Por eso, Rosario3.com lo consulta para saber qué hay en la narración de los pacientes, cuando exponen al médico sus padecimientos; y agrega: “siempre que me pongo a reflexionar sobre este tema, comienzo por lamentar que no dispongamos del tiempo suficiente para poder ejercitar ese acto fundacional de la manera que correspondería”.

Aquí es cuando Buljubacich recurre a sus maestros y al ejercicio de la medicina de hace 30-40 años atrás, cuando ´el médico de cabecera´, disponía de todo el tiempo para escuchar a su paciente: “ellos hacían eso, ya que ese ´médica de cabecera´, conocía la historia del paciente y su familia, sus ocupaciones y las vicisitudes de su vida. Historias que formaban parte de la relación, de ese modo, transformada en vínculo; el mismo que permitía no solo acercarse al padecimiento sino a la intimidad. Todo lo cual era y sigue siendo, una ayuda para el médico, para acercarse al paciente facilitando el diagnóstico.

En la vorágine en que vivimos, muchas veces atendemos a seres ´anónimos´ que pasan anónimamente por nuestros consultorios, se marchan y no regresan más; porque el sistema le ha dado a esta medicina de nuestros días la escasez del tiempo para la consulta. Desde la Obras Sociales que imponen sus especialistas, sus lugares de atención y el tiempo a dedicar para cada consulta. Entre otras cosas, este sistema nos hace perder la historia de cada paciente. Cada paciente, delante de nosotros tiene su historia y para nosotros es indispensable ir entrando en ella. Es una guía y un tesoro que se va revelando en el marco de la confianza que ambos, médico y paciente, va tejiendo con paciencia y puntillosidad. Queremos y necesitamos escucharla hasta el final; es de mucha ayuda para acercarnos a la solución del problema que hoy nos acerca el paciente; ya que la historia está estrechamente vinculada al problema.

Nos entrenamos los médicos para escuchar; sabiendo que escuchar es algo más que oír; escuchar es prestar atención poniéndonos en el lugar del paciente sin quedarnos allí; luego debemos darle las herramientas y respetuosamente apartarnos para que él pueda ir resolviendo el problema motivo de la consulta.

Hay que desarrollar la empatía; y hay que hacérselo entender al paciente, ya que el mismo se acerca a nosotros con una preocupación. Muchas veces esa misma preocupación lo bloquea al paciente y no le permite exponer su historia ya que está como defendiéndose de nosotros. Por eso nuestro trabajo es abrir a esa persona, permitirle expresar, hacerle sentir comprensión y estableciendo el marco de la confianza.

Éste, podríamos decir, que es el arte de la medicina; ya que ésta si bien se nutre de la ciencia, requiere de nosotros un arte especial, que permite comprender al ser humano y facilitarle que se abra y confíe.

Esto no se aprende en ninguna academia; es algo que vamos logrando en la medida del ejercicio de nuestra profesión y que para mí tiene la categoría de maravilloso. Esta forma de ejercer la profesión me ha llenado de sorpresas y de muchas satisfacciones. Por eso trata de investigar las historias que generosamente me confían los pacientes. Ese paciente que tiene necesidad de ser escuchado. Nosotros en medio del vaivén del sistema queremos muchas veces ir “al punto” de la consulta y, muchas veces, no hay tal punto; sino que hay un círculo por el que va transitando el paciente.

Debemos hacer el esfuerzo, todos, por regresar a una medicina humanística, donde podamos prestarles más tiempo y atención a los pacientes. El paciente tiene que salir aliviado del consultorio; y esas historias pesan dentro de cada paciente, compartirlas con su médico de confianza, alivia.

Me pasa con gente mayor que, muchas veces, en la primera consulta deposita confianza y se abra; en ese momento me siento feliz y agradecido al paciente que me posibilita abrir una puerta, acción que le da sentido a lo que nosotros hacemos que no es otra cosa que permitirnos que la palabra circule entre nosotros”.

 
*Doctor Daniel Buljubacich, especialista en neumonología, matrícula 8641