Comenzó este lunes el juicio oral a trece personas acusadas de integrar una organización dedicada a la venta de drogas. Como jefa de esta banda, la investigación federal ubicó a Olga Beatriz “Tata” Medina, histórico nombre ligado al narcomenudeo en zona norte. Y aunque en la causa no se debaten grandes incautaciones de estupefacientes –los allanamientos de hace tres años arrojaron magros resultados–, no pasó desapercibida la ausencia en el debate de dos acusados. Se trata de Esteban Enrique “Pinky” Rocha y Brisa Milagros Leguizamón, la pareja aún prófuga que celebró la trágica “boda narco” de Ibarlucea que terminó con un resonante triple crimen.

La ausencia de Rocha y Leguizamón, con órdenes de captura desde febrero, motivó la postergación del juicio, que estaba fechado para el 14 de ese mes.

La polémica fiesta de casamiento celebrada el 28 de enero culminó con el brutal triple crimen de Érica Vanesa Romero, Iván Maximiliano Giménez y la beba de ambos, Elena Giménez, de un año y medio. Una acción despiadada también enmarcada en un contexto narco.

Este lunes, el juicio arrancó con la lectura de la acusación y las indagatorias por parte del fiscal de juicio Federico Reynares Solari. Fue sin la ya célebre pareja, que de todas maneras apenas aparece mencionada en el expediente.

La causa se inició, según fuentes judiciales, el 25 de abril de 2016 a partir de una serie de denuncias anónimas a través de la línea 0800-444-3583 donde los llamantes hicieron mencionaron actividades ilícitas y señalaron domicilios. “Castagnino 1976/79"; "el que estaba en calle Giraldo de la Tata"; "calle Castagnino entre Calvo y Miller", "bunker de venta de drogas a cargo de una persona apodada «la Tata» en Castagnino, entre Miller y Calvo", fueron algunas de las referencias aportadas por los informantes.

En ese sentido, la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) labró informes, tareas de observación y vigilancia sobre las personas denunciadas en un principio, “y a todas aquellas que fueron surgiendo durante el transcurso de la instrucción, además de la realización de numerosas intervenciones telefónicas”.

Según esa fuerza federal, el accionar de la organización era de “magnitud” donde los “revendedores” estaban bajo las órdenes de la Tata Medina. Mencionada como transera desde hace 20 años –aunque sin mucho correlato en la Justicia– la mujer de 55 años y de profesión manicura tuvo su primera condena federal en julio de 2020 a cuatro años y seis meses por otra causa menor de drogas, derivada de un secuestro en 2014 de poco más de un kilo marihuana en su casa de Agüero al 4300. Una década atrás, dos de sus hijos varones fueron asesinados. Y en febrero de 2020, Milton, otro de sus hijos, fue condenado a perpetua por tres homicidios poco después de haber sobrevivido un intento de homicidio.   

Según la requisitoria de elevación a juicio, debajo de la jefa Tata se ubicaban Pedro Mario “Pepe” Villalba y Maira Noelia Bazque, encargados de coordinar el funcionamiento de cada una de las estructuras: acopio, fraccionamiento, abastecimiento en los puntos de venta y deliveries, reposición y cobro de ganancias.

El rol de Pinky Rocha y su novia, según la causa, era de simples vendedores. Y se los ubica en barrio Tablada, lejos de la mayoría de los restantes domicilios apuntados como bocas de expendio en la causa (en Parque Casas, La Cerámica y La Florida).

En rigor, según la REJ, la causa es la confluencia de varios expedientes donde se señaló a la Tata como una transera de peso. En varias presentaciones, se mencionó el conocido búnker de Boedo y Ghiraldo como uno de los puntos de venta.

Todo ello deparó en allanamientos el 26 de abril de 2019 con escasísimos resultados: unos 200 gramos entre marihuana y cocaína incautados en forma de bochitas, según fuentes judiciales.

A los imputados se les endilgó el hecho de "integrar una organización dedicada al traslado, acopio, fraccionamiento y comercialización de estupefacientes”.

Gran parte de la prueba presentada por la Fiscalía refiere a escuchas. Como en la ocasión en que un interlocutor (sería un revendedor) de Villalba le recriminó la baja calidad de la cocaína y le pidió que le informara a la Tata sobre el producto: "Vendí 29 ya, viste las 15 esas que son cortas que viene en el paquete que vos me diste... las probé y un gusto a talco, le digo al loco: «Hay mucha en polvo, es todo polvo todo polvo». Si se la das a la Tata para que las vea, yo las dejo aparte para que se la lleves”.

En otro pasaje le preguntan a una vendedora a cargo de Bazque: “¿A cuánto me haces las veinte?".

La vendedora declinó hacer precio: "Y lo que sale.... Porque yo... no es mía todo esto, o sea yo lo trabajo”.

“¡Ya se, si fuese tuyo estarías viviendo como la Tata en la Florida!”, fue la respuesta del consumidor.