El 23 de julio de 1935 asesinaron a Enzo Bordabere en el recinto del Senado argentino. El hombre fallecido intentaba proteger con su cuerpo al senador Lisandro de la Torre en medio de una pelea física con Luis Duhau, ministro de agricultura del gobierno de Agustin P. Justo. Las denuncias de corrupción de De la Torre por negocios ganaderos en beneficios de empresas británicas involucraban al presidente de entonces y principalmente al Ministro de Hacienda Federico Pinedo, que era el abuelo del ex presidente por un día y actual dirigente del Pro (y se llama igual). La sangre derramada, las peleas en esos pasillos, el escándalo y la corrupción terminaron con la depresión del senador De La Torre y su posterior suicidio en 1939.

Los bochornos argentinos encontraron innumerables ejemplos a los largo de nuestra historia en los recintos de la política. Cada tiempo con su ejemplo. Robo para la Corona, había argumentado José Luis Manzano, virtuoso espadachín del Peronismo de los 90 cuando justificaba la corrupción de aquellos tiempos. Un leal engranaje de una caja piramidal. Incluso el poder de cajoneo del senador Raúl Alfonsín (el mismo prestigioso ex presidente) cuando en 2002 desnudo el tráfico de influencias al archivar un expediente de un magistrado no querido por la corpo.

El listado seria eterno, los nariguetazos de cocaína que, según un jefe antidrogas, los diputados se daban antes de los encendidos discursos. La banelco de Flamarique en 2000, que obligo la salida de la política de Chacho Álvarez y el inicio del declive de De la Rúa en el poder argentino. Nuestras vergüenzas interminables. Esta semana un impresentable paracaidista sin más formación que su virtud de agrupar piernas en la calle salteña, besó las tetas a su novia en plena sesión virtual. La corporación lo obligo a renunciar para evitar que el lodo sexual los arrastre. No es nuestro, no es de nadie.

El viernes (ya expulsado por un sobreactuado Sergio Massa), Juan Ameri tiró en clave un aviso: “No hice nada ilegal”. Algunos diputados en off creen que pasará la gorra para no quedar en la lona a cambio de su silencio y lealtad. No cuentes lo que viste en los jardines del congreso, el sueño acabó, cantaba Charly.

La política es el reflejo social. En tiempos bravos la dirigencia era brava, custodiada por matones que a los facazos defendían los fraudes y contubernios. En tiempos académicos e ilustrados con la misión de mi hijo el doctor, todos aplaudían la ilustración y la formación académica. En los 90, la frivolidad de Menem y su troupe Tinellinesca, María Julia aparecía en bolas en la revista Noticias y Moria Casan invitaba a la cama a los políticos de entonces. Y los candidatos eran cortados por esa tijera. Reuteman y su lenguaje mecánico condujo el Peronismo santafesino durante varias décadas.

“A mí me echó Tinelli y el Oso Arturo”, llegó a decir De la Rúa cuando abandonó el poder. En realidad. Todos se le reían al presidente en la cara. “Decir que De la Rúa no es boludo es una batalla perdida”, dijo no hace mucho su ex vocero Juan Pablo Baylac.

Quien tiene más mérito en la política argentina. Un movilizador de gente a los chasquidos, piñas o guita sucia o un sociólogo medioambientalista de la Universidad.

En definitiva, hoy se lavan las manos para alejarse de Juan Ameri, pero sus méritos son codiciados en el mundo de la política: aseguran que “mueve piernas” en actos públicos en apoyo al jefe de turno. Los agrupa, los ordena, mete la mano en el fondo de los fondos sin importarle ningún hedor. Y esos siempre cobran. Faltaría muy poco para que la novia del diputado sea invitada por los productores de la empresa de Tinelli a que haga su gracia en público en el horario central.

Una síntesis de la Argentina de estos tiempos: la política militante se nutre de la grieta y el disenso. Se arma ahí, se enriquece ahí. Y hoy además el coctel incorpora una creciente producción de desempleo, bancarrotas y narco delitos. En tiempos de pandemia, se le suma a la pobreza el abandono escolar. Los jóvenes del futuro tendrán menos herramientas para enfrentar sus crisis. Pobres y sin escolaridad.

Con hambre, pobreza y un virus desconocido, ¿quién destaca la escuela, el conocimiento o la riqueza intelectual?. Los que hablen el lenguaje de las mayorías, los que sinteticen esa forma de plantear sus problemas, serán sus representantes.

Un país elige su rumbo. La política, los medios de comunicación, los libros leídos, las películas, los discos que nos metemos adentro y los valores destacados en casa y en la calle. Celebrar la trampa deportiva como una regla picaresca. O resignarnos a la ley selvática y negociar con los fortachones de la esquina.

Esto se hace ladrillo por ladrillo. Que un desapegado legislador prefiera meter una foto para trampear su presencia (como Esteban Bullrich) o en este caso besarle las tetas a su novia a interiorizarse por el tratado de leyes, es coherente con estos tiempos de obediencias debidas y levantamos leales a jefes. Otra forma de Robar para la Corona.