo contrario, sólo los que tienen recursos económicos suficientes podrían estudiar, comer o recibir atención médica, entre otros derechos constitucionales.