Por los puntos de verdad, no los de mentirita como el torneo anterior, es otra cosa. El amor proclamado por los futbolistas juveniles se desvanece un poco, bastante, en realidad, y las negociaciones por refuerzos que en la mayoría de los casos terminarán siendo inexorablemente incorporaciones, vuelven febrilmente al centro de la escena.

Este torneo no es joda, o es sólo medio en joda porque no hay descensos. Pero hay promedios y clásicos. Un combo suficiente como para tratar de evitar tener la siempre desagradable tarea de absorber el costo político de las derrotas. Nadie quiere hacerlo. Ni el más rico ni el más pobre.

Una muestra de lo que puede pasar es el terrorismo termo tras la derrota de Central frente a Boca Unidos por la Copa Argentina. De paso, ¿no detuvieron a nadie por nada, no?

Los rosarinos salen a la cancha a partir de hoy, en el caso de Newell’s, y el lunes, Central, con al menos dos refuerzos respecto del torneo anterior. Y no son más por falta de tiempo. Algunos llegaron sobre la hora, otros están recuperando el tiempo perdido y además el libro de pases cierra recién el jueves de la semana próxima por lo que parte de la historia aún está por escribirse.

Pasada la Copa Diego Maradona, en la que nadie arriesgó nada pero las secuelas fueron muchas, en Newell’s ya no están ni Gabrielli, ni Fontanini, ni Guanini (permanece en el plantel, pero no es tenido en cuenta por el entrenador y le buscan club), entre otros.

En Central pasaron al cajón de los recuerdos Bonansea, López Pissano (a préstamo a Orense de Ecuador) y Bottinelli.

En Newell’s llegaron Cabral, Escobar y Belluschi. Kudelka ruega por Palacios y Lema.


A Central se sumaron Ruben, Broun, Avila y Nicolás Ferreyra.

De los confirmados, salvo Belluschi en Newell’s y Ferreyra en Central en principio, todos serán titulares más tarde o más temprano.

Y si se producen novedades de aquí al jueves que viene, cuando cierre el libro de pases, es probable que esas contrataciones también tengan un lugar entre los 11.

Tal cual era previsible, el campeonato económico y la promoción de los pibes era un espejismo. Es un discurso muy tentador que todo el mundo aplaude y pondera, pero no tiene sustento.

La responsabilidad no es sólo de quienes conducen, sino también de los socios e hinchas que exigen sólo resultados sin importar los vaivenes de la economía que generalmente es deficitaria. Y más en estos tiempos duros de pandemia.

Arranca otro torneo corto, que terminará el 30 de mayo, con un grado de exposición mucho más importante que la Copa Diego Maradona, que a los dirigentes rosarinos los zafó del clásico por poco.

Ahora tendrán que verse las caras sí o sí el domingo 2 de mayo en el Gigante. Eso, sólo eso, explica gran parte de esta historia que volvió a correr a los juveniles a un costado para que las espaldas que jueguen por los puntos sean un poco más anchas y los costos políticos de los dirigentes tengan un colchón que les haga menos complicado absorber los imponderables del juego.