Rosario viene apareciendo seguido en diarios y noticieros de todo el país, y no precisamente por buenos motivos. La seguidilla de crímenes a trabajadores elegidos al azar provocada por bandas narcocriminales y las amenazas variopintas que les sucedieron (que hasta llegaron a dejarla sin transporte) no sólo nos sumieron a quienes vivimos aquí en una dimensión desconocida de terror e incertidumbre, sino que le asestaron un golpe fulminante a la reputación de la ciudad, clasificada hoy sin miramientos (y con poco margen de error) como la más insegura del país y quizás de Sudamérica.

Con semejante panorama, a los empresarios hoteleros de esta urbe les tocó afrontar el fin de semana largo de Semana Santa en inferioridad de condiciones con respecto a otros lugares semejantes. Es muy difícil de imaginar un diálogo entre dos porteños o un par de cordobeses en el que uno le pregunte al otro: “Che, ¿vamos a Rosario este finde?”. Y más difícil aún pensar que el receptor de la pregunta vaya a darle el OK, mientras en los canales de noticias a nivel nacional cuentan con despliegue cinematográfico las barbaridades de las que son testigos nuestras calles.

Por eso, y en un marco de recesión e inflación que desmorona ingresos y multiplica costos, a los hoteleros no les quedó otra que mantener las tarifas de inicios de año para ganar competitividad. “Producto de la menor demanda de ocupación que hay, nosotros bajamos las tarifas a valores de enero para poder competir. Si nos comparamos con ciudades similares, como Córdoba, ellos tienen tarifas 40% más altas que nosotros. El esfuerzo es mucho para que la gente venga. Pero cuando hay problemas de inseguridad, la gente deja de venir; y claramente no por una cuestión tarifaria, sino porque la seguridad va primero”, dijo Damián Auzunbud, secretario de la Asociación Empresaria Hotelero Gastronómica.

Más cancelaciones que reservas

Las escalofriantes imágenes del asesinato de Bruno Bussanich llegaron a cada rincón de la Argentina y provocaron un efecto devastador sobre la hotelería rosarina: “Durante la semana posterior al crimen del playero hubo más cancelaciones que reservas. Fue como cuando arrancó la pandemia. La gente llamó para reprogramar o directamente para cancelar. Quizás el turismo corporativo no canceló porque ya conoce la ciudad y saben por dónde se mueven, aunque de todos modos ocurrió que algunos reprogramaron para el mes siguiente. En el turismo familiar directamente cancelaron”.

“Está claro que la gente de Buenos Aires o de la región, que son los que nos eligen, quizás piensa ‘¿Para qué vamos a arriesgar?’ o ‘Mejor vámonos a Córdoba’. El daño al posicionamiento de la ciudad que producen estos hechos es muy grave. Cada vez que hay un episodio de violencia resonante, sentimos el impacto directo. Por ejemplo, cuando pasó lo del supermercado de la familia Messi, los dos fines de semanas siguientes fueron malísimos para el turismo. Después hay otras noticias y la gente se va olvidando, pero lamentablemente Rosario es reincidente en el tema inseguridad”, añadió.

La Terminal: un sitio que esta vez tuvo más salidas que arribos.


Auzunbud recordó que en las últimas vacaciones de invierno (temporada alta para la ciudad) ya sintieron el impacto: “Lo vimos en 2023 con la Promesa a la bandera, un momento en que vienen escuelas de todos lados: se cayeron un montón, incluso las que no pernoctaban. Imaginate: en las reuniones de padres hablaban de la violencia de la ciudad que veían en las noticias y decidían no venir”.

Y cree que este efecto se derramará a otros sectores, como el inmobiliario: “Seguramente lo mismo debe estar pasando ahora con el sector de los alquileres: pensemos que la mayoría de los estudiantes de las universidades o de los terciarios no son rosarinos. Y los padres de un chico que tenga que iniciar ahora, que vivan en Pergamino o Marcos Juárez, van a pensar muy seriamente si lo mandan acá, con todo lo que está pasando, o mejor lo mandan a Córdoba o Buenos Aires. Esas son oleadas de problemas silenciosos que van apareciendo y no se van a solucionar rápidamente”.

Estamos mal, ¿vamos bien?

El dirigente hotelero admite que el panorama actual es sombrío, pero prefiere tener una mirada optimista de cara al futuro: “Si lo comparamos con los valores históricos que tuvo esta semana en porcentaje de ocupación, nivel de demanda, anticipo de reservas o tarifas promedio, viene mal. En el presente viene mal y en el corto plazo también, porque se suma la inseguridad de la ciudad a la cuestión económica. Pero si lo miramos en el mediano plazo, las expectativas son algo mejores: porque vemos a los tres poderes del estado trabajando mancomunadamente para solucionar el problema de la ciudad para todos, algo que esperamos que suceda pronto”.

Que el Estado logre aplacar la violencia que emana de las calles será fundamental para empezar a limpiar el nombre de la ciudad y que vuelva a entrar en el radar de los lugares elegibles para descansar y pasarla bien: “Si bien los hechos de violencia no ocurren por los corredores turísticos, y de hecho no hemos tenido ningún caso con algún turista como sí ha pasado en la capital del país, los índices están y juegan en contra”.

El problema para nosotros no es el que viene: el que viene ve la ciudad, la conoce, está en un hotel, sabe que se puede tomar un taxi o caminar tranquilo por los sectores pensados para el turismo, y probablemente se vaya con otra imagen. El tema es el que decide no venir por lo que le muestran”, manifestó.

Para Auzunbud, es importante recalcar que “la Rosario turística, donde se mueve el viajero, que generalmente es de clase media o alta, está en el centro, la costanera, o en barrios como Pellegrini o Pichincha. Es claramente otra Rosario con respecto a los barrios, donde sí hay más problemas. Es lo mismo que ocurre con CABA y el conurbano: en la periferia lamentablemente el Estado llega más tarde y hay más delincuencia y hechos de violencia. Pero obvio que eso a nosotros, como rosarinos que somos, también nos pone mal”.

Finalmente, Auzunbud cree que el latigazo no es sólo para el turismo: el daño es general a toda la economía de la ciudad: “Esto nos perjudica a todos. Vos ves que el comercio en la calle baja, hay menos nocturnidad (que ya cambió en la pandemia), mucha gente que prefiere no salir de noche y reemplazar la cena afuera por la merienda; es evidente que Rosario hace rato que se viene quedando sin noche. Ahora bajó hasta la circulación de autos. Hay gente que trabaja a puertas cerradas. El perjuicio es muy grande”.