Cuando parece que “todo está perdido” siempre alguien nos recuerda que “no tenemos que perder la esperanza”; y nos sentencia que es lo único que no tenemos que perder. Y más todavía: “No dejemos que nos roben la esperanza!”, suele repetir el Francisco de Roma.

En la Biblia hay una figura, entre tantas, que nos enseña cómo vivir la esperanza. Cuando Dios recomienda a Noé construir el Arca, parece que fue en pleno desierto a muchos kilómetros del mar. La aceptación de la propuesta de parte de Noé tiene que haber desatado la burla popular, por lo descabellado del asunto.

Seguir construyendo igual, buscar y subir a su familia y a todos los animales fue una empresa que señaló por donde pasa la esperanza y el generoso compromiso con la vida. Así Noé, con su decisión y su tarea, logró preservar a los protagonistas de la nueva etapa de la vida de la tierra; como una Nueva Creación.

Así, también, hoy la Encíclica del Papa Francisco sobre “el cuidado de la casa común” (Laudato Si) nos invita a preservar responsablemente y mejorar las “condiciones de vida” de nuestro hábitat, como una verdadera deuda y herencia para con las generaciones futuras.

Construir ESPERANZA es entregar la posta del CUIDADO como herramienta imprescindible para garantizar la VIDA. Animados también con la nueva Encíclica que nos convoca a la Fraternidad Universal y a la Amistad Social, con todos los seres vivientes y con nuestra Casa Común.

Es el desafío ancestral que nos inspira desde nuestras mismas raíces a continuar la búsqueda de LA TIERRA SIN MAL.