El próximo lunes se conocerá la pena que el juez Nicolás Stegmayer le aplicará a Rubén Alberto Ulrich, un productor agropecuario de 58 años que protagonizó el primer juicio oral y público con jurado popular en la provincia de Santa Fe.
El proceso tramitó en los Tribunales de San Cristóbal y estuvo centrado en el homicidio de un subinspector de policía, Franco López, quien mantenía una relación con la ex esposa de Ulrich.
El crimen ocurrió en la madrugada del 17 de enero de 2023 en un establecimiento rural llamado “La Sara”, en la zona de Monigotes, departamento San Cristóbal, a unos 340 kilómetros de Rosario.
Ulrich llegó al campo acompañado por su hijo adolescente, y al encontrar en el lugar a su ex pareja –con quien había terminado recientemente el vínculo– junto a López, disparó contra el patrullero y luego le efectuó un escopetazo en el pecho al policía.
López murió horas después en un sanatorio de Rafaela. La mujer también resultó herida, aunque de manera leve, y fue trasladada al hospital de Sunchales.
El juicio concluyó el pasado martes 10 de junio con un veredicto condenatorio que marcó un hito en el Poder Judicial santafesino por ser el primero bajo la modalidad de jurado popular. Los doce integrantes del jurado declararon culpable a Ulrich por los cuatro delitos que le imputaban.
Sin embargo, en lo que representó un revés para la Fiscalía, consideraron que el homicidio fue cometido bajo emoción violenta, figura legal que atenúa la responsabilidad penal. Por ese motivo, el acusado recuperó la libertad tras más de dos años en prisión preventiva.
Las fiscales Silvina Verney y Hemilse Fissore habían solicitado la pena máxima y plantearon que se trató de un "femicidio vinculado" o "transversal" al entender que Ulrich actuó con la intención de causar sufrimiento a su ex pareja. El jurado no convalidó esta hipótesis y también descartó que las lesiones sufridas por la mujer constituyeran un caso de violencia de género.
Tras el veredicto, el juez Stegmayer deberá la semana celebrar la audiencia de cesura –instancia para fijar la pena–. En esa instancia se definirá el monto de la condena que le corresponde al imputado.
Durante el proceso, Ulrich estuvo representado por los abogados Claudio Torres del Sel y Federico Scarinci, y cumplió prisión preventiva en la cárcel de Las Flores. Tras recuperar la libertad, fijó domicilio en la casa de un sobrino en Rafaela. Tiene prohibido acercarse a la comuna de Monigotes y debe presentarse semanalmente en la comisaría más cercana.
Emoción violenta y provocaciones
Según se ventiló en el juicio, el crimen se desencadenó a partir de una serie de tensiones que comenzaron tres días antes del hecho, durante un cumpleaños familiar.
La entonces pareja de Ulrich asistió al encuentro con su hijo y el subinspector López, el encargado de la comisaría de Monigotes.
En un momento, una disputa durante un partido de fútbol terminó con el adolescente –hijo de Ulrich– y el policía enfrentados a los gritos. Al finalizar la reunión, López fue llevado en auto hasta la comisaría y, antes de bajarse del vehículo, le dijo al joven: “yo a tu mamá me la cojo”. Ese comentario fue revelado por el chico a su padre esa misma noche, lo que derivó en un violento altercado entre Ulrich y su pareja, quien al día siguiente se marchó con su hijo menor –diagnosticado con autismo– a lo de su hermana, indicó el portal Aire de Santa Fe.
Un día más tarde, el subinspector volvió a aparecer en escena: según el relato del hijo de Ulrich, el policía pasó en el móvil oficial por donde su padre estaba arreglando la camioneta y le apuntó con su arma. El ruralista no advirtió la situación, pero su hijo sí, y se lo contó. Todo ese cúmulo de situaciones habría sido determinante para el desenlace. La madrugada del 17 de enero, Ulrich y su hijo mayor llegaron al establecimiento rural “La Sara” –donde se alojaban su ex pareja y el hijo menor– con el objetivo de ver al niño. Apenas bajaron del vehículo, Ulrich tomó una escopeta y disparó contra el patrullero de López. Desde el interior de la vivienda, el hijo advirtió que el policía cargaba su arma y le gritó a su padre: “¡Está cargando el arma!”. Ese grito, según la teoría defensiva, fue el disparador de un estado de emoción violenta.
Durante el juicio, declaró el psicólogo Fernando Bianciotti como perito de la defensa y sostuvo que Ulrich actuó bajo una reacción emocional extrema, provocada por una acumulación de episodios que le generaron un profundo estrés. El especialista describió al imputado como una persona retraída, que evita el conflicto y tiende a desarrollar culpa. Subrayó que la emoción violenta no tiene un tiempo específico de aparición y que puede desencadenarse en cualquier momento, incluso días después de un hecho detonante. A modo ilustrativo, mencionó que muchas veces esa reacción aparece en peleas de tránsito. El testimonio del perito fue clave para convencer al jurado y terminó inclinando el veredicto hacia una calificación más benévola.