El cardenal Robert Francis Prevost, originario de Chicago, ha desarrollado la mayor parte de su carrera fuera de Estados Unidos. Quienes lo apoyan lo describen como un líder moderado, sobrio y decoroso. Ahora, a sus 69 años, es el nuevo Papa de la Iglesia Católica: León XIV.
Sirvió durante dos décadas en Perú, donde se convirtió en obispo y ciudadano naturalizado, y luego lideró su orden religiosa internacional, la de los Agustinos. Antes de ser ungido como sumo pontífice, ocupaba uno de los cargos más influyentes del Vaticano: prefecto del Dicasterio para los Obispos, encargado de seleccionar y supervisar a los obispos del mundo. Así lo retrató recientemente un perfil del New York Times firmado por Motoko Rich.
Mientras sectores de la Iglesia debatían si profundizar la agenda aperturista del papa Francisco o dar un giro doctrinal más conservador, los partidarios de Prevost lo presentaban como un punto de equilibrio entre ambas corrientes. Una figura serena, alejada de estridencias, con raíces pastorales y sensibilidad internacional.
“El digno punto medio”, lo definió el reverendo Michele Falcone, sacerdote de 46 años de la Orden de San Agustín, que el propio Prevost condujo durante años.
Su cercanía con los pobres y los migrantes, y su convicción de que los obispos deben estar entre la gente y no por encima de ella, lo emparentan con el legado de Francisco. “El obispo no debe ser un principito sentado en su reino”, afirmó el año pasado en una entrevista con el sitio oficial de noticias del Vaticano. “Está llamado auténticamente a ser humilde, a estar cerca de las personas a las que sirve, a caminar con ellas, a sufrir con ellas”.
Nombrado por Francisco en 2023 como jefe del Dicasterio para los Obispos, Prevost ha pasado gran parte de su vida fuera de su país natal. Fue ordenado sacerdote en 1982, a los 27 años, y más tarde obtuvo un doctorado en derecho canónico en la Universidad Pontificia de Santo Tomás de Aquino, en Roma. En Perú fue misionero, párroco, profesor y obispo. Como superior de los Agustinos, recorrió comunidades religiosas de todo el mundo. Habla español e italiano con fluidez.
“Prevost entiende que el centro de la Iglesia Católica Romana no está en Estados Unidos ni en el Atlántico Norte”, señaló Raúl E. Zegarra, profesor adjunto de estudios teológicos en la Escuela de Teología de Harvard, al New York Times.
Reservado y de trato discreto, Prevost marca un contraste con el carisma popular de Francisco, que hasta sus últimos días se detenía a bendecir bebés en medio de las multitudes, incluso contra la recomendación de sus médicos. “No tiene excesos”, dijo el padre Falcone sobre Prevost. “Bendice bebés, sí. Los lleva en brazos, no”.
Sus allegados esperan que como León XIV mantenga el proceso sinodal iniciado por su predecesor, que invita a los laicos a dialogar con los obispos sobre el futuro de la Iglesia. “Sé que Bob (como lo llaman sus allegados) cree que todos tienen el derecho y el deber de expresarse en la Iglesia”, declaró el reverendo Mark R. Francis, excompañero de estudios del nuevo Papa y actual director de los Clérigos de San Viator en Estados Unidos.
Sin embargo, en temas vinculados a la diversidad sexual, Prevost ha manifestado posturas más conservadoras que Francisco. En un discurso de 2012 ante obispos, criticó la “simpatía por creencias y prácticas contrarias al Evangelio”, entre ellas el “estilo de vida homosexual” y las “familias alternativas compuestas por parejas del mismo sexo y sus hijos adoptivos”.
Como obispo de Chiclayo, en el norte peruano, se opuso en 2016 a un plan del gobierno para incluir contenidos de género en el currículo escolar. “El tema de promover la ideología de género es ya una confusión, porque busca crear géneros que no existen”, declaró entonces a medios locales. “Hay varones y mujeres, hay que respetar la dignidad de cada persona, incluso las opciones que personas adultas puedan tener. Decir al niño que todavía no ha llegado a un desarrollo suficiente para elegir en cuanto a cuestión de identidad y orientación sexual va a crear mucha confusión”, señaló.