—¡Señora! ¡Tres meses sin verla! Y ahora la veo a través de este nylon. Cosas de esta cuarentena. ¿Adónde la llevo?
—Voy a ver a mis hijos. Luego visitaré a otros nietos. De a poco, los veré a todos. Vivimos un aislamiento insólito. Hemos aprendido mucho, todos; los viejos que nunca vimos algo como esto, los adultos. los niños . los jóvenes a quienes les bajaron las alas, frenándole el vuelo. Pero hay cosas que dan gusto. Rosario viene respondiendo en general con enorme solidaridad y respeto por las indicaciones. Solo asustan los pelotudos de siempre, esos que de puro ignorantes, no comprenden que si no se cuidan, no cuidan a los demás. Aún no pasó el peligro. El 21 recién empieza el invierno.

—A mí me asusta Buenos Aires, un vecino. Solo estamos a 300 kilómetros y hay muchos lugares para entrar a la ciudad. No puede haber controles en todos lados. Y allá sí que está feo. A los camiones más o menos los revisan, pero los camioneros pueden no tener síntomas y estar enfermos. Sería una pena que nos contagiaran. ¡Qué extraño es todo doña! ¡Como se ven las virtudes y las miserias humanas en cosas como esta! Tengo un primo que tiene un tumor. Tres meses tardaron en diagnosticarlo porque es de PAMI, y los especialistas no atendían a sus pacientes. PAMI siempre dando la nota. 
—Así es. Se atendió lo urgente y se dejó de lado lo importante. Y por eso lo importante se convirtió en urgente. Pero ¿sabe qué me gusta y me gusta mucho?
—Cuente doña, cuente.
—Me gusta como se maneja la Secretaría de Salud Pública, los cuidados y la información. He visto muchos secretarios de salud, pero el doctor Caruana, me encanta. Tan solidario, tan inteligente. Tan humano. Él hubiera tenido que ser el ministro de salud de la Provincia ahora que renunció el que estaba. Se van viendo los pingos en la cancha, como dice el dicho. Son momentos críticos, y nos sobra tiempo. Así que miremos quién es quién en esta triste historia.
—Tiene razón señora. Mire la descabellada de la Dolores Barreiro, ¡vendiendo a 13.500 pesos los barbijos! ¿Quién se los va a comprar?
—Los pelotudos de siempre, amigo. Hay muchos. Ja. Como la mediocre estaba en la lona, se hace propaganda gratis. ¿Usted leyó “Los Miserables”? ¿No? Se lo aconsejo, sobre todo a su señora que le gusta tanto leer. Y cuénteme, su taxi ¿está bien desinfectado?
—Claro señora. Usted se baja y yo repaso todo para el próximo viajero. Y dígame, usted que es optimista, ¿cree que de toda esta porquería que vivimos quedará algo bueno?
—No lo dude. El encierro nos obligó a darnos cuenta que darle un abrazo a quienes queremos no era rutinario, sino imprescindible; también nos ayudó a conocer más al otro. Los otros. La familia, los vecinos, los amigos. Los medios. ¿Vió cuántos y cuántos hablan por televisión en forma asfixiante sobre el corona, todos diciendo más o menos lo mismo? Y aunque usemos el botoncito silenciador, ellos siguen cobrando. ¿Quién les paga en esta Argentina quebrada? Ha quedado bien en claro que no se trabaja bien contra la violencia de género, como tampoco contra la delincuencia. Toda la delincuencia. ¿O no son delincuentes los responsables de las quemas en las isas? ¡Y ni qué decir del gobierno! Yo no les pierdo pisada, no me engañan los corruptos, la situación los “desnuda” frente a la sociedad. ¿No le parece? Uy. Se hizo corto el viaje. Llegamos.