"De los besos y los abrazos hay que olvidarse por un tiempo" decía Sonia Martorano el 15 de mayo del año pasado, en ese entonces ella era secretaria de salud provincial y nosotros llevamos casi dos meses encerrados. 

El 19 de marzo de 2020 escuchábamos a Alberto Fernández sin imaginarnos que un año después, también en cadena nacional. nos iba a recordar que el virus sigue entre nosotros y la segunda ola está aterrizando. Al igual que en aquellos días en Europa están mucho peor y volvemos a tener el diario del lunes. La historia a veces se repite.

Aquella cuarentena otoñal nos devolvió al barrio, a la cercanía de la cuadra que para muchos era desconocida. Y una de las primeras medidas que nos ayudaba a respirar así lo confirmó, cuando se habilitaron las salidas recreativas para el fin de semana, durante una hora y sin alejarnos más de 500 metros de nuestro domicilio. Los niños y las niñas no podían contener la felicidad, la mayoria volvía a pisar la calle después de dos meses y casi todos tenemos en nuestro celular una captura de ese momento paseando y disfrutando del barrio.

Nuestro barrio, nuestra zona se convirtió en protagonista durante el contagio o el aislamiento por contacto estrecho. Levantamos el teléfono y con confianza le pedíamos la compra al almacenero o almacenera y ahí cumplieron su función más esencial, acercando alimentos a los aislados. Los almacenes o granjas fueron compinches, estuvieron al pie del cañón y nunca les hicimos el reconocimiento que merecen. Al igual que la farmacia, el bar de la esquina o la panadería. todos en sintonía intentando sobrevivir a lo nunca visto y colaborando con la causa a pesar de los riesgos. Lo cotidiano fue lo más valorado.

"Hay que unirse, probablemente nunca en nuestras vidas hayamos vivido una situación igual" tuiteaba el intendente de Rosario el 20 de marzo, hace justo un año. Tenía razón, especialmente para aquellas personas que han perdido o sufrido por un ser querido contagiado de covid-19.

 Preguntarnos hoy qué hemos aprendido en estos meses no sé si tiene mucho sentido porque todo parece indicar que la pandemia se va a quedar un tiempo más, el aprendizaje es entonces evolutivo e intinerante, y los besos y los abrazos se nos volverán a acumular.