La Justicia local condenó el martes a prisión perpetua al autor de un feroz femicidio ocurrido el 25 de abril de 2018 en Calle 1886 al 4400, en la zona oeste de Rosario. La víctima, que pretendía poner punto final a la relación amorosa, fue prendida fuego y murió por una falla multiorgánica. Testimonios dieron cuenta de la violencia de género que sufría la mujer, que terminaba desmayada de las golpizas que le propinaba el agresor.

El fallo tuvo lugar el martes al mediodía. Los jueces José Luis Suárez, Ismael Manfrín y Alejandro Negroni condenaron a prisión perpetua a Rubén Ezequiel Juan por el femicidio de María Celeste Encina. La investigación estuvo a cargo de la fiscal de Homicidios Dolosos Marisol Fabbro, que consiguió en septiembre dos condenas a perpetua por femicidios, ya que también intervino en la causa por el asesinato de Jésica Olivera.

María Celeste Encina tenía cinco hijos. El 25 de abril de 2018 llevó a los chicos al colegio y al regresar a su casa le comentó a una vecina, a su hermana y a su madre que estaba cansada de la relación que mantenía con Ezequiel Juan. Agregó que ese mismo día le iba a pedir que se fuera del domicilio. 

Ese 25 de abril a la tarde, Encina fue trasladada al Heca con quemaduras AB en el 30 por ciento del cuerpo, con compromiso de la vía aérea. Tenía afectado el cuello, el tórax, parte del rostro y las piernas. Posteriormente falleció por una falla multiorgánica. 

La respuesta de Rubén Ezequiel Juan ante la pregunta de qué había pasado fue que ella se había quemado por un accidente doméstico en la cocina. Sin embargo, los peritos no encontraron ningún elemento en la casa que infiera que hubo fuego en ese sector. Por el contrario, un perito de bomberos señaló que por las lesiones que presentaba la mujer, se le había arrojado un líquido inflamable de forma frontal y luego había sido iniciado el fuego.

En la investigación se pudo establecer que Ezequiel Juan le tiró alcohol con su mano izquierda y con su mano derecha inició el fuego, posiblemente con un encendedor. El objeto con el que prendió fuego a su pareja no fue encontrado en el domicilio, como tampoco la tapa de la botella de alcohol.

El femicida, al momento de ser detenido, aseguró que ella lo maltrataba, pero esa versión no fue acreditada por ningún testigo; ni siquiera por sus propios familiares

Celeste soportó constantes golpizas de Rubén Ezequiel Juan en las que terminaba desmayada, según contaron sus propios hijos. Familiares manifestaron en la causa que le notaban marcas, moretones y que le preguntaban qué le había pasado, pero ella respondía siempre lo mismo: se había caído o la había picado una araña.

Especialistas que intervinieron en la investigación indicaron que la mujer sostuvo silencio por "impotencia aprehendida", que es cuando la víctima sabe que una reacción sabe que podría conllevar a una mayor violencia por parte del agresor. Por ese motivo –explican–, suelen seguir sufriendo y aguantando porque creen que de esa manera pueden seguir viviendo. Una psicóloga definió esta situación de desgaste y permanente frustración de la víctima como el "síndrome de la adaptación paradójica a la violencia".

Los hijos, hermanas y la madre de Celeste señalaron que Ezequiel Juan era "celoso", agresivo y que la había aislado completamente de la familia. Agregaron que la golpeaba frente a ellos y por cualquier motivo, ya sea porque "no había lavado la ropa" o porque había permitido que sus hijos se fueran a la casa de su padre biológico.

Las sobrinas de Celeste también declararon en el juicio y dieron un dato que ilustra el contexto de violencia en el que se desenvolvía Ezequiel Juan: a la noche dejaba a todos encerrados en la casa y se ataba la llave de la puerta de ingreso a su brazo para que nadie pueda salir.