“Para tener la mejor vez posible es necesario superar prejuicios discriminatorios relacionados con esta etapa de la vida”, sostiene Mario Ernesto Pacho O’Donnell, autor de La nueva vejez.

En el libro, entre el ensayo y el registro testimonial, el psiquiatra e historiador argentino compagina ideas, reflexiones, historias, experiencias y anotaciones varias contra el "viejismo", también entendido como “edadismo”. En otras palabras, La nueva vejez (Sudamericana) se propone desmontar varios de los estereotipos aplicados a las personas mayores por el solo hecho de serlo.

Los prejuicios más vulgares son que se trata de una etapa oscura, que los viejos somos depresivos, solitarios, aburridos, que decimos cosas que no interesan cuando, en realidad, es un tiempo desafiante. Actualmente, es etapa la más larga de la vida y, como digo en el libro, puede ser la mejor de ellas”, detalla O’ Donnell en la entrevista telefónica con Rosario3.

La sociedad de consumo necesita de la obsolescencia. En cambio, lo que los ancianos proponemos es tiempo.

—El mejor halago para una persona vieja es decirle que “no aparenta los años que tiene”. ¿Vejez es lo opuesto a juventud?
La sociedad actual está basada en la exaltación de lo nuevo, lo joven, lo rápido, lo instantáneo. Cuando me recibí, mi padre me regaló un reloj que, se suponía, era para toda la vida. Las cosas estaban pensadas para durar. Hoy no es así porque esa idea de lo perdurable está contradicción con la sociedad de consumo que necesita de la obsolescencia. En cambio, lo que los ancianos proponemos es tiempo. También tiene que ver con un concepto de belleza en el que lo joven es bello y lo viejo, feo. Le hemos inoculado aspectos terroríficos al término vejez. Si asumimos las cuestiones inevitables del paso del tiempo, como que el cuerpo no es el mismo que cuando teníamos 20 años, pero tampoco es que deja de serlo, vamos a tener una buena vejez. Las personas abandonamos el cuerpo a los 40 años y decidimos que es cosa de jóvenes. Lo mismo que el sexo. Bueno, hay que rever todo eso. La inoculación cultural supone que los viejos somos seres deteriorados y muchas personas mayores asumen esto como decreto.

Las personas abandonamos el cuerpo a los 40 años y decidimos que es cosa de jóvenes. Lo mismo que el sexo. Bueno, hay que rever todo eso.

La nueva vejez intercala citas a estudios sobre salud y calidad de vida, literatura, cine, reflexiones propias y ajenas, poemas y una selección de comentarios de seguidores en redes sociales.

No es un libro de autoayuda, lo aclaro, sino una extensa reflexión que pretende ser amena”, abunda el también autor de la novela Doña Leonor, los rusos y los yanquis y el ensayo Juan Manuel de Rosas. El maldito de la historia oficial (Aguilar).

—¿Cuál es la relación entre vida, vejez y muerte?
—A la civilización occidental, la muerte le aterroriza. Creo que asumir la muerte es lo que le da sentido a la vida. Saber que el partido dura 90 minutos y que, en ese plazo, tenemos que hacer algún gol, buenos pases, correr hasta agotarnos. Saber que el partido no es infinito, es lo que le da sentido a los goles. Si no fuera así, nadie festejaría (una conversión) o se quejaría por un penal mal cobrado. Tenemos que hacer de nuestra vida que valga la pena, algo de lo que podamos estar, de alguna manera, satisfechos.

En la sociedad productivista, los viejos ni producimos ni consumimos. Lógicamente, eso lleva a un descarte.

Una buena vejez depende de una buena vida y del contexto, más allá o a la par de la voluntad. 
—No se trata opinar alegremente sobre la situación cuando una enorme cantidad de personas mayores en nuestro país solo aspiran a sobrevivir o son parte de familias que han perdido la capacidad de cuidarlas. Las malas condiciones socioeconómicas terminan, muchas veces, en muertes prematuras. También la falta de afecto hace a una vejez despiadada. Yo llevo 22 años de viejo y es un gran momento para pagar deudas con uno mismo. Lo que digo es que, cuando las condiciones están dadas, uno puede hacer todo aquello que no hizo en su juventud o en su madurez.

—¿Cuál es la relación en la sociedad actual entre vejez, consumo y productividad
—La sabiduría solía ser un valor. La experiencia se traducía en más sabiduría, pero, actualmente, la cosa ha cambiado. En la sociedad productivista, los viejos ni producimos ni consumimos. Lógicamente, eso lleva a un descarte.